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Entre asesinos de la fuente de la vida

Un remolino separa lo que sirve, de lo que no. A su paso, queda la satisfacción natural del ser humano de eliminar residuos, mientras lo que allí queda se reduce a desembocar en aguas sucias y ríos contaminados…

 

Por: Érika Núñez
Por: Érika Núñez

Litros y litros de agua se esfuman en cisternas, llaves y sifones. Cada día son más los cuartos mágicos; llaves automáticas que proporcionan servicios básicos de un líquido finito que importa sólo mientras la existencia de cada cual dure en la tierra.

18 son los litros de agua que en cada descarga del baño, llegan a las tuberías. Una fuerza movida varias veces al día, por millones de personas en Bogotá; mujeres, hombres y niños, que la civilización ha enseñado el servicio, aunque no todos tengan la misma agua potable o el saneamiento. Jalar una palanca es simple; papeles, plásticos y hasta aquello que se prefiere que se lleve la corriente se va en rápida y giratoria despedida. Diez años han pasado y aunque muchas personas optaron por cambiar de mecanismo, no pensando en preservar el agua, sino en preservar más billetes en su bolsillo, por mecanismos de 4, 6 y hasta 8 litros, por situaciones así, e incluso menores, el agua se acaba.

Gotas y más gotas se suman a la lucha. De tuberías, directo al alcantarillado y en las calles capitalinas el ambiente no es diferente. La contaminación enreda las rejillas y en lluvias y aguaceros rebota aquello que el agua se había llevado. La cultura ciudadana viene en botellas. Hoy, muchas de éstas perduran selladas, desde que las administraciones de la ciudad descuidaron el tema. Hoy, sólo en cifras, y como si se tratara de un récord, perdura el 40% de ahorro de agua que alguna vez en 1.997, un alcalde con alma verde planteó.

Casas, negocios, empresas y vehículos son su principal fin. En aseo, mangueras y pocos baldes acompañan la labor. La preocupación general es mínima. En realidad, el problema no se siente, hasta que se sabe que se pierde. Y al parecer, Colombia lo está sintiendo, pero sus habitantes no.

Tuberías, alcantarillas, acueducto y una posible Planta de Tratamiento de Aguas Residuales en el Salitre, PTAR, para descontaminar uno río muerto hace de esta ciudad más que 2.600 metros más cerca de las estrellas, más que 20 localidades y más que 1.200 barrios, el centro principal para entender como el desperdicio y la falta de consciencia ambiental corre más que los mismos grandes ríos caudalosos del mundo.

Un nuevo proyecto está en circulación. Un referendo del agua que garantice que la vida,  sintetizada en dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, se traza como objetivo la protección legal, cívica y social del ciclo hídrico. Bogotá como eje político y administrativo del país debe dar ejemplo; creer en hechos para creer en agua pura, creer que en la conciencia de cada uno se encuentra el grifo que permita que corrientes de agua lleguen al futuro.

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