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¿MUERTOS QUE AUN HABLAN?

Por: Juan Guillermo Barbosa

Con sus cien años de fundado, el pueblo de San Bernardo cuida y protege estos curiosos personajes que le dijeron no a desaparecer del mundo de lo tangible.

“Téngale miedo a los vivos, no a los muertos”: así me respondió mi papá en tono burlesco cuando de niño le pregunté si él sería capaz de dormir una noche en el cementerio, que para ese entonces me parecía aterrador. Poco después, me di cuenta que los muertos no son los zombies que se ven en las películas, pero que éstos sí pueden hablar.

Dice el Génesis: “Polvo eres, y en polvo te convertirás”, ésa es la frase  plasmada en la Santa Biblia, explicando  que cualquier ser viviente sobre el planeta Tierra será condenado a desaparecer, hasta los huesos, de esta existencia.

Sin embargo, un grupo de intrépidos personajes sin fama ni gloria se encargaron de evadir este adagio, hasta el punto de permanecer hoy en vitrinas, que desafían las leyes divinas, físicas y hasta las coherentes palabras de mi padre.

Mientras que en Egipto, las momias más populares, son la prueba fidedigna de que la conservación corporal existe después de la muerte, con sus excéntricas preparaciones de lino y aceites para llevar a la eternidad a sus faraones, en San Bernardo, Cundinamarca, existe un humilde pero interesante mausoleo de estos restos pero originados bajo un proceso natural, cuyos personajes eternos son anónimos, pero llevan y cuentan con ellos la historia de un pueblo diferente y luchador.

Este pueblo, ubicado a tres horas de Bogotá, es caracterizado entre muchas otras cosas como el hogar de las momias naturales, misterio que ha logrado atraer la curiosidad de miles de personas a nivel nacional.

El cementerio, que es la antesala al mausoleo, tiene un peculiar aroma a pino, el profundo silencio para el respeto a los difuntos y miles de flores artificiales, para impedir la llegada de insectos adictos a la carne muerta y mantener la higiene para los turistas.

Con sus cien años de fundado, el pueblo de San Bernardo cuida y protege estos curiosos personajes que le dijeron no a desaparecer del mundo de lo tangible. Para la entrada a la cripta, por una cómoda entrada de dos mil pesos para adultos y mil para niños, se muestra en su sala principal a varias momias que, a diferencia de lo que se piensa, la minoría no nacieron en ese pueblo, pero que al morir allí se convirtieron en momias, personas provenientes de Junín, pueblo también ubicado en Cundinamarca, por ejemplo.

Pero, ¿qué origina este proceso? Las hipótesis surgen, pero ninguna logra mostrar la verdad absoluta. Muchos de sus habitantes, manifiestan que los “finaos” lograron llegar a ser momias por dos frutos típicos que crecen y se comen por montones en la región: La huatila, o papa de pobre, es una fruta caracterizada por ser regenerador celular y benefactor del sistema circulatorio, y el balú o también llamadochachafruto, que tiene forma alargada y es rico y minerales y proteínas; según Claudia Pinilla, habitante de San Bernardo, quien habla sobre estos alimentos sin saber sobre sus propiedades nutritivas.

Así también lo aseguró Margarita Alba de Acero, fiel devota del catolicismo y que también participa de los cantos en la iglesia principal del pueblo, dice que estos dos frutos anteriormente mencionados cooperan para que los cuerpos permanezcan en ese estado, y agrega que es en la tercera movilización del cementerio que comenzaron a aparecer las momias.

Volviendo al sonido de la brisa y al silbido de los pájaros que anidan cerca al camposanto del pueblo, doña Dora Monroy, administradora y también encargada del aseo del cementerio al igual que del mausoleo, cuenta que a pesar de que hay un afiche en el lugar mostrando como hipótesis las frutas, no se sabe aún el porqué ocurre este “fenómeno natural”. Por otro lado también comenta ella que “hay épocas” donde la gente no siempre llega a montones, como cree que se piensa, para ver a estos despojos inmortales.

La señora Monroy también dice que en un promedio de cinco años, los muertos, con la previa autorización de sus familiares son exhumados, y con algo de suerte, logran encontrar los cadáveres totalmente secos, para pasar a hacer parte de la exposición. Un cuarto subterráneo en el que se encontraban más momias sin identificar fue cerrado tras una orden en 2008, lugar donde causaba más terror entre los visitantes, pues las condiciones de higiene eran terribles, a lo que doña Dora afirmaba que “o cumplía el decreto o se cerraba el cementerio”.

