‘Maicol’: la vida de un preso de los vicios
Como parte del semillero Radio y Ciudadanía, que se adelanta bajo la supervisión del docente Juan Carlos Pérez Bernal, nos adentramos a la búsqueda de historias de ex convictos, que ahora viven como habitantes de calle, para conocer a fondo sobre la comunicación en las cárceles.
Tan sólo a dos cuadras al occidente de la Calle 22 con Caracas, existe una comunidad que le presta atención a esta población tan vulnerable; llamados la Comunidad Apostólica Servidor de Servidores. Las crónicas que a continuación aparecen es fruto del apoyo que esta organización nos ha ofrecido. Anécdotas de personas que buscan una segunda oportunidad bajo el prejuicio de la sociedad, que día tras día tienen una lucha interior por salir de ese mundo que sin barreras los mantiene presos… entre muchas otras cosas, de los vicios.
Por: Catherine Gallo – Guillermo Barbosa
Centro comunitario del Padre Pío; Ya son las 11 de la mañana. Estoy a la espera de entrevistar a un hombre de cabello con exceso de gel, ropa que le queda grande y toda una historia que contar. Se nota que es habitante de calle y de hecho se toma mucha confianza hacia mí y mi aliada de investigación Catherine. El escenario estaba listo: una habitación blanca con tres sillas de plástico y una grabadora de voz.
- Ustedes son universitarios y no saben cómo se escribe mi nombre… nos dijo mientras se carcajeaba.
- ¿Y de esta forma?, le decía mientras le mostraba con mi cuaderno otro intento de cómo se podía escribir su nombre.
- No, ni se acercaron…
‘Maicol’ se sienta al lado de Catherine, quien le pregunta a él cómo ha sido su vida en la calle y en las rejas, lugar en el que pasó más de 10 años en cárcel La Modelo por tentativa de homicidio. Es todo un personaje, nos contó su historia como si fuera todo un comediante y nosotros fuéramos su público, así no hubiera tarima.
Sin embargo, su modo de hablar y su aspecto físico muestran cómo los vicios y el tiempo que duró en ellos perjudicaron su vida. Ya no se imagina otro camino que no sea el “rebusque” en las calles bogotanas, subiéndose a los buses vendiendo pequeñas cartillas de sopa de letras o crucigramas o contando a todos por unas monedas el por qué no hay que meterse en los “malos pasos”.
- Nosotros le quitamos 500 mil pesos a un tipo que resultó ser de las fuerzas militares. Éramos cuatro pero solo nos cogieron a dos y entré a la Modelo un 23 de diciembre y dure allí tres años… Qué dolor
Dice que su único modo de subsistir fue gracias a otros presos en los días de visita. Él se autodenomina ‘frito’ – presos que en prisión no tenían familiares que velaran por ellos – y que ante esto, nadie iría para llevarle algún dinero, una pasta de dientes o cualquier objeto de necesidad primaria.
Todos los domingos, él se encargaba de buscar por los cinco pisos del centro penitenciario a las personas que tenían visitas, y ante esto ellos le regalaban unos “cuantos pesos”. Pero no todo fue estable en ese lugar. El hombre de 38 años dice que en esa cárcel, como si fuera cualquier otra tienda, existe crédito para los presos que se cansan de la regular comida que allá sirven. Comenta que si una persona lo decide, puede acceder a una comida “decente” o mejor; un arroz con huevo, por ejemplo.
Claramente, los precios de esos alimentos eran costosos, pues no cualquiera podía tener tanto dinero dentro de una cárcel. Fue así como el narrador comenzó a pedir ‘fiado’ sin tener con qué pagar. A pesar de las advertencias, los cobradores – otros presos que ofrecían dichos productos – lo tenían ubicado y un día dejaron de cobrarle.
En un fin de semana que él ya no recuerda, se dirigía a buscar habitualmente a un recluso cuya familia había llegado. Cuando se encontraba en el segundo piso, un encapuchado lo empezó a seguir… era uno de los cobradores.
- Entonces yo estaba subiendo el segundo piso y ahí no había nada, ya me tenían ‘pisteado’ y fue cuando me salió unos tipos encapuchados y me dieron una muenda porque nunca les pagué… y desde ese día no volví a pedir crédito
Sin embargo, esa experiencia no fue tan contundente para que reincidiera en robar. La necesidad lo llevó a aprovechar de hurtar un celular en la décima.
- Yo vi que había una mujer que estaba en un bus, hablando por celular, con la ventana abierta. Y yo dije parce, que papaya la que me están dando. Entonces me acerqué le jalé el celular y me fui corriendo. Como a las dos horas me cogieron los chupas, y ya sabían que me había pegado el bicho (celular).
Luego de pasar otros seis meses en la misma cárcel y ahora que ya salió, se prometió no volver a la cárcel. Él se considera un vendedor y un comediante en los buses para conseguir algún dinero a diario. “Yo si tengo el papayaso, robo, yo tengo las agallas para hacerlo, más me prometí no volver hacerlo”.
Al final, ‘Maicol’ agradeció que fuéramos sus espectadores, que vimos el show de su vida… que no es la más ejemplar, pero que sí es digna de contar.
1 Comentario
¡Muy interesante!