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“La credibilidad de un periodista se gana también enfrentando los errores”

Llegar al periódico “El Espectador” y ver en la entrada la primera edición es muestra del camino que ha enfrentado el periódico, un recorrido por su descendencia, en la actualidad asumido por Fidel Cano Correa. Entrevistarlo es un sueño realizado.

En el sexto piso se encuentra ubicada la sala de redacción del periódico y la oficina de Fidel Cano. Siempre he tenido un imaginario de la oficina del director de un periódico. Pero en esta ocasión, debo dejar en la misma oficina los paradigmas de cómo trabaja el director de El Espectador.

El ambiente es acogedor. Son muchos periodistas caminando y tomando café para sacar la edición del siguiente día.

Me parece muy rígido hacer la entrevista en la oficina, mejor lo invito a tomar tinto- dije. Él aceptó y subimos hasta el último piso. No hay mesa exclusiva, que diga: “reservado para el director”. Se sienta como todo el mundo, vive y respira como cualquiera. La terraza tiene grandes materas con pinos en toda el área y se alcanza a divisar una parte de Bogotá. Algunos aviones pasan cerca de la edificación, me aterra que no logre obtener un buen audio en la entrevista. Sin embargo, continúo con mi misión.

Siempre había tenido la impresión de que un director es una persona muy estirada. Además, que debido a tantas ocupaciones le es imposible dar entrevistas. En mi casa escuché que las palabras convencen, pero el testimonio arrastra. Pues una de las veces que lo he podido experimentar fue en los 50 minutos que me dio este hombre con un pegote de crema en la frente. Parecía que se hubiera pegado con el borde de una mesa. Su sencillez, sensatez, sinceridad y seguridad, creo que es lo que desde el año 2004 han mantenido en pie la responsabilidad social y la línea editorial del periódico.

Cuando usted estudiaba Filosofía, ¿pensó alguna vez ser periodista y el director de El Espectador?
En ser periodista sí, en ser director no. Yo entré a la filosofía, con la idea de que era un ejercicio mental que me podía servir para el periodismo. Pero como director no. En ese momento el periódico era de la familia, ya habían asesinado a don Guillermo; estaban mis primos que me llevaban diez años o algo más. Nunca pensé que iba a llegar ser director del periódico.

Siendo periodista y con la incidencia de los Cano ¿La ideología de usted compaginaba con la familia o tenía otra inclinación?
Sí totalmente, diría que más con los antepasados que con los que me tocó. Porque obviamente de alguna manera por todo lo que se vivió en esa época, en algunos momentos El Espectador fue menos liberal de lo que lo pensó y trazó en otras épocas el mismo Guillermo Cano, Don Gabriel y Don Luis, quienes fueron más liberales que Don Fidel: totalmente liberal radical, y yo me identifico bastante más con eso. (Risas)

Usted en varias entrevistas ha dicho que el periódico es imparcial y objetivo ¿Por qué?
No sé si he dicho eso, pues uno nunca termina siendo totalmente imparcial, ni tampoco objetivo. Yo insisto más en que El Espectador es transparente. Puede que tengamos nuestras ideas y eso en algunos momentos sesga la información. Es inevitable. Obviamente en la opinión no tenemos pena de ser sesgados, pero sí tratamos de mirar todo, de darle siempre la oportunidad a la contraparte.

El Espectador no anda en cuentos, no está metido en política, no tiene intereses económicos. Ni siquiera a pesar de ser parte de un grupo económico. Ese grupo entendió muy bien qué era el Espectador y ha sabido defender eso y protegerlo.

Yo tengo plena libertad para hablar, incluso de cosas que yo sé que les molesta. De manera que, El Espectador no está metido en hacerle el juego al grupo Santo Domingo. Por lo menos, la información que recibe de El Espectador es transparente.

De manera que, no incide el grupo Santo Domingo en ninguna de las decisiones del Espectador…
La verdad a Alejandro Santo Domingo lo veo en las juntas solamente. En las juntas nunca se habla de los contenidos. Hay gente dentro del grupo que plantea cosas, a veces les molestan los contenidos y la respuesta de Alejandro siempre ha sido esa. “Ese es el costo de tener y mantener un periódico independiente”.

Lo he visto en Redacción al Desnudo, es la autocrítica que tiene el periódico. ¿Qué actitud tiene su equipo de trabajo frente a ésta?
¡Qué pena! (risas). Creo que se han ido acostumbrando. Al comienzo no les gustaba mucho. No les gustaba porque yo a veces digo nombres de los responsables. Estaba el cuento de: ‘los trapos sucios se lavan en casa’ y todo eso.

Me parece que si uno está en un medio de comunicación debe aceptar los errores. Además, que la gente entienda que uno es humano. Los periodistas también nos equivocamos, a veces cometemos embarradas muy graves.

