‘Cepillo’ en 8 minutos. … El tipo que le cogió miedo a una prisión
Por: Guillermo Barbosa y Catherine Gallo
Tercera entrevista. Me doy dando cuenta que, con cada persona con la que tenemos la oportunidad de hablar, debo estar muy agradecido. De hecho creo que lo mismo debe estar pensando mi compañera Catherine, quien me ve asombrada con lo que escucha. Definitivamente, la vida de estas personas es inimaginable y uno en comparación vive en un completo palacio.
En esta ocasión, charlamos con Jimmy Escobar, en el mismo lugar, en el mismo comedor. Como muchos otros con los que hemos conversado, es habitante de calle pero a éste se le nota nervioso, parece que nunca le han preguntado sobre su vida en la cárcel. Viste un jean, una chaqueta desgastada y tiene un peinado parecido a un cepillo, de ahí su apodo.
“Tengo 36 años y estuve 4 años y 6 meses por hurto agravado y calificado. Estuve en Pitalito y Garzón (Huila) luego en la Picota. Me cambiaban todo el tiempo porque jodía mucho, chuzaba a la gente para que me dejara tranquila”.
Dice que llegó allí por robar a una funcionaria de una alcaldía, cuyo lugar no especificó. “Entonces me metieron en la cárcel y en los primeros días me dieron una puñalada y me intentaron robar mi ropa mientras estaba en la regadera… uno tiene que estar avispa con sus cosas allá”.
“Las noches eran relajadas, aunque uno no podía estar del todo tranquilo, porque cárcel es cárcel”, me decía mientras me esforzaba por sacarle otro comentario sobre sus cuatro años encerrado. Dice que para sobrevivir vendía empanadas con el mismo arroz que le daba en el centro de reclusión. “Yo hacía una masa con eso y con la carne que me daban… cobraba a 5 mil y me las compraban todas”.
Mientras nos contaba todo esto, el hombre recogía y abrazaba su maleta. Era de color roja, también desgastada y ahí tenía un papel muy roto remendado con cinta. Resultaba ser su papel de salida hecho por el INPEC, donde especificaba que había salido hace un año y está en proceso de recibir su cédula de ciudadanía. Es su papel más preciado, lo cuida con recelo, pues es lo único que le impide a la policía encerrarlo de nuevo, así sea por sospecha.
“Tengo que esperar cinco años, mientras la información de mi trámite baja de sistema. Por ahora me toca andar con ese papel todo dañado”, dice Jimmy mientras se vuelve a guardar el doblado papel. También me cuenta que ahora es reciclador y que jura no volver a delinquir, para no volver a la cárcel.
A diferencia de muchos otros, ‘Cepillo’ asegura que se llevaba muy bien en la cárcel con los vigilantes del penal, tanto en Huila como en la Picota. Señala que por el contrario, era sus ‘compañeros’ con los quien se llevaba mal y que por eso tuvo tantas órdenes de movilizaciones de prisión en prisión a nivel nacional.
Otra de las realidades que vive él en la cárcel es el interminable problema de la comunicación. “Allá no hay ni periódicos, ni ningún medio diferente para comunicarse. Solo había unos teléfonos en los que uno debía consignar un teléfono que sólo funciona con unos pines o tarjetas de tres mil o cinco mil”.
Otro de los medios, dice Jimmy, es el celular ilegal en el que todos pueden llamar si se cuenta con el dinero suficiente. Sin embargo, denuncia que el minuto es caro y que si no se paga “le rompen la cabeza a punta de cachazos”.
No suficiente con eso, Jimmy nos decía a modo de denuncia, que cada mes se debía consignar en un “banco ilegal” una suma de 60 mil para que el preso pudiera dormir en la celda y en la cama en la que se le había asignado. “A usted le dan un número de cuatro dígitos y ese es su número bancario por así decirlo. Si consigue la plata de ahí se la retiran para que pueda dormir ‘tranquilo’, si no puede pagar, a dormir en el pasillo”. Fue gracias a su familia que lo apoyaron económicamente para eso.
Ahora que ya es libre, se dedica a su labor en el norte de la ciudad y tiene el anhelo de buscar empleo. Se tiene fe, pues ya se prometió no volver a hurtar. Con los cuatro mil pesos que se gana diariamente los destina en pagarse una pieza y comenzar de nuevo, pues es de los que cree que es la actitud lo que hace que la sociedad lo vea bien o mal a pesar de su pasado.
Así va la vida de Jimmy, quien agradeció que lo hubiéramos escuchado. Nosotros también le dimos las gracias, pues toda esta historia la contó en tan solo 8 minutos.
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