UN VIAJE A COMANDO JUNGLA
Por: Ana María Uribe, Daniella Moreno y Mg. Diana Socha Hernández.
Semillero transmedia 2019.
Investigación: Narrativas para la reconstrucción de la memoria del conflicto armado en Colombia en Colaboración con la fuerza pública 1998-2018. Docentes a cargo: Dr. Álvaro Velandia, Mg. Jorge Maldonado y Mg. Diana Socha Hernández.
“Honor y gloria por siempre”
Colombia es un campo de enseñanzas para la resolución de conflictos. Desde 1958 se ha caracterizado por una guerra asimétrica por grupos armados que han azotado al territorio. En el primer periodo se fijó un cambio de la violencia bipartidista caracterizada por expansión de las guerrillas que contrasta con el apogeo de la movilización social y la marginalidad del conflicto armado. Más adelante se desatan diferentes situaciones como: expansión territorial, incremento de la guerrilla, posicionamiento de nuevos grupos al margen de la ley, fortalecimiento del narcotráfico y procesos de paz. Tras los diferentes periodos que se han desempeñado los grupos armados convirtiéndose en los protagonistas de la historia de Colombia dejando cicatrices en miles de familias.
Rubiel Rodríguez Quintero a sus 34 años es un retirado de Comando Jungla, quien desde muy pequeño quiso verse involucrado en el tema de prestar servicio. Cuando entró Rodríguez su presencia irradiaba frescura y armonía, 1.65 de alto aproximadamente, tez canela, hombros fornidos y cabello negro profundo. Es oriundo de la región del Tolima, nacido en una vereda cerca de las Delicias así como sus padres, quienes toda su vida se han dedicado al cultivo; en un principio al sorgo, arroz, tabaco entre otros y hoy día al cultivo de mango. En el sector donde Rubiel creció, cerca había una mina donde se explotaban piedra y arena, y esta se la prestaban a un grupo de instructores que en ese entonces estaba al mando del Capitán Harold Wilson Santamaría, quien a esta fecha es coronel.
Para él era muy intrigante la forma en la que entrenaban los policías y junto a sus ocho amigos se quedan horas y horas viéndolos realizar sus ejercicios.
Cuenta Rodríguez Quintero que un día, ese capitán a quien tanto él admiraba, se acercó a ellos y les preguntó, si les interesaba ser policías. Asustado por la propuesta, aquel intrépido joven de 17 años, quien había sido el único de sus amigos en terminar el bachillerato, corrió donde su madre, a contarle la situación propuesta por aquel entonces Capitán al mando. Rubiel expresa, que su madre a sido una persona que lo ha apoyado siempre en la toma de sus decisiones, sin embargo no dejó de ser dolorosa y un tanto angustiante la noticia. Por otra parte su padre estaba en total desacuerdo.
A los pocos días, se dirigió a la base del Espinal donde empezaría toda su travesía. Inició su proceso para lograr ingresar a la policía. Fue seleccionado en el curso 0.2 de la Escuela Gabriel González, el 3 de septiembre del 2003. Con el pasar del tiempo mientras él se preparaba como patrullero, en ese preciso lugar Comando Jungla también realizaba sus entrenamientos, cosa que en Rubiel generó un gran interés, a tal punto que preguntaba siempre que tenía la oportunidad al instructor encargado, la forma de lograr incorporarse en ese grupo.
Cuando Rodríguez termina el curso como Patrullero, ingresa a ser el Curso COR (Curso de Operador de Radio). Se sentía emocionado por lo que estaba logrando en su vida, sin embargo no lograba sacar de su mente la hora de poder presentarse para Comando Jungla.
Terminado el curso COR, con la ayuda del Capitán Flora Jaime Andrés, quien también era instructor en Comando Jungla, en Tuluá logró iniciar su entrenamiento como Jungla.
…
Muchos colombianos han sido afectados por este conflicto, asimismo han dejado su marca con el fin de luchar por esa paz que deseamos con ansias. Personajes como Rodríguez nos permitieron conocer más de cerca sus historias.
Por medio del proyecto de investigación Narrativas para la reconstrucción de la memoria del conflicto armado en Colombia en colaboración con la Fuerza Pública 1998-2018, narraremos un entrenamiento en el CENOP desde la mirada personal de tres periodistas, sobre los Comandos Jungla y su rol para enfrentar el conflicto armado en Colombia.
Primer día
3:20 am del 3 de abril de 2019.
El frío de la capital colombiana en todo su esplendor nos acompaña hoy. Coincidimos que las ansias de emprender aquel viaje no nos permitieron pasar una noche normal y la madrugada llegó con expectativas y angustia por cumplir con toda la responsabilidad que nos habíamos propuesto días anteriores.
4:00 am
Esperábamos transporte para llegar a la base de Catam en el aeropuerto El Dorado en Bogotá. Entre sueño y emoción nos encontramos con el equipo de grabación, profesores, estudiantes del Semillero Narrativas Audiovisuales y Trasmedia de la Escuela Ciencias de la Comunicación de la Universidad Sergio Arboleda y el equipaje en donde teníamos los elementos necesarios para pasar dos días con Comandos Jungla. A un costado se encontraba una minivan junto con otra camioneta, esos serían nuestros medios para llegar a nuestro destino final “El Espinal”.
El Espinal es un municipio colombiano que queda en el departamento del Tolima a 153 kilómetros de la capital, es un lugar cálido, no solo por el clima, sino por su gente.
