La Vida Militar en el Exilio
Cuando se habla de exilio encontramos figuras políticas, civiles, líderes comunales o, periodistas y extrañamente militares que, paradójicamente no están de acuerdo con el gobierno al que deberían defender.
Un claro ejemplo de tal situación se vive en Venezuela, donde a lo largo del gobierno de Hugo Chávez y el actual de Nicolás Maduro, Estados Unidos junto a otros países como Panamá, Costa Rica y España han sido el refugio de la mayor cantidad de venezolanos que han huido de la persecución política, entre ellos José Antonio Colina, uno de los 300 oficiales asilados en Norteamérica, militar retirado y actual presidente de Veppex, la Organización de Venezolanos Perseguidos Políticos en el Exilio que tiene como finalidad brindar asesoría y guiar a los venezolanos que salen al exilio.
«Cuando ingresé a la escuela militar, que en aquella época, era bastante exigente y arbitraria. Pude darme cuenta, que aunque no estaba estudiando en Inglaterra (lo que quería) había ingresado a una institución donde de acuerdo a las habilidades que uno tenía podría sobresalir, y lo más importante existía, un orden de mérito, donde los más capaces e inteligentes ocupaban los primeros puestos de la promoción, eso me llamó mucho la atención». Así empezaba el sueño de José, un caraqueño que al igual que muchos jóvenes, quiso ser parte de una institución que cumplía con su “rol de policía de la Constitución Nacional”, como lo define él mismo.
Con un grado de Sub – Teniente y un título de Licenciatura en Ciencia y Artes Militares en la escuela de Formación de Oficiales de la Guardia Nacional de Venezuela (EFOFAC), Colina obtuvo a lo largo de su vida militar numerosas medallas y condecoraciones, al igual que méritos por sus servicios.
Sin embargo, en 2002 su vida militar empezó a ir en contra del gobierno para el que militaba, cuando, según su testimonio, habían recibido órdenes por escrito, emanadas por el Ministerio de Defensa para que hubiera un pacto de no agresión entre las Farc, el ELN y las Fuerzas Militares Venezolanas. “Hugo Chávez quiso cambiar la misión y la visión de las Fuerzas Armadas para convertirlas en el soporte de su proyecto político, permitiendo la injerencia castrista en Venezuela y aliándose con nuestros enemigos naturales como lo son los grupos guerrilleros y narcotraficantes de las Farc y el ELN”.
Durante un largo periodo Colombia y Venezuela enfrentaban una crisis diplomática, la razón: grupos armados al margen de la ley en territorio venezolano. El entonces presidente Hugo Chávez, con su ideología de izquierda, era mediador en el proceso de paz entre las Farc y el gobierno de Andrés Pastrana. No obstante la situación fue toda una batalla de ajedrez cuando Ballestas, guerrillero del ELN, quien había secuestrado un avión en Colombia, se ocultaba en territorio venezolano.
Más adelante también se hicieron públicas las demandas en contra de un documento firmado en el que se ordenaba cooperar entre las fuerzas armadas venezolanas y los dos grupos guerrilleros. Para Colina, al igual que para otros militares que desacataron esa orden, ese pacto desdibujaba el cuerpo militar.
Lo cual contradice Federico Naranjo, politólogo de la universidad Pontificia Javeriana, calificando la relación de Venezuela con las Farc y el ELN como una actitud pragmática. «Con Chávez, Venezuela entendió de una manera práctica que el conflicto armado es un problema de los colombianos y que les afectaba con la seguridad en la frontera. La disyuntiva de Venezuela era o nos unimos a una guerra contrainsurgente que no es nuestra, aliándonos con Colombia para perseguir a las Farc con todo el problema de seguridad que se nos puede venir a la frontera, o nos ponemos neutrales, decimos que estamos a favor de un proceso de paz y en vez de perseguir a las Farc tratamos de que en alguna medida estorben lo menos posible y generen el menor traumatismo en territorio venezolano».
