BETTO, ARTISTA DE LA CARICATURA

Su forma de vestir un tanto particular, siempre de negro, correa camel con chapa del logo de Jack Daniel’s y zapatos del mismo color, listo para cualquier ocasión imprevista ya sea formal o casual. Su mayor característica, una boina negra que más que otra cosa define su labor: un artista de caricaturas.
Es una tarde soleada en Bogotá, camino, observo a mi alrededor mientras con mi mirada lo busco entre las instalaciones de la Biblioteca Pública Virgilio Barco. A lo lejos lo veo con su radio a la mano y cerca de su oído, lo miro fijamente y con extrañeza, no estoy segura de que sea él, me cuestiono a mí misma y con un saludo efusivo de su parte confirmo que es él, Alberto Martínez o como diariamente firma sus caricaturas: Betto.
Mientras se daba inicio a la conferencia en la que Betto era el invitado, me pidió que lo acompañara a su carro por unas postales radiales que quería exhibir. Cuando bajamos al parqueadero era un twingo blanco que a diferencia de muchos de este color, estaba limpio.
Al abrir el carro un detalle llamó mi atención: el panorámico tenía cometas de papel llenas de color, un hobbie que siembra desde hace años. Betto tiene cerca de 10 cometas de todos los tamaños y modalidades, desde los 250.000 hasta los 700.000 pesos.
Al comenzar la conferencia habló de sus 15 años como caricaturista y con una anécdota, que puede considerarse casi un golpe de suerte relató su comienzo. Un día su amiga Adriana Mosquera Soto “nani” le pidió que la acompañara a el periódico El Espectador, al momento de llegar el jefe de redacción Carlos Junca se encontraba en un problema pues la ilustración de la columna de ese día no había sido enviada.
Nani quien reconocía los talentos de Betto, le dijo a Juanca que su amigo sabía dibujar. Él aprovechando esa oportunidad única que tenía ante sus ojos, puso todo su empeño en hacer el trabajo bien hecho. A todos les encanto y desde ese momento hace parte de un periódico, al que le rinde tanta fidelidad como a su esposa.
A los 20 años se graduó del colegio, perdió 3 años porque se la pasaba dibujando desde que se levantaba hasta altas horas de la noche. Su sueño siempre fue demostrar que de su labor se podía vivir, especialmente a sus padres. En 1999 llegó con un premio Simón Bolívar a mejor caricatura, había cumplido su gran logro. “Lo bueno de mi profesión es que hago lo que me gusta, me pagan por esto y no tengo horarios fijos, hasta puedo trabajar en pijama (risas)”.
Con su trabajo como caricaturista que a la vez es su pasión, Betto se caracteriza por llevar su libreta y lápiz donde apunta ideas, noticias que sirvan de salvavidas cuando no hay que dibujar o porque no dibujarlas después de sus momentos de inspiración en los que la ducha es la principal fuente. “Las ideas de mis caricaturas me llegan en cualquier momento, mientras me estoy dando una ducha, cuando recorro las calles bogotanas o cuando escucho los titulares radiales”.
En su casa su herramienta de trabajo es un portátil de Apple. Sus caricaturas las conserva como un tesoro y las guarda poniéndoles de nombre la fecha tanto en la memoria del computador como en una externa, hábito que creo después de perder cerca de 3.000 caricaturas cuando en una común y torrencial lluvia bogotana se inundó el parqueadero de su casa y por ende el lugar donde las tenía guardadas, quedando inservibles.
Más allá de la caricatura
Betto es un hombre de pasiones y hobbies. La música es una de estas y a cualquier lugar que va su armónica, con la que interpreta el blues lo acompaña. Se presenta en bares en las noches frías bogotanas o en el calor de hogar con sus amigos acompañado de su vaso diario de Jack Daniel’s, este nunca puede faltar pues para Betto es tan importante que hasta se hizo un tatuaje en su brazo derecho con el logo y en su casa siempre hay una botella o elementos alusivos a este whisky: vasos, encendedores, cajas, incluso una gorra que usa con frecuencia y su taza donde toma el café.
