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La virgen de carne y hueso

“Dios te salve, María, llena eres de gracia…” En medio de un silencio profundo, se escuchan estas palabras que logran dar vida al plácido recinto. Provienen de voz dulce emitida por una pequeña de ocho años, que eleva sus plegarias a la Virgen, con tanta devoción que conmueve a los que la rodean. Su nombre es Alcira, al menos así será llamada hasta que cumpla 19 años.

La pequeña ya es amante de la escritura; ilumina con sus textos el colegio al que pertenece, Nuestra Señora de la Presentación, ubicado en Boyacá. En ese entonces, nadie podía saber si llegaría a ser tan famosa como alguna celebridad literaria, pero eso sí, todos los que la conocían anticipaban que ella sería alguien especial para el mundo.

En 1938, de la mano de su madre Mercedes, Alcira conoció a las “Hermanitas de la Caridad”, aquellas mujeres que vestían mantos como la Virgen y que hacían resplandecer los lugares tenues en los que se encontraban. Ellas serían las encargadas de encaminar a la pequeña rumbo a la espiritualidad. Rodeada por este entorno, Alcira encuentra a Dios no solo en las oraciones que hace con su familia, sino también en su propio espíritu.

La oración hace parte de todo su nuevo mundo. La niña une sus manos, agacha la cabeza, se arrodilla en el suelo: “… A ti celestial princesa, Virgen Sagrada María, yo te ofrezco en este día: alma vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes madre mía”.

¿A qué compasión se refería Alcira? Seguramente era una plegaria ante la inclemencia de su padre, un hombre machista al cual ella decide borrar de su memoria. La pequeña acompañada de su madre, su más grande adoración, va en busca de la iluminación.

A sus 19 años, no pensaba en ropa ni fiestas, ella solo anhelaba sentirse más cerca de Dios. Fue el inicio de su propio viacrucis de liberación.

PRIMERA ESTACIÓN

Mientras Jesús es condenado a muerte, Alcira busca la forma de encontrar paz y refugio. Junto con su madre van en busca de un convento, un lugar en el que se alejaría del ruido y la vanidad.

Pero, ¿estaría preparada esta niña para tomar una decisión tan fuerte? Alba Luz Cifuentes, Psicóloga, afirma que Alcira estaba en capacidad absoluta de tomar este tipo de decisiones, ella tenía la figura de la Virgen y su madre como algo supremo, algo que ella debía continuar. La madurez, hace 63, años se asumía desde una escena más temprana. Ingresar en un recinto sagrado no era una locura, sino una decisión razonable.

SEGUNDA ESTACIÓN

Jesús llevando su cruz al hombro, subió al monte calvario; Alcira llegó al lugar indicado: el Convento de las Hermanas Clarisas. Este lugar más que un recinto sagrado es un espacio puro, aquí, hasta la actualidad, se vive de la oración, la fe y el amor. Las vanidades quedan afuera.

Después de unas pruebas espirituales y psicológicas, Alcira es recibida por Dios y por su nueva familia en el Claustro. Al atravesar la puerta de madera, la nueva Clarisa pierde el contacto con su madre y toda su familia. Desde ese momento será la compañera incondicional de Dios.

TERCERA ESTACIÓN

Mientras Jesús cae por primera vez, Alcira enfrenta nuevos desafíos: su madre muere. Ya no puede verla, escucharla y mucho menos sentirla. Vive momentos de tristeza extrema, pero el amor por Dios la ayuda a continuar.

Inicia su carrera como Monja; se convierte en novicia, una especie de “novia de Dios.

CUARTA ESTACIÓN

Jesús se encuentra con su Santísima madre y Alcira tendrá un sueño revelador que confirma el matrimonio con Dios. Después de múltiples recaídas espirituales, ella pide a la Santísima Virgen María, a quien le rezó desde niña, que le diera una señal divina y logrará saber si quedarse en el convento o retomar su vida fuera de allí.

Esa misma noche, sueña con la madre Castillos, una monja que había muerto 30 años atrás y que fue reconocida por ser la mejor escritora religiosa de su época. Ella le revela que debe seguir adelante con su procesión de bondad y devoción.