Una traición a la patria
Meses después del vacío de poder contra Chávez, realizado el 11 de abril de 2002, un paro cívico solicitaba nuevamente la renuncia del presidente. Altamira se había convertido en el sitio ideal. Era el lugar de encuentro del pueblo bolivariano que junto con los medios de comunicación privados y un grupo de militares, entre ellos los generales Enrique Medina Gómez y Néstor González González, y el sub teniente Colina llamaban a la renuncia del mandatario.
Entre tanto, Hugo Chávez llamaba tal acto como desestabilización contra el gobierno, pero para Colina el pacto de no agresión con la guerrilla colombiana y las unidades militares era algo absurdo que contradecía su formación militar, “denuncié la presencia de la guerrilla colombiana en territorio venezolano, además de la presencia e influencia del G2 cubano en el adoctrinamiento e intento de cambio en las fuerzas armadas venezolanas, lo que para mí se constituía y constituye en el delito de traición a la patria”.
Era una denuncia pública y una alerta de concientización a la sociedad para que supieran a donde los llevaba el régimen de Hugo Chávez, a quien se le exigía, desde la Plaza Altamira, la renuncia por violación a la Constitución y a las leyes de la república.
Esta era la segunda vez que un militar le exigía la renuncia a Chávez durante el mismo año, pues desde antes del golpe o vacío de poder en abril de 2002 ya habían insatisfacciones internas en el cuerpo militar, algunos pronunciamientos individuales hacían parte de la crisis política y la Constitución de 1999 que había aprobado leyes que fueron debilitando la institución militar que para muchos venezolanos se fue convirtiendo en un partido político armado.
En Venezuela y en Ecuador, la Constitución es el manifiesto de triunfo de un partido político que logra llegar al poder, por lo tanto, no es un consenso democrático, pero sigue siendo una constitución en la que se sométete tanto los ciudadanos como las fuerzas militares, aun si esta atenta contra los derechos humanos o es una evidencia de abuso de poder. Para Luis Andrés Fajardo, especialista en Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario de la Universidad de Alcalá de Henares, “la única solución para cambiar o reformar la constitución cuando no se llega un acuerdo legitimo es un golpe de estado. La constitución es la norma de normas que establece los límites de poder de cada rama, establece las funciones. Todo lo que se haga por fuera de la constitución es ilegal”.
‘Nadie está obligado a ser militar’
La manifestación en la Plaza Altamira que había iniciado con 14 militares de alto rango se extendió a 135 oficiales superiores y subalternos, quienes sostenían que la única salida a la crisis era la desobediencia legítima, amparada en el artículo 350 de la Constitución Bolivariana. Para los militares la salida de Chávez era inminente.
Aunque no se logró la renuncia de Chávez, la vida militar y personal de Colina había cambiado su norte, pues su posición estaba radicalmente en contra del régimen venezolano, el cual permitía la injerencia castrista en Venezuela y el apoyo al conflicto interno colombiano.
“La decisión de apoyar o no apoyar a las Farc puede ser considerada una violación al DIH o a las reglas de la guerra, pero dependiendo del apoyo que les den, porque si es una decisión política interna del estado apoyar a un grupo insurgente dándoles refugio, entonces no es una violación a los DD.HH, pero si una violación interna”, afirma Fajardo. “Yo creo que la posición correcta sí es oponerse, pero no como un derecho humano del militar, sino como una decisión política que implique el retiro de la institución. Finalmente nadie está obligado a ser militar”.
foto: facebook.com/TenienteJoseColina
La clandestinidad
A finales de 2002, aún se señalaba en los medios públicos la participación militar en abril y octubre como una acción auspiciada por factores de derecha. José, junto con Germán Rodolfo Varela desarrollaban entonces una campaña de información a la población civil sobre la presencia de la guerrilla y el G2 cubano en Venezuela, lo cual generaría presión por parte de la sociedad para lograr la salida de Chávez del poder. “Esta actividad estaba creciendo con simpatizantes”, afirma José, hasta que sucedió el asesinato de tres soldados que habían formado parte de los militares de Altamira y una mujer que los acompañaba. Sumado a esto, días después de los homicidios se produjeron atentados con explosivos en la embajada de España, el consulado de Colombia y algunos medios de comunicación.
