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PUERTO CANDELARIA: ESTA ES UNA CUMBIA REBELDE

¿Sabías que existe, un absurdo país llamado Colombia? ¿Y sabías que allí, existe un lugar sonoro, imaginario y a la vez real?

Puerto Candelaria es sabor, chucu-chucu, todo lo que la cumbia underground y el jazz a lo colombiano podrían desembocar en seis artistas; que no solo viven en un pueblo imaginario, sino que además, tiene vida desde el momento en que el Sargento Remolacha toca los primeros acordes para dar paso a la melodiosa voz del Rey de la Montaña: Eduardo González.

Puerto viene de un gran país, con extraños animales y bellos lugares, ciudades de cemento y selvas tropicales; un ambiente perfecto para que tres músicos, Jose Tobón, Juan Diego Valencia y (por gracia divina) Eduardo González, crearan un sonido latino-cumbiero/salsero con influencias de Pacho Galán y cuanta música sinfónica, clásica y hasta brasileña llegara a sus manos. En busca de lo que hoy es fusión y que de repente se convierte en una sutil crítica, sarcástica y teatral, de la realidad de este absurdo país.

Formalmente este Puerto se fundó en marzo del 2000, pero la idea cuajó con su primera aparición en el Mono Núñez. Tan controversial como su música, su puesta en escena suscitó la división de opiniones entre los principales críticos musicales del país que presenciaron la aparición de una corriente en la escena, la de las nuevas músicas colombianas, el comienzo de una banda que vende un CD a 20 mil y dos a 40 mil.

Su encanto va más allá de la música. El Sargento Remolacha (Juancho Valencia), el Galán (Eduardo González), Cosito (Juan Aguilar), el Loco (Jose Tobón), Didix, el niño (Didier Martínez) y Barromán (Cristian Ríos) no son personajes, son los alter-egos de los seis habitantes de este extraño pueblo que muestra lo más puro y real de sus artistas “Porque los hombres también son seres humanos”. Ay ay aayaayyyyyy.

Y es que cada uno de estos ilustres candelarios cumple una función dentro de esta región cerebrovascular. El Galán, a pesar de su introversión, enamora a todas sus fanáticas con su irreverencia; Jose el Loco, es más disciplinado de lo que parece, también las trae a todas locas, pero ya le declaró su amor a una sola; Cosito tiene el sabor, su interpretación con el tambor alegre es casi tan alucinante como el movimiento de sus caderas; Barromán es reservado, pero demuestra con su trombón que es el jefe de jefes, porque no hay extravagancia que el dinero no pueda comprar; Didix, el niño, es el ejemplo de que el mundo de hoy no lo lideran los rockstars, sino el músico vivo que supo estudiar.

¡Ah! Y el Sargento. El que manda la parada, arma la recocha, recoge la vaca, llama a lista, pero principalmente, el que se encarga de la composición, creación y programación “Todo es fríamente calculado”; él hace la estructura, lleva la idea principal, las partituras bien escritas, “no hay paso a la improvisación –explica Valencia-. “Mientras cada uno va aportando su conocimiento se empieza a conceptualizar la canción. Se miran los elementos interdisciplinarios para materializarla. Se asimilan todas las disciplinas para poder enviar el mensaje, cada canción está articulada por muchas personas que alimentan el grupo y ayudan a su formación”.

Porque Puerto Candelaria tiene más ciudadanos ilustres. El teatro Matacandelas y otros artistas como Suso y el grupo El Águila Descalza han ayudado en la creación del show. Los músicos Maite Hontelé, Dj Pulpo, Juan Fernando Giraldo y Angélica Londoño, entre otros, los han acompañado en algunas de sus presentaciones y discos; y artistas visuales como Carolina Vieira, Sofía Carvalho y Otrocuento Audiovisual han hecho del todo, una idea sensorial, artística y real que identifica a este pueblo imaginario con una plaza popular y trajes más sonoros que sus propios personajes.

Pero quizás el alma de esta organización está en dos personajes que ya son parte del grupo: Gabriel Vallejo y Juan Felipe “Coco” Arango. El ingeniero y el papá, el uno tan llevado por el realismo mágico que su tocayo García Márquez y el otro con lo pies tan en la tierra que es, en definitiva, quien comanda el mundo de este extraño lugar.

Merlín, el paraíso terrenal del Puerto, la casa de operaciones o la central. La guardería de ahora ocho artistas, que no solo han puesto su atención en su imaginario mundo real; sino que decidieron conformar un estudio para desarrollar otras ideas como músicos. La República, La Trópico Big Bang y Maite Hontelé: el amor de Juancho, lo que llegó de Holanda, junto a los suecos y las buenas recomendaciones del Festival de Jazz de Mar del Norte.

Los raros
En este lugar, donde se duerme parado y se camina en un solo pie, los niños nunca crecen y las ideas vuelan en el aire, pues no hay uno más puro y verdadero como el que habla de su realidad sin tapujos, ni extremismos. Este no es el mundo de Peter Pan ni de pianos Roland, es el mundo del Principito y de un teclado Nord (análogo, valga la aclaración). Es el lugar donde la batería la tocan dos -porque estar de pie da más energía ¡Uepa eh!-, donde la olleta está estratégicamente al lado izquierdo del bombo, porque suena como una campana, y donde el agua no puede faltar porque el cumbión botellón no es cumbión sin las botellas y el balde que hace de tambor.

Inminentemente este lugar es solo para raros, para monolocos que se atreven a cantarla: solo con porro pongo loco, loco monto moto corro todo borro, borro todo tonto no compongo, solo compro, -y a grito herido- yo, mono loco no conozco otro modo.

Los raros que van hacia delante mirando hacia atrás en busca de chucu-chucu y música tradicional. En la presencia de un lugar al que sí no se va, no existe. Aunque este Puerto ya cuente con visitantes frecuentes, un grupo de raros liderados por ‘Lorex’ y un departamento jurídico en Medellín, Bogotá y Cali que ya cuenta con más de setecientos seguidores.

Los candelarios son la ‘Crazy Cumbia‘ de Europa, el ‘Grupo Controversia’ para el Mono Núñez y la Cumbia Rebelde que no se vende en este gran país, donde no han querido crecer emigrando a Bogotá, ni hacer música comercial para ganar su primer millón.

No son un grupo de masas ni de radio comercial, pero si un grupo que transforma y se transforma: electrónico, popular y cumbianchero; el puerto crece en medio de un panorama donde el negocio socio domina la parada, pero en el que también muchos oídos, ojos y pies prefieren lo raro de esta cumbia underground, de un absurdo país llamado Colombia.

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