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Abogado con estudios mayores de filosofía de la Universidad Sergio Arboleda, Camilo Noguera Pardo ha dedicado los últimos 15 años de su vida al cultivo de las humanidades. Es Especialista y Magíster (Summa Cum Laude) en Docencia e Investigación universitaria y, actualmente, también cursa un doctorado en Humanidades, Humanismo y Persona, y una Maestría en Estudios Avanzados en Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Barcelona.
“Mi relación con el estudio no tiene prescripciones. Si vivo 70 años, entonces estudiaré ese mismo tiempo y me aventuraré a conocer cada nueva cosa que me conceda alegría”, afirma el director de usaHUMANITAS.
Bueno, nominalmente, el concepto traduce “ética de la vida”. Sin embargo, su significación real es distinta. Hay tantas definiciones cuantos autores han escrito al respecto. Sin embargo, atendiendo a sus rasgos esenciales, la bioética es una disciplina joven que tiende puentes dialógicos entre los saberes científicos y las ciencias humanas. Warren Reich, en su Enciclopedia of Bioethics, la define como: el estudio sistemático de las dimensiones morales, de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud, usando una variedad de metodologías éticas en un contexto interdisciplinario.
La significación del bien en la ética neotomista y en la bioética transhumanista y sus consecuencias en los modos deliberativos de la bioética, Quise demostrar, en summa, que dependiendo el preconcepto de bien del que se parta y desde el cual se fundamente el juicio moral, la resolución de las situaciones humanas, en general, y de las situaciones relacionadas con la medicina del mejoramiento y lo cyborg, en particular, variarán en sus tendencias y modelos procedimentales de razonabilidad.
Bueno, me inicié en el piano a los 6 años. Ese fue mi primer contacto con el estudio formal de las humanidades: la música. Sin embargo, crecí entre libros. Mi padre y mis abuelos tenían bibliotecas que superaban los 12 mil volúmenes. Desde pequeño caminé las bibliotecas como si estuviera entre jardines, mirando los libros como si fueran flores. Eso fueron las bibliotecas para mí: jardines. Y usted sabe que los jardines tienen un significado profundo en la literatura filosófica. Santiago Beruete escribe un texto a propósito de la conexión entre los jardines y las humanidades. Lo titula: jardinosofía. Michael Onfray también estudia los jardines. De hecho, escribe, rememorando a Epicuro, que el jardín encarna el oasis, el palacio de la idea entre el frescor de los riachuelos.
Una terrible equivocación que manifiesta una ignorancia supina. La neurociencia, por citarle un ejemplo, ha permitido hallar algunas de las bases biológicas de la moralidad que, a su vez, han dado pie a desarrollos cardinales en filosofía moral. Hilando más fino, la neurociencia ha empezado a corroborar intuiciones metafísicas de la escolástica medieval y barroca acerca de la existencia de la ley natural. La filosofía, en fin, fundamenta, clasifica y juzga a las ciencias.
Le mentiría si le digo que no me acuerdo. Seguramente alguna serie de cuentos infantiles. Lo que sí puedo decirle es cuál fue el primer libro que me generó una recordación importante y me motivó a continuar explorando lecturas: El mundo de Sofía, de Jostein Gaarder.
Estoy en conversaciones con mi director posdoctoral. Debemos definir tema en dos semanas. Seguramente exploraré fundamentaciones éticas del bien común y de las teorías de la justicia.
Bueno, eso depende de lo que estemos entendiendo por filósofos. Es decir, depende de si estamos entendiendo la palabra filósofos correctamente. Filósofo significa “amante de la sabiduría”. De manera que sí, es solo para quienes aman el saber y quieren aventurar a conocer.
Cuatro cosas puntuales: historias de algunas literaturas, teología, historia del arte e historia de la música. Sin embargo, quiero conquistar dos proyectos concretos: la lectura, estudio y comprensión cabal (en la medida de lo posible) de la Summa Teológica, de Santo Tomás de Aquino y desempolvar el estudio de mi instrumento: el piano.
Cultivar la curiosidad y practicar y amar el hábito de la lectura. Quince minutos diarios, obligatorios, es una buena manera de empezar. Luego esa obligación se vuelve placer y ya no querrá cerrar el libro.
Bueno, de estudiar cualquier cosa no lo sé. De estudiar humanidades, sí. En resumen: toparse con la verdad de las cosas y refinar los afectos. Cuando estudiamos podemos disfrutar de la belleza, esmerarnos en alcanzar la bondad y deleitarnos en conocer la verdad.
Es una pregunta imposible para mí. Entre otras cosas porque hay muchos que aún no he leído. Intuyo que será Proust, cuando lo lea completo. Por ahora, le doy 10. Mis 10 mandamientos. Santo Tomás de Aquino, Nicolás Gómez Dávila, José Ortega y Gasset, Kierkegaard, Calderón de la Barca, Rubén Darío, Oscar Wilde, Shakespeare, Víctor Hugo, Dickens.
Me aventuro con estos: Para que entiendan el significado verdadero de la educación, la Paideia, de Werner Jaeger; para que elaboren un mapa de su vida moral, la Ética Nicomaquea, de Aristóteles; para que cultiven su lengua, El Quijote, de Cervantes; para que conozcan el hombre, Hamlet, de Shakespeare; para que resistan el mundo, El hombre en busca del sentido, de Frankl.
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