LA GUERRA Y SUS DOS CARAS DE LA MONEDA

Por: Laura Reyes y Cesar Roa
‘Los frentes de la violencia bipartidista en Colombia’
Desde el inicio de nuestros tiempos la violencia, el interés propio, la corrupción y el derramamiento de sangre han estado presentes en la historia de nuestra nación. Un país con grandes riquezas que ni el oro puede comprar, como el resplandor del sol que cae sobre nuestras hermosas praderas del llano o las aguas cristalinas de color azul que brotan de nuestros mares y océanos del caribe, que sin duda alguna han sido testigos del horror y de sangre inocente derramada por muchos colombianos que han luchado por la libertad, así como lo cuenta nuestra bandera tricolor.
Si, desafortunadamente la historia colombiana se ha construido en medio de un llanto y crujir de dientes, producidos por esas almas malvadas, crueles y despiadadas que han derramado sangre inocente en todo nuestro territorio, producto de una lucha que no tiene sentido ni sustento alguno y que de hecho no es algo nuevo, como tampoco que ya esté solucionado con falsos acuerdos.
Por lo menos con este año ya se cumplen 64 que lleva este conflicto armado presente en nuestro país, el cual ya ha dejado más de 260.000 muertos, decenas de desaparecidos, violaciones, secuestros y casi siete millones de campesinos desplazados, acciones que simplemente ya han dejado incontables víctimas en nuestra nación y que peor aún, siguen aumentando.
Algunos aseguran que comenzó por la desigualdad entre clases que en aquel momento había. Pero si bien es cierto, es algo que la sociedad siempre ha tenido presente, una estructura jerárquica entre los no privilegiados y los privilegiados, dueños de las tierras y los únicos con posibilidades de participación en temas coyunturales a nivel político.
De acuerdo con las últimas estadísticas de ACNUR, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados se tiene alrededor de 7,7 millones de desplazados actualmente en el marco de la guerra. Una guerra que definitivamente la cuentan cada uno de los muertos e incontables izadas de banderas con voces que entonan la majestuosa melodía de nuestro himno nacional, pronunciada por letras simbólicas que van acompañadas por un mar de lágrimas que dan su último adiós, colocando una rosa en la tumba de miles de inocentes fallecidos en la guerra.
Esta es una historia en homenaje para todas esas víctimas que dejó y seguirá dejando el conflicto armado en Colombia, mucho antes de que existieran los grupos insurgentes como las Frac, el ELN, las Águilas negras, entre otros. Pues, es aquí donde contaremos las dos caras de la moneda que trae consigo la guerra de dos frentes bipartidistas entre: los rojos y los azules, godos y cachiporros o conservadores y liberales desde 1946. Cada uno con ideologías políticas totalmente aisladas como está el norte del sur o el oriente del occidente, ambos apoyando posturas diferentes.
Pedro, el hijo de un gamonal liberal
Todo comenzó en las tierras donde los gallos cantan al amanecer cuando se puede ver como apenas el sol a lo lejos se asoma en el horizonte, con unos pequeños destellos de luz que brotan de un cielo que resalta por tres colores que lo cubren rojo, naranja y finalmente el amarillo, un color que se ve durante el día. Aquel sol ilumina esas largas y bellas praderas y montañas, algunas con cultivos de maíz, papa, yuca, tomate, naranja, demás frutas y vegetales que hay, como otras de ellas con un amplio ganado de vacas, cerdos, gallinas y caballos que hacen parte de nuestro hermoso campo colombiano.
El campo es como un lugar donde el tiempo apremia para producir una buena cosecha, claramente con un tiempo de espera bastante largo pero que al final se obtiene un gran resultado, siempre y cuando se trabaje duro en la siembra. Para el asombro de muchos los lirios sonríen pícaros, mientras los pastos crecen sin parar en aquellas mañanas soleadas, donde los pájaros comienzan a cantar.