Colina estaba entre los sospechosos, “el régimen aprovechó las explosiones en estas sedes diplomáticas que fueron realizadas por ellos mismos para perseguirnos y criminalizar a la oposición. Para nadie es un secreto que esas bombas fueron colocadas por funcionarios del Sebin (Policía Política) que en ese momento estaba bajo la dirección de Miguel Eduardo Rodríguez Torres, quien ahora es el Ministro de Interior y Justicia”, afirma el militar.
Ahora Colina y otros militares eran objeto de una persecución política dentro de Venezuela.Eran tildados de terroristas por el comisario Víctor Ramos Salas y se ofrecía una recompensa por su captura. Su vida ya no consistía en defender los derechos humanos, ni en portar un uniforme y armas, tampoco era conspirar en contra de un gobierno ‘ilegitimo’, ahora era la clandestinidad, la cual logró mantener durante ocho meses en Venezuela hasta que los organismos de seguridad del estado, específicamente la policía política y los grupos paramilitares del gobierno, obligaron su salida. “Buscaban mi eliminación física”, afirma.
“Irónicamente esa estrategia de catalogar de terroristas a quienes han tenido una posición firme en contra del régimen que impera en el país, es una estrategia cubana que busca criminalizar a los que no piensan igual que ellos”, dice Colina.
El sueño americano
Tras ocho meses de clandestinidad Colina viajó a Colombia donde se refugió dos meses y luego emprendió su camino a Estados Unidos, único país donde estaría fuera de peligro, aprovechando las tensas relaciones entre el país socialista y el norteamericano.
No obstante, cuando José creía poder demostrar su inocencia y proteger su vida, solicitó asilo político al arribar al Aeropuerto Internacional de Miami, donde fue puesto bajo la custodia de las autoridades de inmigración. “Comencé a tramitar mi caso de asilo, al mismo tiempo que el gobierno de Venezuela solicitaba mi extradición de los Estados Unidos, acusándome de terrorista”.
Luego de 14 meses de audiencias, el Juez de Inmigración, Neale Foster, negó la petición, aunque logró detener la deportación a Venezuela amparado bajo la Convención de las Naciones Unidas contra la Tortura. Finalmente, la Fiscalía de Inmigración apeló la decisión del juez, pero José Colina tuvo que estar privado de su libertad durante un año y dos meses más. “Realice entonces una huelga de hambre de 33 días, y obtuve una negociación con la fiscalía que me dejó en libertad bajo un sistema de supervisión mínima”.
Seis años después de su exilio, Colina fundó la Organización de Venezolanos Perseguidos Políticos en el Exilio (Veppex). Y aunque enfrenta constantes amenazas desde los medios y en las redes sociales, su vida seguirá dedicándose a rechazar lo que no pudo hacer cuando pertenecía a la Guardia Nacional.
1 Comentario
Totalmente de acuerdo,eso pasa en nuestro pais, estamos invadidos por los cubanos de los castros, por los chinos, los iranies, los rusos y pare de contar, ahora nos traen los palestinos y le daran todo lo que necesitan. Mientras nosotros los venezolanos, nacidos en la tierra de BOLIVAR vivimos como extranjeros. Tiene que llegar el momento mas tarde que nunca y salgamos de esta catastrofe polìtica. Chavez murio,eso es cierto, pero no es menos cierto que nos dejo peor aun, su gobierno para mi fue malo, no quiso administrar el presupuesto para los venezolanos y completo dejando a una persona que no administra ni su hogar y de polìtica sabe lo que yo se de medicina. El futuro no muy lejano nos darà la razon. Adelante amigo COLINA. Unidos venceremos.