El cuerpo como mapa de un viaje personal (I)

La intervención del cuerpo como una acción estética cotidiana
Todo esto parece muy simple y hasta superficial. La verdad es que está relacionado con el rol tácito que desempeñamos día a día. La pregunta podría migrar hacia las siguientes: ¿Qué papel desempeñaré hoy? ¿Quién será mi público?; las cuales de una forma u otra hacen referencia a nuestro transitar teatral cotidiano, nuestra experiencia estética personal e intransferible.
Los roles que desempeñamos de manera cotidiana tienen que ver con nuestros oficios, responsabilidades y trabajos. El público se refiere a aquellos personajes secundarios de nuestra historia cotidiana, con quienes habremos de interactuar como parte de nuestro papel. Estos dos elementos estructurales de la acción cotidiana, como pueden ser el rol o papel y el público, se combinan formando un tejido denso y complejo que integra una propuesta individual de estética cotidiana y todas las decisiones implicadas en la misma.
Desde la coronilla hasta los pies comunicamos con nuestra piel, nuestra forma de andar, los aretes que escogemos, la ropa que usamos, si usamos o no maquillaje, la forma en que llevamos el pelo, si usamos gafas o no; cada elemento hace parte de una composición estética intencional, aunque aveces no se es totalmente consciente de ésta y del impacto que puede causar en los demás.
Al tomar decisiones estéticas diarias, éstas impactan el público con el cuál nos relacionamos cotidianamente. Las decisiones estéticas van mas allá de lo que nos recubre, tienen que ver con la manera natural en la que nos proyectamos de dentro a fuera.
La forma en que elegimos que el mundo nos perciba, nos lea, por medio de los órganos de los sentidos. Es decir que
El cuerpo como un canal que nos aísla del exterior, nos protege, pero también nos articula, nos conecta, nos permite relacionarnos, conversar por medio de nuestra envoltura, nuestra propuesta estética, nuestra verdad material, nuestro proyecto artístico corporal.
La apertura de agujeros en las orejas para los recién nacidos se ha convertido en un acto impositivo sobre el cuerpo de los infantes, razón por la cual, ahora se le permite al niño que si lo desea tome conscientemente la decisión de abrirse uno o cuántos orificios quiera, no solo en el lóbulo de la oreja sino en cualquier rincón de su cuerpo/lienzo, permitiéndose apropiarse de la superficie entera de piel que lo recubre, le da identidad, resguarda y protege, como un sustrato modificable, plástico, tal y como se entienden los materiales en la obra de arte.
De esta forma, el cuerpo se entiende como un sustrato intervenible por el ser. Se interviene de muchas maneras, algunas mecánicas, otras voluntarias, otras involuntarias. Aquellas involuntarias se refieren a las acciones que el ser realiza mientras vive sin tener que pensar en hacerlas (en condiciones normales de salud) tales como respirar, circular la sangre por el cuerpo, reparar células, digerir alimentos y descomponer moléculas para crear otras, combatir anticuerpos y muchas otras acciones no menos importantes.
Algunas mecánicas como caminar, ir al baño, comer, escribir, hablar e infinitas tareas más. Otras voluntarias, para las cuales debemos tomar una decisión consciente de hacer algo de cierta manera. Al viajar, escogemos un destino, unos medios, unas formas y nos preparamos con lo requerido para disfrutar la experiencia de la manera más adecuada. Así mismo cuando decidimos bailar, nos dejamos mover por el gusto o el placer que nos produce escuchar una canción particular, pero no solo eso; sentimos que le movimiento recorre nuestro cuerpo invitándonos a moverlo.

Nos ponemos de pie e improvisamos. Hemos decidido bailar. ¿De qué manera lo hacemos? Esto depende de numerosas variables, entre otras: nuestra historia, hábitos, entorno, estímulos, sensibilidad, referencias culturales, intelecto y habilidades motrices. Luego este acto voluntario que es el pararse a bailar, está acompañado de una cantidad de matices o gradientes, de los cuales depende la experiencia estética personal al bailar.
Muy diferente es, si mi proyecto artístico corporal incluye el baile como manifestación artística, o si simplemente bailo por participar de un evento social, por encajar en un entorno festivo o por acercarme físicamente a otro en un marco social/público. Así podemos imaginar la experiencia artística personal con cada una de las manifestaciones artísticas, o simplemente la vivencia de situaciones en nuestra cotidianidad sin valor estético y/o personal fuera del marco de las propuestas artísticas corporales. Es nuestra decisión de qué manera accionamos en el tiempo con nuestro cuerpo, así como de qué forma intervenimos nuestro cuerpo y si decidimos o no comunicar estética o artísticamente algún mensaje.
El Body painting, nos recuerda que la piel tiene su paleta de color propia, así como la cebra y el tigre las suyas.