Un hombre de 80 años de edad, piel trigueña, con un bigote negro, de estatura 1.52 aproximadamente, trabajador como ningún otro. Pues, desde muy pequeño tuvo que dejar los cuadernos, lápices, fábulas, cuentos y juegos por las herramientas de trabajo que solo una persona adulta debería usar. Este hombre vivía en un municipio enclavado en la cordillera oriental una zona rural ubicada en Cundinamarca, mejor conocida como Gachetá que se encuentra a tan solo 99 kilómetros de Bogotá, la capital un lugar donde más adelante se trasladó con su familia.
Hijo menor de un gamonal liberal, asesinado frente a su familia por parte de la violencia bipartidista que azotó a nuestra nación, a finales de los años 40, que corresponden a los años de gobierno del godo, Mariano Ospina Pérez. Ingeniero y político colombiano, reconocido por aplicar las políticas del liberalismo económico con capital extranjero, favoreciendo únicamente a la oligarquía conservadora de aquel entonces. Sin duda alguna, el fiel responsable del aumento de la violencia en Colombia durante el 46 al 48, por su apoyo ejercido al denominado Frente Nacional que desencadenaría más violencia en nuestro país.
Los peores días de su vida
Pedro se levantó muy de mañana con el canto de los gallos que anuncian la plena madrugada, acompañado de su padre y hermano mayor con quienes trabaja fuerte, arduo y duro labrando la tierra que prepararía la próxima cosecha. Por alguna extraña razón este no era un día cualquiera, todo lo contrario era muy diferente a todos los demás o al menos así lo percibían.
A lo lejos mientras se tomaban un refresco en familia se veía como un grupo de hombres se dirigían lentamente hacia la misma dirección donde Pedro y su familia se encontraban. Al ver esto su padre Guillermo* sin pensarlo dos veces le pidió a su esposa esconderse con sus hijos, mientras él dialogaba con los señores.
Esta desconfianza y temor que tenía el gamonal liberal era fruto de una matanza que había ocurrido en años anteriores, más exactamente el 8 de enero de 1939 en Gachetá, Cundinamarca durante el mandato del liberal Eduardo Santos sucedió una espantosa tragedia.
Al mando de turbas izquierdistas de los rojos se propició una masacre de nueve conservadores en la Plaza Central del pueblo, en medio de una manifestación preparatoria de las elecciones legislativas.
A partir de tal suceso ambos bandos políticos debían tener los ojos bien abiertos, de hecho en la Convención Conservadora de Cundinamarca se ordenó a todos los simpatizantes del partido “Armemonos con todos los medios posibles” por los atroces y desgraciados sucesos presentes en Gachetá.
“Hasta que por fin llegaron”- dijo el gamonal liberal
Mientras el grupo de hombres se miraban entre sí, sin responderle ni una sola palabra.
Guillermo* les responde de nuevo: “En que podría ayudarlos”
Uno de los hombres le respondió:“Usted un cachiporro pueblerino no nos puede ayudar en nada”
Respondiendo el gamonal liberal :“Entonces a que han venido”
“A recobrar venganza” dijo otro de los hombres
Pedro Pablo fue el último de los hijos de Guillermo* en verlo durante su fallecimiento. De hecho algo que jamás logrará olvidar es esa corbata roja que distinguía a los simpatizantes del partido liberal y que su padre solía portar orgullosamente todos los días sin falta alguna.
Pedro como todo buen niño imitaba a su padre colocándose no solo sus sombreros o sus zapatos, sino también aquella corbata roja digna de un liberal. Pues, su admiración por este partido político crecía día a día al escuchar los grandes y elocuentes discursos de libertad y equidad que le contaba su padre, pero esta tarde o temprano acabaría con la muerte de su padre y un horrible suceso.
Minutos previos al fallecimiento de Guillermo, su hijo menor Pedro no resistió al escuchar tantos insultos, puñetazos, patadones y bofetadas que recibió el gamonal liberal, así que salió al descubierto de este grupo de hombres conservadores. Al verlo uno de esos hombres lo tomó del brazo izquierdo y lo empujó hacia al suelo.
“Y con este que haremos” – dijo uno de los hombre mirando a Pedro.
Mientras el grupo de hombres discutia entre ellos, Pedro no podía dejar de mirar a su padre y prometerle que pasara lo que pasara el cuidaría siempre de su familia.
