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LA VENEZUELA ACTUAL

Por: Aguasanta Leal

Hace tres años me fui de un país donde lo tenía todo: familia, amigos y ‘’un futuro” por delante. Pero eso cambió. Desde el 2014 se continuó desmoronando eso que hoy en día se llama Venezuela, mi país.  En ese año, yo era unos de los tantos jóvenes que salían a marchar en contra de las políticas del gobierno, hasta que pasé un susto en unas de las manifestaciones en la Universidad Rafael Belloso Chacín donde estaba estudiando en Maracaibo, estado de Zulía, por la agresividad con que los agentes de seguridad rechazaban las manifestaciones a través de sus grupos de choque. Desde entonces, mis papás me dijeron que debía irme a otro país a vivir y a continuar estudiando porque en Venezuela no había futuro.  Al principio fue muy duro dejar a mi familia y el país donde crecí.

Llegué a Bogotá con dos maletas, mis sueños por delante, a los 18 años de edad, a estudiar mi carrera Comunicación Social y Periodismo. Aquí me di cuenta que es posible ejercer esta profesión que amo, aunque también existan problemas en torno a la libertad de prensa.  En Venezuela todos los días se registran ataques contra el periodismo independiente por parte de agentes del gobierno. Los periodistas son agredidos o enviados a la cárcel sin el debido proceso por el hecho de consignar los desgraciados hechos cotidianos del país, por escribir acerca de la desnutrición infantil, la falta de alimentos, la falta de medicinas y de productos de la canasta básica.

La persecusión es tan grave que han desaparecido decenas de medios independientes y aquellos que han logrado sobrevivir muchas veces caen en las garras de la autocensura.

Recuerdo que para las elecciones de la Asamblea Nacional, en diciembre de 2015, viajé a Venezuela a ejercer mi voto y cuando llegué a emigración en Caracas y me sellaron el pasaporte, me dice el funcionario: ¿usted es periodista? y yo le conteste que sí. El funcionario me volvió a decir: “Bueno entonces pilas con lo que vienes hacer en el país”.

Para los que aún no creen que en Venezuela haya una dictadura, les aseguro que el régimen extiende la censura hasta por pensar distinto o ejercer el derecho a disentir del gobierno chavista. Es el caso de Leopoldo López que por pensar diferente a las huestes oficiales ahora está pagando una pena injusta en la cárcel de 13 años, y no ha tenido un juicio imparcial como debería existir en un estado de Derecho. Pero como quedó en evidencia en la decisión de intervenir a la Asamblea Nacional y quitarle la inmunidad a los representantes del pueblo, por parte de la Justicia, rápidamente derogada por la presión internacional, en la Venezuela chavista no existe la separación de poderes y los ciudadanos no tienen garantías de que se respeten sus derechos fundamentales.

En Venezuela gobierna un régimen dictatorial disfrazado de “democracia”. Pero al chavismo se le cayó la máscara cuando la comunidad internacional comienza ha advertir que el gobierno maneja la mayoría de los poderes del Estado, que somete al pueblo de una manera arbitraria, que niega todos los derechos constitucionales, que se saltea al parlamento y viola la Carta Magna. Todo ello con la complicidad del Tribunal Suprema de Justicia (TSJ), un brazo del chavismo en el poder judicial.

El gobierno que preside Nicolás Maduro no muestra ninguna sensibilidad por las desgracias que padece el pueblo. Parecería que solo le importa mantenerse en el poder para llenar sus bolsillos con el dinero de los venezolanos.

Muchas personas me han preguntado en Bogotá si es cierto lo que muestran las imágenes de televisión sobre las penurias de un país que parece estar inmerso en una guerra. Mi respuesta es que la realidad es aún mucho peor porque la información siempre esta mediatizada por parte del gobierno y autocensurada por los medios de comunicación; solo los venezolanos sabemos por lo que estamos pasando hoy en día por estar viviéndolo en carne propia.

La escasez de alimentos, medicinas,  servicios básicos, inseguridad, una inflación por las nubes, que asfixia a los venezolanos, ya es insostenible. Un país donde el saludar era lo más importante en las mañanas, hoy se ha convertido en una lucha de subsistencia para conseguir las cosas básicas.

La negociación política entre el gobierno y la oposición muestra que es muy difícil una salida que desemboque en elecciones anticipadas como quiere la mayoría de la ciudadanía. Ni la participación del Vaticano ni de dirigentes políticos internacionales de primer nivel han podido abrir aunque sea una hendija a la cerrada muralla del chavismo.

El liderazgo  del secretario general de la OEA, Luis Almagro, para restablecer la democracia en Venezuela ha sido muy importante para la actitud vigilante de la comunidad internacional. Ya es hora de que los países miembros de la OEA asuman una posición más fuerte y retiren a Venezuela del organismo internacional.

¿Hace falta más pruebas para comprobar que el régimen chavista es una dictadura y que no respeta los derechos humanos fundamentales que son la base de un régimen democrático?

Como venezolana me duele mucho todo lo que sucede en mi país y no dejo de pensar en mis amigos y familiares que no han podido salir del país. Muchos amigos en Colombia me han preguntado si estaría dispuesta a regresar a mi patria querida. Por supuesto que sí, pero no en estas condiciones de dictadura. Todos soñamos con volver a aquella tierra que nos vio nacer y y ayudarla a restablecerse como la gran nación que siempre fue.

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