“Triqui, triqui, Halloween ¡Quiero dulces para mí!”
Durante mucho tiempo la celebración de Halloween ha sido vista como una fiesta demoníaca que es vendida a su vez como una fiesta infantil. ¿Realidad o mito?
La historia del Halloween es casi tan antigua como el tiempo mismo. Esta celebración, plagada de monstruos, espantos, hechiceros y brujas tiene su origen en los antiguos ritos Celtas que se celebraban en los bosques de Caledonia, más allá del muro de Adriano, al norte de Inglaterra, donde los antepasados de los actuales escoceses celebraban las Bonfire Nights para espantar a los espíritus que poblaban su nutrida mitología.
El áspero contacto de la Civilización Celta con la Romana hizo que, durante la Edad media, se condenaran muchas de sus costumbres que causaban, cuando no miedo, sí una profunda desconfianza. Mas éste no fue un hecho aislado. Múltiples fenómenos históricos (la peste negra, los discursos apocalípticos del año 1000 y el avance del Islam; la consolidación de la cultura judía y los problemas de inclusión de las mujeres en la sociedad medieval), hicieron que este comportamiento institucionalizara por toda Europa una persecución a “lo distinto”.
Las Brujas: protagonistas del “Halloween”
La edad media es un periodo de claroscuros. Si bien es cuando florece el arte y la cultura también es un periodo de profunda oscuridad para muchos sectores de la sociedad. De este modo, se entiende que no se pueda juzgar con argumentos de hoy a una sociedad que concebía el mundo de una manera diferente.
La mentalidad religiosa de esta época, concretamente la cristiana, proscribió, entre otras cosas, la sensualidad. Esto, debido al código moral propuesto por las Órdenes Mendicantes que, en gran medida, extendían dicha mácula a la mujer, marginándola de los espacios de enseñanza. La mujer era vista como un objeto de deseo al que se reprimió con saña, creando una política de terror sobre la sexualidad.
En síntesis, el miedo a lo desconocido y lo incontrolable que permea la organización social, entiende la realidad en un esquema de bien/mal; luz/oscuridad. De este modo, cuando algunas mujeres poseen algún saber de origen incierto, normalmente relacionado con el manejo de las plantas, se le califica como “bruja”.
En todas las culturas ha habido brujas. Se puede encontrar el concepto en todos los continentes. Brujas buenas o malas, se reconocen como poseedoras de saberes arcanos que, como ellas mismas, siempre han tenido lugar en la historia de la civilización.
Las brujas de origen occidental, dentro del contexto medieval, son aquellas mujeres que tienen un pacto con el demonio. Son pelirrojas porque son escocesas, es decir, de origen celta. Son, además, sirvientes del demonio, a quien se le asigna un sistema burocrático para hacer de sus artimañas algo más comprensible. De este modo es que se crea un imaginario administrativo demoniaco. Ellas, en teoría, renuevan las fiestas en las que se hace tributo al demonio. El imaginario del miedo en occidente durante la edad media surge de estas celebraciones y las mitologías sobre las que se enmarcan.
Las fiestas en que se rinde tributo al diablo coinciden con las celebraciones de la cosecha. Solsticios, equinoccios y cambios de estación. Aún hoy se celebra en los países del centro y del norte de Europa, del 30 de abril al 1 de mayo, el Walpurgis o “la noche de Brujas”, que coincide con el paso de la primavera al verano. La última celebración de este tipo durante año es Halloween, en la que se celebra el paso del otoño al invierno. Dentro de la lógica de la Mitología Celta, Halloween es la fecha en la que todos los espíritus están sueltos; cuando los Goblins, personajes mitológicos similares a los duendes, hacen fechorías por última vez antes del letargo del invierno.