Pintura sobre el cuerpo; me hace pensar en escrito sobre el cuerpo o “the pillow book” obra maestra del Director inglés Peter Greenway, en donde sobre una obra de arte-cuerpo de una mujer-se caligrafía otra obra de arte, un escrito.
En el caso del Body painting, la obra no es solamente la pintura, incluye el gerundio del verbo pintar, es decir que la obra involucra la acción misma del pintor. Un poco la idea de Jackson Pollok con su “action painting” ahora se ve reflejada en el acto de pintar sobre un lienzo vivo, una mujer. ¿Pero qué se pinta sobre un lienzo vivo una mujer?
No es lo mismo que hacer un mural o un fresco, o un cuadro al óleo o un grabado en papel o un petroglifo…y no lo es, precisamente porque en la acción de pintar sobre un lienzo vivo, esta acción equivale a acariciarla, tocarla, recorrerla, conocerla, recorrerla otra vez para conocerla más en detalle sin penetrarla, o penetrándola de otra manera.
Es el pincel el que eyacula cuando sus cerdas entran en contacto con su piel, y esta transpira, vibra, gime; entonces el pincel le responde airoso con color y texturas visuales, su esperma no incolora, es ahora un tono de color y al combinarse con la temperatura y textura de la piel femenina, engendra un “corpograma” un grafismo compuesto de las líneas inherentes al cuerpo y sus colores, más la erección masculina del trazo o la pincelada impregnada de deseo.
Todo esto tiene que estar presente de una u otra manera en la obra de arte resultante, sin importar el orden de los factores. Estos elementos están presentes y es Eros quien dispone de ellos. Entonces; Body painting podría ser como una forma pública de hacer el amor pintando el amor sobre un cuerpo.
Claro, si este texto lo escribiera un hombre o un transexual o un Hamisch sería muy diferente; en realidad sería otro texto no este texto. Como es este texto y yo lo estoy escribiendo – me permito usar primera persona pues soy esencial en mi texto – mi mirada femenina obvio que aparece y resplandece en él.
Body painting, pintando cuerpo, me invita a pensar en las cicatrices que ha dibujado mi propia historia sobre mi piel, sus manchas, sus heridas sanadas, sin sanar o en proceso de sanación. A diferencia de las circunstancias que han labrado o dibujado sobre mi piel, hasta cierto punto han sido resultado y no causa provocada.
En algunos casos producto de mente inmadura, algo de irresponsabilidad e ignorancia; en otros resultante de una forma en que mi cuerpo buscó dibujar dolor sobre mi piel, quizás para que yo no lo olvidara, para que al mirarme siempre recordara de qué había sufrido.
Muchas historias, muchos momentos que a la postre no se desdibujan ni difuminan en mi piel, sino que relucen de cuando en vez, pero a mis 43 años ya son tantas que no recuerdo que sentía en cada momento cuando como en una especie de “reality” era actriz principal sin proponérmelo, pero sin control sobre mi guión ni mis actos compulsivos y autodestructivos. No es fácil ponerlo en palabras, sacarlo de mí, ponerlo allá afuera, para usted lector que me está leyendo y a quien no conozco y probablemente no conoceré.
Los tatuajes, labrados a voluntad por un tercero sobre mi piel
rasgan algo de mí y me incrustan como si fuera un micro chip una verdad que también será pasajera y que permitirá a los otros rastrear mis gustos por períodos de tiempo. Llega entonces ese momento en el que ya no nos identificamos con lo que tatuamos, así como le pasó a Melanie Griffith con Antonio Banderas, quien mientras fue su amor, llevó con altivez su tatuaje en el brazo, y seguramente usaba muchas camisas sin mangas; y una vez expiró su amor, sintió rabia y hasta asco de su propio brazo decorado con lo que ya no admiraba; y ante la imposibilidad de quitarse el brazo mismo, tuvo que intervenir su tatuaje, modificarlo, según el tiempo se lo demandaba.
Así habrán muchas historias de tatuajes intervenidos a lo largo del tiempo, pero como sabiamente dijo hoy mi amigo Kike: “…con esos tatuajes tan grandes, uno no las puede desnudar del todo… “ como si de alguna manera los tatuajes sirvieran de coraza, de manto o de película antisolar y/o antiamor.
Si la piel por si sola ya es bella, para qué cubrirla, para que intervenirla… y como se oye mucho ahora decir: ¡deje así! O en otras palabras, como me decía mi ex Juan Pablo Piedrahita que dicen los ingleses: ”leave good enough alone” lo mejor es enemigo de lo bueno, deje así…
Las perforaciones, piercings u otras intervenciones
que interactúan con el vacío y el relleno; como en la música el silencio, o el negro y el blanco en la pantalla de cine en un cuadro; agujeros por donde pensaría de manera muy ingenua e ignorante del tema, se va a salir algo de nosotros que queremos sacar pero no nos hemos atrevido a hacerlo por el canal espiritual y lo intentamos hacer de manera física y algo torpe.