Yo confiaba en que Redacción al Desnudo muriera por falta de contenidos. Increíblemente todas las semanas hay embarradas para reportar o reflexiones que pueden ser interesantes, decisiones difíciles que tenemos que tomar o cosas en las que nos equivocamos. Poco a poco los muchachos han ido aprendiendo a entender eso, que deben estar expuestos y que eso no tiene nada de malo.

Realmente me impresiona la arrogancia de los periodistas, de no aceptar los errores y de tratar de dar vueltas cuando comenten errores, para no tener que salir y decir: me equivoqué, tratemos de enmendar el error. Siento que los periodistas son muy reacios a eso, les da un temor.

Creo que la credibilidad de un periodista se gana también en cómo enfrenta los errores, no necesariamente en tratar de mostrarse como una persona que nunca se equivoca. Porque eso es falso. Todos nos hemos equivocado alguna vez. Tratar de tapar el error, es absurdo. Yo no le tengo miedo a hacer una rectificación si es justificada, si me comprueban que como tal es un error.

Para mi sacar una rectificación en el periódico y sacarla destacada es simplemente cumplir con la misión de informar bien; es entregarle a los lectores que hayan leído una información errónea la oportunidad de saber la verdad. Para eso ha servido ‘Redacción al Desnudo’, para que aprendamos a bajar esa arrogancia y a entender que nuestro compromiso es con la información y que no crean que somos perfectos.

Desde el 2004 asume el cargo de director, ¿De qué hecho específico se arrepiente?
No tengo una libretica para ir anotando. A mí me golpea mucho que nos equivoquemos con informaciones que afectan a la gente, que hayamos sido injustos, que no encontremos el fondo de la información completa y que le podamos destruir la vida a alguien. Eso es muy frustrante del trabajo periodístico.

Por lo general, recibo a todo el mundo que tenga alguna queja, aunque a veces llegan los que lo engañan a uno. Me ha tocado ver llorar a gente comprobadamente bandida. Pero también hay gente que uno se da cuenta que se equivocó, que incluso la justicia se ha equivocado con ellos y uno presentó las versiones de la justicia y no le dio la oportunidad de hablar o no lo creyó necesario. En esos momentos me arrepiento mucho por no hacer bien el trabajo, cuando uno ve a alguien destruido en su vida, uno se siente coparticipe.

Ahora, ¿Tiene miedo de que en algún momento atenten contra el periódico?
Este país está loco, esa siempre es una posibilidad. Yo no pienso en eso. La verdad ya vivimos una época terrible, pasó lo que pasó y nunca dimos un brazo a torcer. Esa posibilidad existe, éste país está lleno de locos que creen que con el uso de la violencia pueden solucionar cosas.

¿Cómo define el perfil de un lector del periódico de El Espectador?
El lector de El Espectador es una persona inquieta intelectualmente, es una persona que no traga entero, que le gusta debatir, que le cuenten la otra versión de las cosas. Porque esos son los lectores, no me preocupa que El Espectador tenga oposición.

Nosotros no tratamos de convencer a nadie. Damos nuestra opinión para tratar de enriquecer el debate. Sabemos que podemos estar equivocados, nos dejamos convencer si alguien llega con una buena argumentación en contra de las cosas que opinamos. La gente no se ha atrevido a utilizar una anti editorial que ha puesto el periódico. Lo cual enriquece el debate. ¡Para eso estamos!

¿Cómo es el día de un director de un periódico como éste?
Lamentablemente no es haciendo reportería. Son muy diversos los días. Me concentro mucho en las páginas de opinión. Aunque tengo una persona que me ayuda, siempre estoy revisando, leyendo las columnas, preparando los editoriales.

El problema cuando una llega a estás posiciones es que a uno le toca hacer cosas administrativas y otras funciones por ser el representante del periódico. Me toca atender mucha gente – como ahora (risas) – No sé porque todo el mundo quiere hablar con el director.

Yo trato de no despegarme del periódico diariamente, de tener el espacio para leer todas las páginas de opinión; trato siempre de participar en los consejos editoriales de la mañana. Siempre estoy en la decisión del titular de primera página y la escogencia de la fotografía. Son días muy variados. Toca estar parando bolas del periódico digital, meter jalones de orejas cuando la embarramos, etc.

¿Después de la venta de El Espectador la familia Cano aún incide en decisiones que se toman en la dirección del periódico?
No, mi contacto es social cuando nos vemos y eso es muy de vez en cuando. Influyen más los muertos. Toda la herencia que uno sabe que la familia Cano llevó El Espectador y eso hay que protegerlo, lo que tengo que defender. No hay nadie interviniendo, ni dándome consejos. La historia de El Espectador es suficiente consejo.

