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VAN GOGH: UNA REALIDAD TRASTORNADA

A un año de que se conmemoren 125 años de su muerte, un estudio de producción británico y una ilustradora polaca ultiman una película sobre la vida del artista holandés en la que cada fotograma será una pintura al óleo ¿Quién fue Van Gogh?

Sólo la muerte lo hizo rico. Esos cuadros que hoy cuestan más de 80 millones de dólares y son apetecidos por los más refinados críticos de arte y coleccionistas, fueron hechos por un hombre sumido en la pobreza.

Si Van Gogh viviera hoy sería uno de los hombres más adinerados del mundo, pero fatalmente su propia mente lo condenó a partir de una forma prematura a una eternidad que tal vez él mismo había pintado en sus momentos de inspiración o quizá más bien en su miseria absoluta.

Vincent van Gogh produjo todo su trabajo (unas 900 pinturas y 1.600 dibujos) durante un período de solamente 10 años (etapa de 1880-1890) hasta que sucumbió a la enfermedad mental (posiblemente un trastorno bipolar o un síndrome de epilepsia).

Su magia no estaba en las manos con las que impregnaba magníficas obras que pasaban sutilmente de lo abstracto a lo bello, entre los que tomaban gran relevancia las figuras humanas. Tampoco había magia en sus ojos, con los que escudriñaba y apreciaba fielmente paisajes y escenarios, como sentimientos que muy fielmente expresaba en el lienzo. Todo el encanto yacía en su mente, esa misma que lo mató cuando apenas llegaba a los 37 años.

Su mundo era una realidad trastornada. Esa cabeza traicionera, que parecía más bien un vaivén de sentimientos, creó escenarios nunca soñados en los que confluían perfectamente retratos de seres humanos agobiados por el olvido y el infortunio, pero representados con llamativos colores. Tal vez era un espejo de sí mismo, de su propia desgracia, de sus propios delirios, de su inspiración, pero sobre todo de su propia miseria.

Decidió ser pintor cuando tenía 27 años y siempre quiso reflejar la vida en sus obras. Su carrera en el mundo artístico estuvo marcada por los lugares donde vivió y trabajó. Extrañamente, contrario a la angustia que se guardaba en su ser, las obras que dejó al mundo son llenas de una energía expresiva tal que fue capaz de unir a la humanidad con una nueva forma de plasmar la realidad de las imágenes.

Ese pintor que no logró vender ni un solo cuadro en vida, es el mismo por el que hoy se pujan obras que sólo pueden ser adquiridas por multimillonarios que sin darse cuenta guardan en sus colecciones las pinturas de un humilde y atormentado hombre.

Vivió como cualquier condenado en la tierra. Atendió un restaurante, fue misionero y vendedor de arte. Por sus manos pasaron decenas de obras que tenían mucha acogida en la época, pero para su infortunio ninguna era suya.

Durante sus últimos años era sólo un cuerpo que divaga por el mundo, mientras su mente emprendió hace mucho tiempo un viaje sin retorno. Su memoria naufragó en sus propios recuerdos. Nunca pudo superar el estado de melancolía y soledad en el que se encontraba.

Prueba de ello es que perdió una oreja y también la cabeza. Éste es precisamente uno de los episodios más conocidos en su vida. Por causa de una de sus tantas traiciones mentales, en 1888 Vincent Van Gogh se paró frente a un espejo y se cortó la oreja derecha de un solo tajo. Luego, según cuentan los historiadores, tomó un trozo de papel, envolvió la oreja y la dejo a la entrada de un prostíbulo.

Así fue su paso por ésta tierra en medio de inspiración y desvaríos. Su vida breve y trágica, llena de amarguras, malos momentos, frustración y locura lo llevaba a actos descontrolados, pero ninguno como el de aquel 20 de julio de 1.890. Mientras paseaba por el jardín tomó un revolver y lo apretó fuerte contra su pecho. Luego todo fue un destello de plomo. A partir de éste momento nació el mito. Vivió Van Gogh.

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