ALTUSUncategorized

LLERAS CAMARGO EN BICICLETA

Imaginarse al expresidente Lleras Camargo montando en bicicleta no es fácil. Pero la siguiente imagen no sólo es inverosímil, sino también surreal: él está cómodamente acostado un domingo mientras, a lo largo de su cuerpo, pasan cientos de ciclistas.

Alberto Lleras está bocarriba, junto a los Cerros Orientales de Bogotá y con su cabeza hacia el norte. Los deportistas transitan por el lado derecho. Por su costado izquierdo hay un flujo permanente de carros y buses que lo recorren de los pies hasta la calva.

Por supuesto, no se trata más que de una fantasía. Pero en esta historia el líder liberal bien podría haber sido rey, en lugar de dos veces presidente. La razón es que la vía aquí descrita se llamó Camino Real desde la Colonia, y mantuvo esa denominación hasta poco antes del segundo periodo de Lleras en la Casa de Nariño (1958 – 1962).

Para esas fechas hacía ya tiempo que se le había asignado un número a la vía: el de la suerte. La carrera Séptima ha sido el principal eje de Bogotá casi desde su fundación. Llegó a ser avenida, pero nunca autopista. Sin embargo, los bogotanos saben que a largo de sus 22,5 kilómetros se mueven, además de buena parte del tráfico capitalino, una gran cantidad de actividades culturales y deportivas.

La escena dominical descrita al inicio corresponde a una de esas tradiciones de la ciudad: la Ciclovía. Desde las 7:00 a.m. del séptimo día, la Séptima se transforma (también lo hace los festivos): hasta las dos de la tarde, los automotores deben ceder tres carriles a pedalistas, patinadores, peatones y hasta mascotas. Talleres para bicicletas, puntos de atención médica primaria, instructores de aeróbicos y controladores de tráfico, comparten también la calzada norte – sur.

La historia comenzó como un experimento en 1974, desde el centro hasta la calle 72. En 1976 las ciclovías fueron oficialmente creadas. El tramo de la Carrera Séptima se mantuvo más o menos constante durante los siguientes 20 años, a pesar de las variaciones en otros circuitos. Pero después de 1996, se extendió a lo largo de casi toda la avenida. Así, junto con las otras vías, forma hoy una Ciclovía de 121 kilómetros, que cubre toda Bogotá.
Desde entonces, la emblemática vía bogotana es escenario de un evento deportivo semanal, que parece más un desfile de todo tipo de personajes:

• Pasa el jubilado que quiere sentirse joven saliendo a trotar los domingos.
• Lo deja atrás un adolescente que simplemente quiere hacer deporte, mientras oye música.
• Al mismo tiempo lo alcanza una cuarentona que quiere bajar unos kilitos.
• La novia del joven trata de seguirle el paso con su cachorro Beagle.
• Pero éste quiere jugar con los labradores que lleva un paseador de perros en sentido contrario.
• Algún ‘gringo’ parará en el Punto de Información Turística itinerante que hay en el separador.
• Allí lo atiende una mujer muy amable, para salir del aburrimiento y el cansancio de estar ahí parada. Ha pasado todo el día esperando a que alguien le pregunte algo, mientras soporta, tan abrigada como le es posible, el indeciso clima bogotano.
• Frente a la carpa, la controladora aguanta la llovizna con un impermeable plástico y espera con impaciencia el final de su turno.
• Al otro lado, un policía bachiller en bermudas –como si estuviera haciendo calor– detiene el tráfico del otro lado.

Internet no da razón de quién fue y mucho menos de cuándo, pero alguien le puso al antiguo Camino Real, más conocido hoy como Carrera Séptima, el distinguido nombre de Alberto Lleras Camargo (que nadie utiliza y muchos ignoran).

Lo que sí dice es que el exalcalde Alfonso Palacio Rudas fue el primer responsable de las Ciclovías, institucionalizadas por su sucesor, Luis Prieto, y fortalecidas por otros posteriores como Augusto Ramírez Ocampo, Antanas Mockus y Enrique Peñalosa.

A ellos se debe que, mientras entre semana la Séptima es un caos infernal de tráfico, contaminación, ruido, desorden y estrés; los domingos y festivos ésta vía se convierte en escenario de salud, cultura, recreación, deporte, descanso mental y cansancio físico.
Gracias a este espacio, los bogotanos podemos decir que, al menos de vez en cuando, recorremos a Lleras Camargo en bicicleta.

publicación anterior

MAQUILLANDO A LA MUERTE

Siguiente publicación

¿MUERTOS QUE AUN HABLAN?

Sin Comentario

Deja tu respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *