Ponerse en los zapatos del otro

Andrés es una persona sensible, él es de esas personas que siempre está para ti, muy pocos son como él. Eso fue lo que me enamoró, así digan que un gay es afectivamente inestable él me da estabilidad. Mi promiscuidad sexual se acabó porque me enamoré, decirlo es fácil, pero vivirlo es algo que no tiene comparación, creo que es como conocer tu hijo y darle aprecio, de igual forma sentir el apoyo de él contigo.
Andrés, sensible, amable, alegre, curioso, de un temperamento incomparable es el que me mueve el piso todas las noches. Me conocí con Andrés hace ya un tiempo, las cosas cambiaron y desenfrenadamente entrego todo de mi para un futuro mejor los dos.
Ser homosexual en un país conservador no es fácil ni llevadero. Este tema no es tratado como se debería, aún la gente te mira con egoísmo y sorpresa por verte con una persona de tu mismo sexo.
No hay forma de describir la frustración que siento en estos momentos. Pareciese como si todo el odio acumulado en el mundo me azotara de la manera más funesta. Las opiniones, la sociedad señalan y juzgan sin conocer. La ignorancia se apodera de las personas e incluso de las instituciones. El significado de libertad está preso y todos estamos presos con él. No quiero llegar a ponerme en el papel de víctima ni mucho menos acudir a la lastima para cambiar el modo de pensar de muchos. Sin embargo y aunque nadie me lo preguntó, ser gay no es fácil.
Llevar una relación con Andrés no es fácil. Ser homosexual más allá del odio que refleja la gente y la ignorancia son 24 años tratando de esconder lo que soy por miedo a que me juzguen. Estoy mamado de la hipocresía de muchos que juzgan la violación de los derechos humanos, la violencia de género o la guerra en la que nos hemos visto sumergido como país en los últimos 50 años, pero que están atacando o se niegan a aceptar que otro sea distinto.
Estoy harto de no poder estudiar en mi Universidad mostrándome como soy ante mis profesores, compañeros y comunidad en general. Estoy cansado de despertarme cada mañana y meterme en un papel en el que ni si quiera encajo. Estoy cansado que digan que estoy enfermo, que me voy a ir al infierno o que simplemente soy un error de la naturaleza, pecado o una persona de mala suerte.
Soy el mal encarnado por ser lo que soy. He sido buen hijo, tengo los mejores padres, soy tan malo como todos y tan bueno como pocos. Tengo sueños, aspiraciones. Quiero ser papá, casarme, salir a la calle con mi pareja tomado de la mano y sin que nadie nos juzgue. Quiero ser un ciudadano más. Que Andrés sea un respetado cuando sale y sin protección se siente en un mundo de fieras.
No estoy orgulloso de ser gay, pero tampoco me avergüenzo de serlo, simplemente lo soy. Puedo considerarme un gay con suerte, porque aunque he sufrido bullying por serlo, nada ha pasado a mayores. No como a otros que hoy ya no pueden indignarse, porque simplemente no aguantaron la presión, el odio, el rechazo y ya no están.
Con este escrito exijo libertad de ser, exijo respeto, exijo que dejen de decir que estoy enfermo y que jueguen con mis derechos como si yo fuera un ciudadano de tercer nivel. Exijo que la igualdad que está en la Constitución de este ‘honorable’ país sea respetada. Exijo ser yo el que tome la decisión de ser padre. Exijo que dejen de decir que somos violadores, alcohólicos o drogadictos. Exijo que los gays se hagan respetar y que dejen de ser tan banales. Exijo que los padres que hoy rechazan a sus hijos por sus preferencias sexuales no lo hagan, porque, aun así, siguen siendo los mismos hijos que concibieron y parieron.
Es difícil la situación pero es llevadero, ya que al final a uno no le importa más que vivir su relación sin importar lo que otros digan, pero como ciudadano, ni siquiera como homosexual exijo empatía. Ponerse en los zapatos del otro y entender o al menos tratarlo, saber que se siente, y lo más importante pensar que algún día le puede pasar a mis hijos, amigos, compañeros y no saber qué hacer y cómo reaccionar. Antes de juzgar es bueno conocer.
Y con convicción hoy repito, como alguna vez el gran defensor de los derechos de los homosexuales, Harvey Milk dijo: “Pueden sentir que no somos malos y saben que debería haber un lugar para nosotros en este gran país… en este mundo”.
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