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Un caso de censura

Por: Valery Rico González

En el consejo de redacción de Teleantioquia (canal regional del departamento de Antioquia), en un salón pequeño donde sólo están siete personas, la primera voz que se escucha es la del director del noticiero, Juan Pablo Barrientos. Su acento paisa permite que entre frase y frase la letra “s” se le resbale de los dientes.

Alza la voz y como si estuviera en una reunión familiar dice: “Vamos a seguir investigando la ausencia de los diputados en la Asamblea de Antioquia, porque son unos hampones, delincuentes, que merecen ser destapados, y si ustedes como periodistas de este informativo no lo asumen, yo lo haré, y no tendré miedo de decirlo, con pruebas que ratifiquen lo que estoy diciendo”.

Esa mañana del 20 de junio de 2013, Barrientos entra en la sala de redacción a las nueve a.m. Se encuentra un poco exaltado. En lo que lleva del día, ha recibido llamadas de diputados de la Asamblea reclamándole rectificaciones dentro del noticiero, por todas las ‘barbaridades’ que había dicho sin tener argumento alguno. Desde que el periodista asumió la dirección de Teleantioquia, según él, la línea editorial cambió y bajó su porcentaje de noticias institucionales a un 30%.

En ese consejo de redacción estaban sentadas María del Pilar Rodríguez y Melissa Henao. La primera, estudiante de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, llegó al noticiero después de presentar una entrevista como practicante y pasó. Meses después de conocerla, Barrientos se entera que Rodríguez es novia del diputado Julián Bedoya, uno de los miembros de la Asamblea y salpicado por las declaraciones que el periodista había publicado sobre él y su padrino Adolfo León Palacio.

La segunda, Melissa Henao, fue una de las alumnas de Juan Pablo en la Universidad EAFIT de Medellín y entró a Teleantioquia por ser una alumna inteligente, aplicada y destacada por sus trabajos. Cubría la sección Asamblea y Gobernación.

Después de una semana, la gerente del canal, en ese momento, Selene Botero, llama a Barrientos y le dice que tiene que hablar con él de un tema muy importante. Lo primero que hace el periodista es dirigirse a la oficina de Botero.

-Dos diputados de la Asamblea de Antioquia han venido hasta aquí enseñándome audios en los que vos estás diciendo que los vas a demandar porque son unos corruptos y merecen dimitir de su cargo. Ellos quieren que dejes de publicar notas sobre ellos o las relaciones con el canal podrían cambiar.

-Muy grave, eso hay que denunciarlo, si ellos quieren eso, es porque están admitiendo que todo lo que publicamos es verdad.

-Juan Pablo, son personas con poder y toda vez que tú hables sobre esto, podría incrementar el nudo de malentendidos que se han creado… y no queremos tener de enemigos a los diputados.

-Eso quiere decir que, ¿tú crees que lo mejor es quedarme callado? Entonces yo renuncio, esto hay que publicarlo, y si no puedo, me voy.

-No hagas eso, no te metas en problemas y tampoco a nosotros.

-No, yo renuncio. Me voy y no diré nada a nadie de lo que pasó.

Desempleado, Barrientos llama dos días después al periodista Daniel Coronell a pedirle trabajo. Después de segundos de insistencia relató a Coronell lo que había sucedido en el noticiero. El domingo 29 de junio, el periodista publica una columna en Semana titulada: “El director chuzado”, en la que rechaza las acciones de las directivas del canal y expresa su total apoyo a Barrientos.

En lo que va del 2016, la Fundación Para la Libertad de Prensa (FLIP) ha publicado un reporte detallado con las violaciones y amenazas que denuncian los periodistas en el país.

Dentro de las cifras recopiladas por la institución en tres meses, han ocurrido, a nivel nacional, más de 40 violaciones de derechos a periodistas y 50 víctimas entre obstrucción al trabajo periodístico, secuestro, amenaza y agresión.

Aunque las estrategias de la fundación son las mismas en cada región, el no estar omnipresente en cada caso,  aumenta las estadísticas por obstrucción hacia el oficio periodístico por los intereses políticos, económicos y sociales disidentes dentro de los grupos empresariales que manejan los medios de comunicación.

La Flip nace en 1996, después de varias reuniones de periodistas de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) y su constante preocupación por la libertad de prensa. Se consolida en 1998 con un grupo de aproximadamente 20 miembros, que empiezan a investigar y reconstruir una memoria en el periodismo de aquellos que han sido víctimas por ser defensores de la verdad.