Las brujas son, en realidad, chamanas. Conocen el poder curativo de las plantas. Al haberse restringido el acceso al conocimiento a las mujeres, se les castiga por manejar saberes que muchos desconocen y, además, por no encajar en la estructura social que hace de las mujeres objetos de pertenencia. Son entonces las brujas piedras sueltas dentro de la estructura social. Resultan sospechosas. Se les teme y se las asocia con la muerte.
Wualpurgis y All Hallows’ Eve: el Halloween moderno
En medio de las guerras religiosas en las que se envuelve Europa en tiempo de la reforma y la contrarreforma, y luego del descubrimiento de América en 1492, se dan en el nuevo mundo proyectos religiosos utópicos.
Llegan a Norteamérica los puritanos, que buscan un lugar en donde poder ejercer con libertad su religión. Con ellos llegan las fiestas que buscan alejar a los malos espíritus que tienen como antecedente las bonfire nights, de tradición celta, que se enmarcan en la lógica medieval. También llega el imaginario de las brujas que, luego, tal como en el viejo continente, serán perseguidas en las tristemente célebres cazas. Especialmente macabra es la historia de “Las Brujas de Salem”, una búsqueda fanática de brujas que causó la muerte a más de 20 personas sin un sustento verdadero en la realidad.
En EE.UU., paulatinamente se pierde el carácter terrorífico y ya en el siglo XIX, con la masiva migración de irlandeses a EE.UU., se convierte en una fiesta infantil, dada la importancia que cobra la participación de los niños en la necesidad de causar ruido durante la celebración. De hecho, en las fiestas que se realizan en Norteamérica es donde surge inicialmente el Halloween, contracción de ‘All Hallows’ Eve, ‘Noche de Todos los Santos’. La fusión de la ‘Noche de Todos los Santos’ y la antigua bonfire night deja de ser asociada con la muerte y empieza a ser vista como una celebración en la que los niños, disfrazados con atuendos que emulan a las criaturas antiguamente temidas, se divierten pidiendo dulces.
Halloween en Colombia
A pesar de ser una fiesta que está lejos de pertenecer a nuestras raíces culturales, nuestro país no es ajeno a esta celebración. Cada año es posible ver en muchas de nuestras ciudades como miles de niños salen en la noche del 31 de octubre a pedir dulces entonando cantos en numerosas zonas comerciales. Una multitud feliz, acompañada por sus padres, que en ocasiones también se disfrazan, va por calles y pasillos de centros comerciales armada de calabazas de plástico disfrutando de la noche.
No es poco frecuente que se busque desmotivar la celebración al considerar que tanto los cantos como los antecedentes históricos de la fiesta tienen cierta influencia satánica. De este modo, se ha privilegiado cantar “Quiero paz, quiero amor, dame dulces por favor” sobre el clásico “Triqui-Triqui, Halloween. Quiero dulces para mí… y si no me das, te rompo la nariz”. Todo esto, con el ánimo de promocionar costumbres más pacíficas entre los niños.
Más allá de esto, la costumbre cada año toma más fuerza y renueva atuendos con los superhéroes y los supervillanos de turno. Si bien es cierto que nunca deja de haber en la calle un Superman o un Batman, ahora también están Ben 10, Dora la exploradora y Perry el ornitorrinco. Los nuevos, mejorados y cada vez más terroríficos Zombis también se han sumado a los clásicos disfraces de Guasón, Freddy Krueger y Jason que deambulan por las calles con otros antihéroes de películas y series animadas.
En los últimos años, novedosas costumbres se han añadido a la ya peculiar celebración. Además de los niños y los padres, se disfraza también a las mascotas, en particular, a los perros. Canes de todos los tamaños y razas van por la ciudad junto a sus amos con esmoquin; se celebran fiestas temáticas de toda índole con concursos al atuendo más creativo. En conclusión, del sentido diabólico de la fiesta poco queda. Hay que celebrar en familia y con las precauciones de rigor. No perder de vista a los niños y, en lo posible, evitar disfrazarlos con atuendos que incluyan máscaras. ¡Feliz día de las brujas!
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