UN SÍ POR LA MARIHUANA

Bien o mal, que la guerra contra las drogas del Plan Colombia no haya encontrado el antídoto contra el narcotráfico en Estados Unidos, no quiere decir que una posible legalización sea una alternativa a la fuerza
«Agudiza los sentidos. Es una experiencia sensual. No produce, al menos en mí, modificación de la conciencia. Como creativo publicitario, la usaba casi a diario en los 80. No por ello fui mejor creativo. A lo sumo, me lo gocé un poco más. De hecho, a mi hijo mayor le di su primer varillo cuando tenía 18 años y hoy sé que ya llevaba dos años fumándola, pese a ser un exitoso director creativo de una importante agencia de medios digitales, mientras que con mis dos hijas no pude, pues sencillamente no les llamó la atención”, Carlos Santamaría.
Al igual que Carlos, asumir o aceptar públicamente que usted fuma o fumó marihuana es tan solo el inicio de la discusión sobre la legalización de esta. Aunque el presidente Barak Obama hubiera aceptado públicamente haber fumado la maría, tal confesión no lo dejaría como un ejemplo a seguir frente a aquellos que la consumen y aspiran una vida exitosa. «Como ya se ha documentado bien, yo fumé marihuana cuando era un menor de edad y lo considero un mal hábito y un vicio”, afirmó el mandatario norteamericano.
Se podría entender que frente a declaraciones como las dos anteriores, un joven asumiría, en conclusión, que el cannabis no lo hace adicto y mucho menos un ciudadano peligroso para el entorno. Caso reflejado en Colorado y Washington donde luego de la legalización se crearon 1.200 coffe shops, aumentando así el 64% de ventas legales de marihuana, lo cual indica una reacción positiva por parte del consumidor.
Entre tanto, en Uruguay, fue el Estado el que decidió fiscalizar la venta del porro, siendo el único país del mundo que asume el control, la producción y la venta del cannabis. Y con una advertencia muy particular: no promover el narcoturismo, ese mismo que en Estados Unidos sería una razón más para viajar a Colorado y Washington por un sueño verde americano.
De acuerdo con el presidente Juan Manuel Santos, la mayoría de los colombianos no apoyan la legalización. La ironía es que, en cierta forma, un opositor al consumo de esta droga tendría una justificación conceptualmente válida, argumentando que la marihuana es una mata que mata, pues la palabra asesino procede del árabe hassasin que significa “los bebedores de hachís”, un producto del cannabis. Mientras que el partidario defendería su posición de consumidor basándose en Fulla Nayak, una anciana que vivió 125 años, y que antes de morir había confesado que su secreto de longevidad era fumar marihuana con frecuencia.
Es por ello que dentro de la legalización debería ir la rotura del tabú que hace pensar a una mayoría que la marihuana tiene un alto nivel de dependencia similar a la cocaína o la heroína, y de paso hacer entender que al igual que el alcohol o el tabaco en exceso, esta también tiene sus consecuencias en la salud y en el entorno social.
No habría que olvidar que fumarse un porro es una acción íntima que nos conduce al aislamiento de quienes prefieren no hacerlo y exigen espacios libres de drogas. Salvo en un coffee shop donde irían aquellos que alguna vez la Sala Plena de la Corte Constitucional de Colombia determinó como enfermo dependiente o adicto y no delincuente.
La legalización solo funcionaría con la marihuana, o acaso, ¿qué población soportaría que de manera legal otros inhalen repetitivamente líneas de crack hasta perder su domino propio? No es lo mismo ver una generación fumando cannabis que ver a una esnifando bazuco con las fosas nasales irritadas.
Bien o mal, que la guerra contra las drogas del Plan Colombia no haya encontrado el antídoto contra el narcotráfico en Estados Unidos, no quiere decir que una posible legalización sea una alternativa a la fuerza.
En un país como Colombia, que ha tenido durante 30 años más de 20.000 víctimas por el narcotráfico, y un gasto de 10.000 millones de dólares para combatir el fenómeno criminal, se justificaría legalizar la marihuana teniendo en cuenta que no sólo perdería valor, sino que a su vez, sería menos egoísta fumar una hierba que ver cómo inocentes viven, sufren o mueren en medio de un negocio ilegal.
Confesión de Carlos Santamaría
La primera vez que fumé marihuana asistí al estreno de “Woodstock –la película” en el Teatro Embajador en Bogotá.
Tanto en la pantalla como en platea, nubes de humo de porrito. Finales de los sesenta, principio de los 70. Hippies, la rebeldía juvenil.
Pero estoy seguro que allí no empezó todo. Creo que la humanidad fuma marihuana incluso mucho antes de que se inventara la cerveza.
La sensación de un porro
“Agudiza los sentidos. Es una experiencia sensual. No produce, al menos en mí, modificación de la conciencia.Como creativo publicitario, la usaba casi a diario en los 80. No por ello fui mejor creativo. A lo sumo, me lo gocé un poco más.
De hecho, a mi hijo mayor le di su primervarillo cuando tenía 18 años y hoy sé que ya llevaba dos años fumándola. Actualmente es un exitoso director creativo de una importante agencia de medios digitales, mientras que con mis dos hijas no pude, pues sencillamente no les llamó la atención.
Al igual que el varón, ellas también son exitosas profesionales de la publicidad, el cine, y la dirección de arte.
No existe una relación directa entre la marihuana y la creatividad. Nadie se vuelve lo que no es con la marihuana. Solo agudiza los sentidos.
No se es mejor amante, pero da la sensación de que dura más, y es más explosivo. Y si se es sensible allí, pues…
A diferencia de las drogas fuertes, la marihuana no produce dependencia. Han pasado lapsos largos de tiempo en los que no fumo marihuana, Incluso años y aun así disfruto la vida igual.
Cuando juego en el computador, o veo una película, me fumo un porrito. Ahora soy selectivo, y solo fumo cuando estoy solo. Cuando leo y veo televisión. Cuando paseo por las calles de la ciudad.
No es buena idea mezclarla con el alcohol o con drogas fuertes. La gente se enloquece más de la cuenta, y después le echan la culpa al inocente porrito. Pero si se deja un par de días en una copita de Brandy y se fuma ¡vaya! deja una sensación deliciosa.
Cuando mis padres se enteraron me enviaron a Santa Marta a alejarme de mis “malas compañías”. Al llegar al hotel me preguntaron si quería ir al mar. –No. Respondí. – Quiero ir a la sierra, aquella de donde venía el famoso “Punto rojo”, una exótica variedad de la planta.
Si me lo permites, voy a ver Woodstock por 237ava vez.
Ahora en Youtube.Por: Carlos Santamaría Sáenz (Y un poquito de Borbón)
Sin Comentario