La fundación tiene incidencia en todos los departamentos de Colombia, y en cada uno, existe un corresponsal que se encarga de examinar las denuncias que periodistas hacen cuando se les viola el derecho a la libertad de prensa.

La libertad de expresión se entiende como un derecho fundamental reconocido en la Declaración Americana sobre los Derechos Humanos y Deberes del Hombre, es la esencia del desarrollo y entendimiento de la democracia y de las relaciones internacionales entre naciones independientes.

Dentro de esa definición existen dos vertientes: la libertad de prensa y la libertad de información. La libertad de prensa protege a periodistas, empíricos o profesionales, que por diferentes intereses no pueden ejercer su profesión; y, la libertad de información, protege la libertad de transmitir y recibir información veraz e imparcial, sobre hechos, ideas y opiniones.

Un caso de censura en los medios de comunicación puede tomarse desde varios  vértices: “La censura no es sólo el restringido acceso a información de reportes del Estado, también es la violencia y opresión en lo que se publica, demandas que reciben una u otra persona por lo que expresan y creen, el chantaje de la publicidad oficial y la obstrucción del trabajo humanitario o de información que se ejerce”, afirma Pedro Vaca, Director de la FLIP y abogado de la periodista Jineth Bedoya.

Pedro Vaca director de la Fundación Para la Libertad de Prensa (Flip). / Foto: Valery Rico González

En 2014, la FLIP publicó que existieron 164 periodistas víctimas de amenazas, agresiones, detención ilegal y, dentro de la cifra global, 46 fueron cohibidos del trabajo profesional. En 2015, las cifras de víctimas se redujeron a 147 y aumentaron en la obstrucción del trabajo periodístico a 81.

Para la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la libertad de expresión es lo más importante para el desarrollo humano, es por eso que el Comité de Derechos Humanos expide una resolución el 5 de marzo de 1993 para designar a un relator especial para la promoción y protección al derecho de la libre opinión y expresión.

Actualmente en ese cargo está el estadounidense David Kaye, elegido en agosto de 2014, y quien tiene como objetivo reunir todos los datos pertinentes sobre las violaciones, la discriminación, las amenazas, los hostigamientos, las persecuciones o intimidaciones a individuos que traten de promover este derecho.

***

En 2009, después de 17 años de trabajar como columnista en el diario El Colombiano, Javier Darío Restrepo, periodista y profesor de la FNPI, acepta como un huésped que debe abandonar el cuarto después de tres lustros de hospedaje, que su trabajo como periodista dentro del periódico se había acabado después de publicar una columna, en contra de Álvaro Uribe Vélez.

Restrepo no se arrepiente nunca de lo que publicó en contra de Uribe, porque dice, tenía pruebas suficientes para hacerlo. La penúltima columna que escribió antes de irse del diario no tuvo relevancia mediática por su nombre sino por sus contenidos, dice Javier Darío, “Cada vez son menos capaces de mantener esa libertad para discrepar qué debe haber en los medios. Hemos caído en el truco sucio de que en este país hay que callar a quien critica porque es un peligro, un terrorista. De eso hablé en mi anterior columna y creo que no aguantaron más”, afirma a través de un correo.

La línea editorial del diario El Colombiano ha sido reconocida por más de cien años, al ser creado por el conservador Francisco de Paula Pérez Tamayo. Desde entonces la ideología política del diario no ha cambiado y una de sus pruebas vivientes fue la salida del medio de comunicación de Javier Darío Restrepo.

La carta de despedida que recibió el periodista no tenía un contenido superior a dos párrafos en el que se resumía en una sola frase: “por cambios estructurales del periódico no se publicará su última columna”. Al ver esto, Restrepo lo que hace es llamar al director del medio, pero nunca hubo respuesta, acepta los hechos despidiéndose de su segundo hogar y confesando conocer la verdad del hecho: no eran un rediseño del medio, era una fuerte crítica al columnista.

Restrepo actualmente es profesor de la FNPI, ha escrito más de 22 libros sobre ética periodística, colocando como ejemplo su caso en El Colombiano. Ha ganado varios Premios Simón Bolívar, Premio de Periodismo a la Excelencia Gabriel García Márquez,  y esto ha significado, según él, que todavía hay lectores que creen en su trabajo y que lo empujan a seguir trabajando en pro del periodismo.

“Nosotros tenemos que seguir con nuestra tarea que se debe a la sociedad, a pesar de los obstáculos y dificultades que hay. Se trata nada más y nada menos que de defender la palabra y el poder de ella, y la función social que debe cumplir para que esa información que está potenciada en los medios de comunicación, sea valedera”, concluye Javier Darío.

