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Las lecciones de Svetlana

Aquella tarde Karina era la encargada de traducir las respuestas de la reciente Nobel de Literatura, Svetlana Alexiévich, en su visita a la Feria Internacional del Libro de Bogotá (2016). La periodista Bielorrusa contestaba a las preguntas de la escritora colombiana, Laura Restrepo; mientras que Karina, muy atenta, nos transmitía vía auricular, las respuestas de la reconocida escritora europea.

En los diferentes eventos que participó Alexiévich comentó sus experiencias en la tragedia de Chernóbil y en la invasión soviética a Afganistán. En su presentación en la Filbo dejó lecciones de periodismo y literatura. De paz y vida, sobre todo; y a la vez idóneas para el punto bisagra al que se acerca nuestro país cuando los diálogos de la Habana se concreten.

Si bien es cierto que los conflictos sociales que vivieron bielorrusos y colombianos son totalmente distintos -como de manera oportuna anotó Alexiévich-, el recrudecimiento de la guerra en sus territorios durante décadas y poseer actores armados crueles y autoritarios han sido aspectos similares entre los dos países.

La más reciente Nobel de literatura cree que la ocupación nazi y la experiencia soviética en Bielorrusia tienen mucho que aportarles a los colombianos. Alexiévich, una humanista por encima de todo, advierte que cuando las ideas políticas quieren cultivar una memoria guerrerista o cuando los estados quieren vender la consigna de ir a combatir en “guerras justas” por paupérrimos nacionalismos, la barbarie, irremediablemente, viene después. O peor aún,  la creación de mercenarios a sueldo que luego no le rinden cuentas a nadie, perpetúa el horror y la muerte.

Aquella tarde en el auditorio José Asunción Silva de Corferias los ojos de los asistentes brillan y en algunos se intuían lagrimas ante la sabiduría de la Nobel. “Zanjar las disputas por medio del dialogo y construir un país digno y justo es la salida. Dejemos que cada uno cuente su verdad. Hasta los victimarios tienen derecho a hacerlo”, expresó de manera enfática Alexiévich.

La escritora europea, por no ceñirse a seguir los derroteros que la historia oficial marcó, ha sido víctima de la dictadura de Lukashenko, quién ha estado presidiendo el gobierno bielorruso en los últimos veintidós años. Los libros de Svetlana son absurdamente costosos y para ella, esta es una forma de censurarla, de invisibilizarla. Tampoco puede participar en foros y mucho menos aparecer en medios de comunicación.

Ahora, con el premio Nobel ha tenido un poco de publicidad, dice la escritora de 65 años de edad. A colación de la censura que ha vivido en su país dejó una reflexión que para el gremio de comunicadores y periodistas del postacuerdo, creo valiosa: “Ignoro que el gobierno de Lukashenko me censure. Mi corazón está tranquilo porque en la calle la gente me reconoce, me abraza y me agradece por haberles dado voz. Quienes estamos encargados de narrar la historia tenemos que estar siempre del lado de las víctimas y de la bondad”.

En un punto de la entrevista la traductora, Karina, se ve obligada a parar. El público empieza a cruzar miradas y a reprochar que las palabras de Alexiévich no están siendo traducidas. Otra traductora tiene que secundarla en la traducción, mientras que en segundo plano, imperceptiblemente, se le escucha sollozar. La gente se olvida del problema cuando la traducción vuelve a tomar sentido.

Días después se da a conocer que las declaraciones de Svetlana han conmovido en demasía a la traductora. Las vidas de los padres de Karina fueron cegadas por la radiación nuclear que azotó hace treinta años a una parte de Bielorrusia, después del desastre de Chernóbil. La conversación de las dos escritoras se cierra con un aplauso cerrado. Sin duda alguna las palabras de la Nobel han calado en el auditorio. Sin embargo, lo mejor de esta entrañable reportera de historias marginales se encuentra en sus libros, retratadores de la crudeza, abyección y locura humana en contextos de guerra o tragedia.

Adenda: A menos de doscientos metros de donde Svetlana era entrevistada en la Feria del Libro, el procurador Ordoñez, acompañado de sus huestes, presentaba su libro sobre el proceso de paz. Certero el comentario de Carolina Sanín al respecto: “El procurador hace 37 años se dedicaba a quemar libros y ahora los presenta en la feria. Qué paradójico”.

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