Su padre se crío en Labateca en Norte Santander y al estar siempre rodeado de música y radios trasmitió a Betto esos gustos, que hoy después de muerto su padre aún los conserva. Sus días comienzan con el radio a las cuatro de la mañana, sintonizando emisoras de otras partes del mundo, buscando conocerlas y así aumentar su lista de postales radiales.
Tailandia, China, Cuba y Estados Unidos hacen parte de las postales de los medios radiales con su nombre y un saludo agradeciendo por su sintonía. “Algunas se demoran cerca de un año en llegar desde que las pido, el momento de recibirlas es una alegría inexplicable”.
El radio de su carro también sintoniza emisoras de todo el mundo, incluso cuando lo conocí parecía un niño con un juguete nuevo, era feliz mostrándome las emisoras que tenía guardadas o tratando de conseguir algunas nuevas, todo esto mientras manejaba. En su casa tiene un documento con las frecuencias radiales de casi todos los países, así como antenas que amplifiquen la onda del radio. Betto puede salir de su casa sin las llaves o su celular pero jamás sin su radio.
Además de las caricaturas, radio y música este bogotano de 45 años es un buzo experto, un deporte considerado extremo y por el que viaja constantemente para conocer nueva fauna y flora. Betto no teme sumergirse muchos metros bajo el agua, perder el oxígeno o ser atacado por un animal, pero si teme que la madre tierra haga de la suyas, traiga un terremoto y el quede sepultado vivo sin tener forma de ser escuchando, por lo que siempre carga un pito a cualquier lugar que va.
Un hombre común
Gracias a su trabajo en El Espectador Betto puede llevar una vida tranquila. Cada día hace una nueva caricatura para el periódico y le están pagando por lo que le gusta hacer. Su trabajo de medio tiempo le permite en las tardes darse una siesta después de almuerzo o como el lo llama “un yoga latino”.
También puede compartir con sus amigos tardes muy amenas. Con Calarcá su maestro de caricatura y amigo entrañable hace largos años, se encuentran cada semana en clases que más que aprender un nuevo arte se convierten en largas conversaciones acerca de sus vidas o del acontecer nacional y mundial. Para Calarcá, Betto es un hombre disciplinado con lo que hace y puntual y como no si su reloj de pulso no solo da la hora de Colombia sino también la mundial.
Su capacidad de ser amigo, es que lo más atesoran sus vecinos y amigos Felipe e Iván. En los malos momentos Betto siempre les dió una sonrisa y los recibió en su casa, la cual ellos consideran su segundo hogar. Su forma de tratarlos incluso es muy exclusiva, los llama bebé o nene y siempre les ofrece una cerveza o una copa de Jack y cuando de aconsejar se trata siempre les da una opción que a ellos nunca se les habría podido ocurrir.
Su apartamento es sencillo pero lo hace interesante que en que cada pared hay una obra de arte, ninguna ha sido comprada son intercambios que hace con otros artistas: una obra suya por una de ellos o regalos de sus amigos. Su estudio esta llenos de libros de caricatura, especialmente de Fontanarosa su héroe y también libros de música, especialmente del blues.
En la ventana tiene un comedero para pájaros, otro de sus hobbies. Le encanta verlos y coleccionar estampas o fotografías de estos. En su biblioteca también tiene libros de especies de pájaros que muchos ni alcanzan a imaginar y en relación con esto libros de aviones y cometas, le hacen sentir libertad.
La bicicleta es otro de sus gustos. En su estudio la tiene acompañada de todas las protecciones para un domingo de ciclovía, es blanca con negro como todo en su estudio y por supuesto como sus caricaturas.
Sus libros son su carta de presentación y el reflejo de sus años de terquedad. En estos se empeña en tomar un tema y dibujarlo de todas las maneras que pueda (códigos de barras, toros o huevos son algunos).
Este es Alberto Martinez, Betto una persona a la que pocos le apostaban, aunque siempre reconocían su talento y que ahora quince años después en esta labor y con su dos metas cumplidas: casarse con Malena, su novia de toda la vida y haber ganado el premio Simón Bolívar se considera un hombre feliz.
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