Los medios de comunicación siempre han mantenido un equilibrio económico por la pauta publicitaria que reciben y por el contenido que publican.

Cuando un artículo se publica, el  jefe de redacción tiene en cuenta el espacio que va a dedicar a una publicidad sin que esta afecte el contenido del texto. Sin embargo, existe una gran preocupación con esos patrocinios que se convierten en los llamados ‘publireportajes’ dentro del gremio.

Dentro de esta envergadura, uno de los casos más reconocidos a nivel nacional, son los patrocinios publicitarios que opta por manejar la empresa petrolera Pacific Rubiales S.A. En 2008, comienzan las investigaciones por el diario El Espectador acerca de la compra de acciones que esta multinacional hace al diario El Tiempo.  Además, se conoce por parte del periodista Héctor Rodríguez, sobre la posible censura que se cometía cuando, en una publicación, el nombre de la empresa no quedaba en buenos términos. En ese mismo año, el periodista presentó varias denuncias en la Revista Semana y fue demandado en seis ocasiones por Pacific por calumnia e injuria, difamación y pánico económico.

“La pauta prima sobre la verdad y la labor periodística desde siempre. En 2009 denuncié que unos socios de Pacific estaban demandados en una corte de Canadá por haber sustraído irregularmente 162 millones de dólares de una compañía llamada ‘Oncor’.

Realicé un reportaje sobre quiénes eran los demandantes y demandados, y lo errores que habían cometido. Después hablé sobre las relaciones de la multinacional con la Fundación Clinton y varias irregularidades que cometían con otras ONG para entrar en las zonas petroleras y explotar la mina, a través de ellas”, afirma Rodríguez al otro lado de la línea teléfonica.

“Eso no les gusta por obvias razones políticas y económicas. Me demandaron por calumnia e injuria. Luego, revelé cómo habían manipulado las cifras y precios de las acciones de una empresa llamaba Alange, propiedad de los mismos fundadores de Pacific Rubiales. Con ello, las acciones cayeron en un 70%. Trataron de culparme de esa caída y me demandaron en Miami y Toronto por difamación, y en Colombia, por pánico económico”.

Cinco de los casos ya se han resuelto. Rodríguez los ganó por la evidencia que presentó. Hace 15 años creó su propia empresa periodística Primera Página, en la que varios periodistas reconocidos han trabajado en ella, como el actual jede de redacción del diario El Espectador, Élber Gutiérrez Roa. “La censura siempre va a existir y es más grave aún, cuando la fuente de obstrucción es por parte de los medios de comunicación”, opina Héctor Rodríguez.

Lo mismo opina el ex presidente del diario El Tiempo Luis Fernando Santos Calderón, quien llegó a la redacción en 1970 y en 2009 se retiró. Al preguntarle por el caso que vivió el columnista y ex ministro del Interior y Justica, Fernando Londoño, por la publicación en contra de los diálogos de paz que se llevan a cabo en La Habana (Cuba), respondió además de cortante e incómodo: “Cuando en un medio se le pide a un periodista que mejore sus fuentes o trate de complementar el contraste dentro del texto, no siempre significa que se esté censurando el tema o que no se quiera publicar, es sólo la exigencia que piden los directivos en la veracidad de la información”, opina Santos.

Después del escándalo mediático que se conoció en 2013 por la posible arremetida contra Juan Pablo Barrientos por parte de las directivas de Teleantioquia, recibe una invitación para trabajar en Bogotá como columnista en el diario El Espectador y periodista en el programa radial La F.M.

Actualmente, solo durante su crecimiento profesional en Estados Unidos ya había sido corresponsal del programa matutino y conocía hacía un tiempo a Vicky Dávila y a su mesa de trabajo. Muy pocos conocen de Barrientos que estuvo ocho meses en campaña política para pertenecer a la Asamblea de Antioquia, denunciando según él, no el caso desde afuera sino de adentro.

Barrientos expresa sobre una de las mesas del restaurante La Castaña, situado en Bogotá en la calle 57 con carrera 5, que todas las denuncias públicas que ha hecho están basadas en pruebas irrefutables y sustentadas con documentos legítimos. Además expresa su conformidad viviendo en la capital colombiana. Su rutina, la mayoría de días, es levantarse y transportase en su cicla hacia RCN radio.

Al recordar su partida del canal Teleantoquia lo único que dice es: “Yo creo que la censura en muchas ocasiones está en uno mismo, pero en mi caso fue el medio quien cometió el abuso, a fin de cuentas, no se sabe qué es peor”.

 

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