QUINTA ESTACIÓN

El cireneo ayuda a Jesús a llevar la Cruz y la madre Castillos le dice a Alcira que lo único que le hace falta para ser la mejor, es hacer un sacrificio grande por Dios. De esta forma y sin dudarlo dos veces Alcira a sus 19 años deja de ser novicia y se convierte en la esposa de Dios, una virgen terrenal.

Con su matrimonio establecido, ella comienza a usar un hábito café; largo hasta sus tobillos, una túnica encima de sus hombros que la cubre del frío boyacense y una toca sobre la cabeza que le cubre el cabello, la frente, las mejillas y un poco de su mandíbula.

SEXTA ESTACIÓN

la verónica enjuga el rostro de Jesús. La hermana Clarisa de la Eucaristía, como es llamada ahora, comienza a adaptarse a su nueva vida, algo que según expertos como Alba Luz Cifuentes es sencillo de lograr cuando se quiere hacer y más cuando desde niña fue impulsada a hacerlo. Pero, para otras personas, como Miguel Mendoza Luna experto en psicopatología, se trata de un mecanismo de evasión y de rechazo de la realidad.

Para Clarisa Eucaristía no es importante lo que digan los demás, es importante lo que diga su marido y lo que piensen sus hermanas de claustro.

SÉPTIMA ESTACIÓN

Jesús cae por segunda vez y la hermana Eucaristía sigue en el proceso de adaptación. Despierta a las 4:00a.m. Se dirige a la capilla, allí están sus hermanas y comienza la primera oración del día que se extiende hasta las 9:00 a.m. Gobierna entonces el silencio absoluto.

OCTAVA ESTACIÓN

Jesús encuentra a las santas mujeres que lloran por él. Sin embargo, Clarisa Eucaristía no lo llora, lo aclama. Es la forma de ayudarlo con su dolor.

Según Miguel Mendoza, la felicidad de esta mujer no es más que un método de escape en medio del encierro, pero para Clarisa es la oración la que la eleva al cielo junto a su marido y su madre, así experimenta la libertad.

Sus sobrinos, que son los que la visitan desde que su madre murió, la ven, la escuchan y solo en ocasiones y con permisos especiales la pueden tocar.

NOVENA ESTACIÓN

Mientras Jesús cae por tercera vez, Clarisa Eucaristía prosigue firme con su sacrificio. Al terminar la visita con sus familiares ella les da regalos, no son objetos de lujo, son estampitas de la Virgen, oraciones para el día y la noche, símbolos verdaderos de amor.

DÉCIMA ESTACIÓN

Mientras Jesús es despojado de sus vestiduras y le dan a beber hielo y vinagre, Clarisa se enfrenta al racionamiento de utensilios de aseo. En su cumpleaños, se ofrece una misa solemne; una cena especial y un regalo de la madre superiora con el que celebran su presencia en el mundo. Son sus tesoros privados (un kit de aseo para los momentos de escasez)

UNDÉCIMA ESTACIÓN

Jesús es clavado en la cruz y Clarisa en el Convento. Ella, se siente tan feliz en este lugar que no necesita de la tecnología y mucho menos de las ruidosas calles. Una vez que salió del convento, por una enfermedad en sus ojos que le obligó a operarse, se aterró del ritmo frenético de la ciudad.

DUODÉCIMA ESTACIÓN

Mientras Jesús muere en la cruz, la Virgen de Carne y hueso es revivida a través de las plegarias a Dios. “Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque ha mirado la humillación de su esclava…” Así, Clarisa Eucaristía despide la noche. Cierra los ojos, une sus manos, se arrodilla, inclina su cabeza y se hace justo enfrente de su marido, Dios. Pone en sus manos, sus sobrinos, su familia, los enfermos, los desorientados y de última su vida.

Ahora, a sus 74 años, una vez más, despide la noche con una oración. En sus ojos libres de mentira, el viacrucis de amor prosigue para pedir la salvación de los de afuera, sus sobrinos, su familia, los enfermos y los desorientados. Las plegarias son ahora más fuertes, porque quiere lograr que su madre y su marido la puedan escuchar.

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