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La paz, ¿utopía o realidad?

¿Cómo sería una Colombia en paz? ¿Tenemos los Colombianos noción siquiera de lo que significa «paz»? Es claro que para alcanzarla se necesita mucho más que el termino del conflicto armado FARC vs. Gobierno. La pérdida de la fe en el sistema de gobierno, la indiferencia ante el dolor, la idea de que el mundo es de lo vivos  son ya parte de nuestra cultura, de nuestra ideología.

Los niños nacen, en el mejor de los casos, en un ambiente implícitamente hostil; se educan en la malicia, crecen con la idea de que si no tienen con qué pagar, no tienen derecho a la seguridad, la educación o la salud.

Es curioso observar la cara de los más jóvenes cuando se les pregunta cómo se imaginan una Colombia en paz. “No me la imagino” dijo Jerónimo Velásquez, estudiante de bachillerato “ ¡Yo de presidente! Los colombianos ya tienen muy arraigada su manera de ser. Cualquiera que vaya como dirigente se volverá corrupto. Y no habrá paz, never”, y sale a flote la pregunta ¿Quién es el responsable de que esta forma de pensar sea tan normal en el ideario del futuro de la patria?

Hace unos años se confiaba en la inocencia y el idealismo de los más jóvenes para cambiar, aunque fuera un poco, el rumbo de la historia. Luchar por la paz y la igualdad era algo propio de esta etapa.  Pero ahora ni siquiera ellos tienen el incentivo necesario para promoverla, es más, es posible que muchos se encuentren en la misma posición que David Pinilla, estudiante de derecho en la Universidad Jorge Tadeo Lozano,  y no estén tan seguros de lo que significa paz: “Creo que, si hubiera paz, este montón de gente corrupta  se robarían el dinero que antes se destinaba a la seguridad.

No sé”. No habrá paz hasta que no queramos paz. Hasta que no estemos dispuestos a invertirle tanta sangre, sudor, lágrimas y dinero como le hemos invertido a la guerra. Esta primicia parece obvia… pero les sorprendería saber el limitado grupo de personas que la tienen clara.

La paz no es el concepto etéreo que muchos creen. “La paz en Colombia significaría que todos los colombianos tendrían derecho a vivir dignamente, como personas y no como unos individuos. Tendrían acceso a la hermana gemela de la libertad: la cultura. Sin cultura no hay libertad, sin libertad no hay democracia, sin democracia no hay justicia; y sin todas las anteriores no puede haber bienestar ni paz”, dijo Roberto Arias Pérez, presidente honorario de Colsubsidio.

La paz es una meta elevada y digna. Usar la excusa  de que es una utopía me parece una forma muy poco valiente de evadir el deber que tenemos de buscarla, perseguirla a toda costa. Aunque sea solo por la ilusión, por el ideal,  el sueño de ver a nuestros hijos crecer en “un país más justo y equitativo; una nación próspera y consciente de que los recursos son escasos y que después de nosotros viene otra generación que tiene derecho a vivir la paz”, como dijo Camilo Córdoba, líder afro y miembro de la Fundación Amigos del Chocó.

Debemos apostarle, aunque sea por pura humanidad, a  la paz en Colombia.Obviamente sería mejor que nos informáramos bien  para buscar la paz de manera unánime y organizada pero si no, no podemos obligar a todos a pensar igual. Una de las riquezas que tiene Colombia es la diversidad; debemos gozarnos en nuestras diferencias y estar de acuerdo con en estar en desacuerdo en algunos puntos.

Como lo expresó  Camilo Azcárate, gerente de servicios de mediación del Banco Mundial, “Se reduciría la hostilidad de un colombiano promedio hacia aquellos que piensan diferente”.

¿Pueden imaginar un país en el que usáramos un lenguaje diferente al del enfrentamiento? Un lugar donde celebremos las diferencias en vez de castigarlas, donde no se usara el lenguaje guerrista ‘está conmigo o está contra mí’, tan cotidiano hoy en día. Si lo pueden visualizar… estamos en la misma página. “Se renovarían los discursos de la conciliación y el diálogo dentro de la sociedad», dijo Juan Carlos Henao, rector de la Universidad Externado.

“¡Colombia sería una sola rumba!”, dijo José Alberto Díaz, “¡Imagínate! Si en medio del conflicto la pasamos rico…”. Yo no podría estar más de acuerdo con  el optimista lustrador de zapatos. ¿Se imaginan una Colombia que permita que todas sus hermosas mujeres desarrollen al máximo sus capacidades? Sin miedo a la violencia ni a la segregación machista. ¿Pueden concebir un lugar donde la inteligencia de los niños estratos uno y dos sea usada para construir, investigar y exaltar la cultura local en vez de para buscar la manera de transportar droga y no  morir en el intento? Sé que es difícil siquiera imaginarlo pero si no lo hacemos, si no creamos ese imaginario, estaremos aún más lejos de conseguirlo algún día.

Mientras el desmonte de las guerrillas más antiguas  de América Latina está en veremos, me atrevo a hacer una alocada aseveración: para que en Colombia haya paz va a hacer falta mucho, mucho amor. Sí, amor. Esa palabra que parece sacada de los cuentos de hadas, esa palabra que algunos creen superficial o infantil comparada con la magnitud del problema, es nuestra única esperanza.

“La paz se firma en el corazón de cada ser humano”, dijo Mahatma Gandhi. No habrá paz a menos que cada colombiano pare y se pregunte ¿Cuánto  la deseo? ¿Cuánto estoy dispuesto a pagar por ella? Es decir, ¿Cuánto estoy dispuesto a amar?

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