Uno de los hombres toma nuevamente a Pedro del brazo izquierdo y lo sostiene fuertemente, al mismo tiempo otro de esos hombres toma una corbata roja, colocándosela lentamente en la boca de Pedro, se la obliga a comer, mientras los demás hombres sueltan carcajadas.
Hasta que uno de ellos deja de reírse y dice: “Si no queréis morir como tu padre será mejor que usted y su familia se larguen de estas tierras”.
Finalmente a lo lejos se escucharon unos disparos al aire que dejaron un muerto en el suelo y una esposa e hijos desconsolados que lloraban sin parar por el fallecimiento de un padre ejemplar y trabajador como lo fue Guillermo* el gamonal liberal, quien a nadie le hacía daño.
El peligro que corrían por su vida la esposa de Guillermo*en compañía de sus hijos decidió alistar sus maletas, huyendo de todo el dolor y el miedo que sentía por aquel horrible suceso, parten rumbo a la ciudad capital.
Desplazado por este hecho Pedro y su familia luego de perderlo todo llegaron a la ciudad de Bogotá a vivir en una pieza de un inquilinato en el centro de la capital, después de tenerlo todo y ahora no tener nada. Ya era hora de que él con su hermano (8 y 15 años respectivamente) tomarán las riendas de la familia, es decir, traer el sustento diario al hogar.
Paradójicamente vinieron a la capital huyendo de la violencia y se encontraron con algo mucho peor, como lo fue el Bogotazo. Disturbios, enfrentamientos, saqueos, incendios y gritos sollozantes de almas quebrantadas por la pérdida de un familiar por causa de la muerte masiva de ciudadanos en aquella revuelta, ocasionada por el magnicidio del líder político y candidato en aquel momento a la presidencia, el liberal Jorge Eliécer Gaitán.
9 de abril de 1948 no solo muere el líder liberal sino también una de sus hermanas de Pedro, quien hace parte de las 3.000 víctimas de aquella jornada del horror. Una herida más en su corazón que se sumaría al dolor que vivía este hombre, que en su momento sanaria y se convertiría en la motivación para salir adelante.
Sí, sin duda alguna la muerte fue causante de una de sus más grandes tristezas, ahora se convertiría en un motivo de alegría ya que su primer trabajo sería arreglando las tumbas del cementerio central, un lugar lúgubre donde reposan los restos mortales de algunas almas en pena que perdieron su vida y fueron enterrados en ese sitio sin distinción de clases, pues tanto ricos como pobres se descomponen dentro de las bóvedas que rodean el panteón, recinto de veneración a los muertos.
Él era el encargado de limpiar cada una de las lápidas que contienen el nombre de cada muerto, regar las flores que adornaban la oscuridad de la muerte y al caer la noche todas las coronas de los cortejos fúnebres que dejaban abandonadas en el suelo frío de ese oscuro y temido lugar eran recogidas para que de una vez restauradas fueran nuevamente partícipes de otra procesión de dolor.
Un motivo de esperanza para salir a adelante
Un día de camino al trabajo conoció a la persona que sería su mentor y maestro Gustavo Flores, antioqueño, recio, fuerte y emprendedor que se dedicaba al trabajo de granito y mármol, materiales que solo la clase alta utilizaban en la construcción de sus viviendas que era realmente muy bien remunerado en esa época.
Sin pensarlo dos veces y sin tener experiencia en ello a sus doce años de edad decidió emprender este nuevo rumbo de la mano de su mentor. Pedro Pablo vio la imperiosa necesidad de retomar sus estudios y con mucho esfuerzo terminó su primaria en la escuela nocturna. Los conocimientos matemáticos adquiridos fueron suficientes para continuar su carrera empírica de ingeniero, llegando a construir edificios de hasta 10 pisos de altura, realizando todos los cálculos necesarios para su culminación.
Con esta labor Pedro Pablo Reyes Martín sacó adelante a sus 7 hijos, algunos de ellos universitarios, pero todos con una profesión. Este fuerte, valiente, trabajador y luchador hombre hoy es un ejemplo de esperanza, resiliencia y supervivencia de miles de víctimas que ha dejado el conflicto y la violencia en Colombia.
Sin Comentario