Foto: CREATIVE COMMONS/Sl4mmy
Sería como si abriéramos un agujero de un lado de la tierra para echar la basura que producimos, torpe e ilusamente; cuando en realidad la basura algún día saldría como por entre un tubo al otro lado del mundo y seguiría siendo basura. No por desviar su curso natural deja de ser basura. Es más, se convierte en una basura más putrefacta más fétida porque en su recorrido alterado, se va degradando, convirtiéndose en una basura peor de la que ya inicialmente era.
Luego, estos orificios en el cuerpo hechos artificialmente, pueden cerrarse o dejarse abiertos, el resultado no cambia; el resultado solo cambia si están conectados con el alma y de esa manera se convierten en complejos acueductos, sofisticados puentes, diques o canales según se requiera. Solo si, están articulados con las heridas del alma o sus logros, sus batallas, sus triunfos, sus alzadas en hombros, sus chifladas, sus caídas del sarzo, sus suicidios cortos o largos, sus muertes pequeñas o grandes, mas nunca inevitables.
El uso del cabello de tal o cual manera, con ciertos colores y estilos, nos permite creer que somos diferentes por el simple hecho de vernos diferentes. Qué gran falacia, es como si dos productos iguales al envolverlos en dos empaques diferentes se convirtieran en productos diferentes, cuando lo único que ha cambiado es la percepción de los mismos.
El vestuario, los accesorios, el maquillaje, las joyas, todos los aderezos; nos subrayan, complementan, hacen énfasis en ciertas características propias o nos confunden, nos pierden, nos engañan. Qué iluso aquel que cree que al comprarse una joya de la corona (como se llaman a las joyas de la realeza) se convierte en noble.
La vida es gracias a Dios más compleja que esa facilista ecuación. En la vida lo que no es dado de manera natural, es inminente y cumple una función en nosotros. Por más que no queramos aceptarlo allí está y no se irá hasta que hayamos comprendido para qué fue puesto en nosotros. Hasta que hayamos trabajado en utilizarlo para bien de nosotros y de quienes nos rodean. Solo en ese momento podemos prescindir de ello y comenzar a pensar en cambiarlo por otra cosa, antes no era posible; y de hacerlo, era un acto contra natura.

La manera de hablar, las palabras que utilizamos; el uso de groserías, anglicanismos, jerga o regionalismos entre otros, los tonos, los matices, y los énfasis en el discurso oral; nos caracterizan, nos delatan, nos diferencian o nos asemejan a otros.
Podemos cambiarlos, pero no sin antes comprenderlos y aceptarlos como propios. Únicamente al aceptar la propiedad sobre alguna característica, es posible comenzar a cambiarla por otra. Antes no era posible. Hay que tener cuidado con estas decisiones y mucho respeto ante la naturaleza. ¡Madre natura!
La manera de gesticular, movimientos y posturas, van mutando con nosotras a medida que la vida nos delinea, nos esculpe.
A todas estas; ¿De qué nos sirve hablar de esas cosas?…seguramente usted puede estar preguntándose esto en este momento, no es el único: le aseguro que yo también lo hago. Pero luego pienso: ¿Y si no soy yo quien se atreve a hablar de estas cosas quién? Y la respuesta es obvia, algún otro desocupado u ocupado en este apasionante tema, lo hará por mí; así que me pido ser esa.
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