Ahora los directivos de los medios de comunicación son de otra profesión, ¿Por qué los periodistas se lo dejan a otros y no asumen ese rol?
Ahora las redacciones están llenas de periodistas, antes eran abogados, economistas, era gente que escribía bien y que le gustaba aprender de periodismo en las redacciones, pero no estudiaban periodismo.

No creo necesario que sean periodistas los que lleguen a las direcciones. Sí hace una diferencia, un director periodista. Ahora es al contrario, cada vez es más gente que ha hecho periodismo la que está llegando a las direcciones de los medios, casi todos son periodistas. Antes era el político que no había logrado salir y lo ponían de director.

Hacer periodismo investigativo e independiente de calidad es difícil. ¿Va a desaparecer por las vanguardias tecnológicas?
El problema es cómo financiarlo, es que encontremos la manera de monetizar las audiencias. Hoy en día los medios tienen más audiencia que antes pero que no pagan por ese periodismo. Aunque finalmente el buen periodismo se va a imponer, en este momento hay un gran signo de interrogación que es ¿cómo se va a pagar ese periodismo? porque hay demanda por buen periodismo. Posiblemente, a la gran masa solo le interese informarse de punto com gratuitos o twitter que tiene de todo, algunas cositas de calidad y otras no tanto. El gran problema es saber que tan grande es ese mercado por el periodismo de calidad y que tan dispuesto está a pagarlo. La gente inquieta intelectualmente está dispuesta a pagar.

¿Cuáles transformaciones ha visto en todo el recorrido por el periodismo colombiano?
La transformación de la profesión ha sido total en los últimos años. Hoy hay más herramientas para hacer mejor periodismo. Antes no contábamos con todas las herramientas tecnológicas, pero hoy también está el riesgo de creer que generar muchos clics con una galería “chimba” es la esencia del periodismo. Esas tentaciones son inevitables y es más fácil caer en errores al tener toda esa cantidad de información no discriminada.

La gran ventaja para mi es que hoy en día se está expuesto al control ciudadano en segundos. A la vez, uno tiene mucha posibilidad de caer en el error, pero también mucho mayor control que le exige. Por eso no creo tanto en la añoranza de que antes el periodismo era muy bueno. No sé si esos periodistas del 50, del siglo pasado, expuestos a un control como el de hoy, lo pasarían como lo pasan muchos periodistas. Escribían mejor, lo acepto, pero no creo que hicieran mejor periodismo del que se hace hoy en día.

¿Qué se necesita para ser periodista de El Espectador?
Entrar diría yo (risas). Que entren muy jóvenes, aquí hay un proceso de formación dentro de la redacción. Se necesita ser inquieto intelectualmente, no tragar entero. Las otras cosas se van aprendiendo en el camino.

Esperamos que todos ustedes, los jóvenes, nos traigan nuevas maneras de contar las historias. Eso es una necesidad de todos los medios y más de El Espectador que siempre ha estado a la vanguardia y con la capacidad de arriesgarse. Necesitamos riesgo, gente atrevida para plantear experimentos. La profesión está en una evolución tan grande y requerimos mentes jóvenes que vengan a revolcarnos a los viejos.

¿Qué le falta a ésta nueva generación de periodistas?
No creo que los nuevos periodistas estén menos preparados que los de antes. Yo lo que veo aquí en la redacción, es que cada nueva generación que llega, llega mucho mejor preparada.

No hay que creerse el cuento, hay que dudar mucho más. Hay un poco de demasiada confianza en lo que piensan los jóvenes ahora, creen que la verdad es fácil de encontrar. Les falta dudar un poquito más. Saber que las historias siempre están incompletas y uno tiene que buscar. Es un poco de pereza.

Pereza intelectual…
Pereza física, de alguna manera creen que en el computador y en el teléfono están todas las respuestas. Este es un ejemplo: Me sacó de la oficina y me trajo aquí. No es lo mismo esta entrevista ni en mi oficina, ni por correo. Piensan que en la reportería se pueden obviar los sonidos, los colores, los tonos, los nervios – como el que tengo ahorita (risas)- .

Aparte de la duda. ¿Qué recomienda para el excelente desempeño del periodismo?
Por cómo está la profesión en este momento, diría que piensen en cada momento cómo usan la información ustedes, de qué manera la usan, cómo les gustaría recibir la información. Están metidos ahí en las redes, que es lo que les atrae de ahí. Cómo les gustaría que un periódico les contara las historias, en la web o donde sea, para estar más cerca.

Observen mucho a sus compañeros. Qué les importa y qué no. Y si no les importa lo que uno diría, de qué manera habría que contarlo para que les vuelva a interesar. Todo ese conocimiento es el que necesita una redacción. No esperen ser millonarios.

* Publicado originalmente en Periódico SEA

 

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