A pesar de que la mayoría de los sanbernandinos creen ciegamente en que aquellos alimentos son la razón principal de la trasformación, la ciencia afirma otra cosa. El doctor César Sanabria, perito en antropología forense de Medicina Legal y partícipe en el Grupo Nacional de Patología, afirma que aunque hay una falta de una investigación profunda de este hecho, ni la huatila, ni el balú influyen en el proceso de momificación.

“No tiene nada que ver, yo considero que todos estos cuerpos que se han momificado se deben a fenómenos ambientales básicamente” dice el doctor Sanabria. “cuando un cadáver pasa por el cementerio de San Bernardo, ocurre lo mismo que en cualquier otro mismo lugar en el mundo: se le extraen las vísceras, se le aplica formol y al ponerlo en un ataúd, se genera un microambiente diferente que afuera, añadiendo que también ocurre otro microambiente al sellar la tumba en una bóveda. Este ambiente impide la entrada de moscas o insectos que descompongan el cuerpo”. Con esto, una nueva hipótesis nace: a falta de estos animales, cualquier cuerpo pueda lograr momificarse al estar totalmente deshidratado.

Pero entonces, ¿por qué no todos los cadáveres en el mundo se vuelven momias? A esto, el doctor Sanabria afirma que es el desconocimiento de la gente lo que hace crecer el mito de las frutas, cuando en verdad la falta de un óptimo sellado permite la entrada de los animales descomponedores que realizan su trabajo de dejar en huesos a los difuntos.

Las momias también se hacen presentes en otras partes del mundo, como es el caso de Guanajuato, en México, que a igual de San Bernardo, poseen las mismas condiciones y características físicas como momias, a lo que también el doctor Sanabria afirma que es otra de las pruebas que ayudarían a desmentir que los famosos alimentos cooperen al proceso natural.

Las campanas de las doce, anunciando la misa obligada para seguramente todos los habitantes del pueblo se hacen escuchar a metros del epicentro, lugar que se ha caracterizado por velar a los personajes que ahora permanecen inmóviles por la eternidad. En los varios afiches del mausoleo, se habla de doña Onofre Susana Acero de Pedraza, nacida en Junín en el año de 1911 y sepultada, casualmente con el vestido de sus cincuenta años de casada, en San Bernardo en 1987. La señora Acero fue caracterizada como una dama apegada a la religión, nunca faltaba a una misa y fue considerada como una excelente ama de casa.

Asimismo, es el caso de Saturnina Torres de Bejarano, quien con su esposo, Ismael Bejarano, trajeron a esta existencia a doce hijos. Con su biografía, mucha gente confía en que las frutas volvieron momia a doña Saturnina, pues se dice en aquel informe que en vida cultivaba por montones el balú y la huatila.

El mausoleo, que consta de dos pisos, también cuenta con unas pequeñas momias que aumentan el misterio: bebés momificados que muchos se preguntan cómo lograron llegar a ese estado; mientras que los habitantes se apoyan en que las madres comían esos alimentos cuando estaban gestando, el doctor Sanabria afirma que con esto es la última razón para descartar que las frutas no puedan crear la momificación.

En lo que sí coinciden, es que en un periodo de tres o cinco años, se da el resultado para ver con fascinación y algo de temor el proceso de abrir una tumba y ver los restos: si éstos se desintegraron o se mantuvieron “firmes”.

Las momias hablan, pues en sus biografías están las historias de un pueblo que sigue dando de qué hablar a nivel nacional e internacional. Mi padre, que también nació en San Bernardo, debería reformar su dicho, pues él mismo podría asustarme, algún día, en una de esas vitrinas, a pesar de que él prefiera ser cremado cuando le llegue el momento.

El misterio continua, mientras la señora Monroy revisa a diario quien se postulará como candidato(a) de mostrase para la eternidad en San Bernardo, tierra de cultivos, ferias, una iglesia enorme y un cementerio que se parece a la cerveza Águila, que siempre se toma en el pueblo y se puede acuñar a su slogan, sin igual y siempre igual.

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