5:00 am
Ya todos abordo en los autos para emprender esta aventura y aunque no todos nos conocíamos desde el inicio la risa fue la acción que más sobresalió durante todo el viaje. Durante tres horas de viaje dormimos, recargando energías para llegar con la mejor actitud y comenzar a trabajar. El recorrido por las carreteras estuvo tranquilo, afuera brillaba el sol y los árboles eran nuestra imagen más frecuente al abrir los ojos y tratar de ubicarnos en algún lugar de Colombia.
9:30 am
Llegamos a la entrada principal; algunos policías amablemente hicieron el registro correspondiente y una leve requisa de los artículos que estábamos ingresando a La Escuela Internacional del Uso de la Fuerza Policial Para la Paz “CENOP”.
Este lugar, según la información que aparece en la página web, tiene como “Misión fundamental la capacitación, instrucción, entrenamiento y reentrenamiento para los cursos de formación y ascenso de oficiales, suboficiales y nivel ejecutivo de la Policía Nacional, grupos operativos especiales urbanos y rurales de la institución, auxiliares de policía, mediante el desarrollo de programas académicos fundamentados en el respecto de los Derechos humanos y el Derecho Internacional Humanitario”. Es decir que nos encontraríamos con una cantidad de personal masculino en constante entrenamiento.
Una vez ingresamos los autos, esperábamos ver casetas y policías caminando, pero lo cierto es que lo único que se apreciaba por la ventana eran árboles, maleza y pasto, un hermoso paisaje natural, tranquilo y silencioso, inmersos en las montañas.
Recorrimos aproximadamente un kilómetro hasta llegar a la base, ahí podíamos apreciar fácilmente los camiones donde transportan al personal, automóviles, cajeros automáticos, varios alojamientos, con un diseño único que se asemejan a un rectángulo cúbico y alto color crema y su techo semi curvo de color verde, era algo así como una especie de cápsula; por otro lado dos grandes comedores, un mini coliseo abierto y lo que más llamó la atención fue una zona verde enorme donde había una torre alta. Todo parecía una pequeña ciudad organizada, la pulcritud que caracteriza a los policías era evidente en el lugar, los jardines, la carretera, todo reflejaba un cuidado meticuloso, limpio, tranquilo, sin el mínimo de desorden.
Una vez nos bajamos, un grupo de casi 15 personas, entre suboficiales y oficiales, nos saludaron con cordialidad. No pasó sino diez minutos cuando ya nos estaban organizando para empezar la agenda que teníamos propuesta con las diferentes actividades; nos dirigimos al comedor, donde nos hidratamos y pudimos estirar nuestro cuerpo por unos minutos.
La minivan junto con algunos integrantes de Comando Jungla nos dejó en una zona que solo lo rodeaban árboles enormes y barro, los seguimos mientras atravesamos un suelo bastante húmedo y resbaloso, allí estaba una carpa, que tenían los mismos tonos de los uniformes que utilizaban (colores tierra). Dentro de esa carpa había una mesa con diferentes artículos explosivos, perfectamente organizados.
El olor que se percibía al entrar en el primer laboratorio era lo que brotaba de la naturaleza, esa frescura acompañada del sonido de grillos, pájaros y un leve sonido de una corriente de agua. Pero en un segundo, lo único que se percibía entre todos era el de protector solar y repelente de mosquitos, era gracioso verlos a todos aterrorizados por la cantidad de moscos que nos rodeaban.
Los Comandos Jungla, son una unidad de la policía que cumplen funciones específicas para proteger a nuestro país, como lo aseguran en su página web: “altamente constituidos y entrenados, encargados de planear y ejecutar operaciones contra el narcotráfico, objetivos de alto valor, bandas criminales y organizaciones al margen de la ley según las normas contempladas en el Derecho Internacional Humanitario y Derechos Humanos, participando activamente en el desmantelamiento de las redes del narcotráfico tanto en el ámbito rural como urbano, bajo ambientes hostiles y de alto riesgo con el propósito de desarticular las organizaciones al margen de la ley y contrarrestar su accionar delincuencial”.
Por esta razón una de las responsabilidades de los Comandos es básicamente el manejo de los explosivos.
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Cuenta Rubiel con mucha emoción, cómo fue su primer día en este grupo; el entrenamiento era mucho más exigente y el tiempo que así mismo requiere era más extenso. Pero le agradó mucho las forma en que los integrantes acogían a los nuevos, pues inmediatamente los convirtieron en miembros de la familia.
La travesía fue extensa, y eso quería decir cada día se necesitaba motivación para alcanzar los logros propuestos. Existieron momentos increíbles en todo el proceso y uno de los que más recuerda es en el Chocó donde realizaron una operación de antinarcóticos durante unos meses.
Primera parada: Explosivos
Debíamos aprovechar cada segundo de la luz natural, así que pusimos manos a la obra. El oficial encargado de explosivos nos dio una breve explicación de cómo estos dispositivos funcionan. Lo siguiente fue organizar cámaras y demás herramientas para empezar a grabar la entrevista y ejemplos de cómo se accionan estos objetos.
La explicación fue minuciosa, cada detalle tenía una gran importancia, no se pueden dar el lujo de equivocarse, porque allí se pierde la vida en un segundo.
Mirar, estar alerta, el mínimo ruido, puede ser fatal.
Los Comandos, deben usar un equipo especial: visores, minas para fusiles, satelitales, estimadores de distancia, localizador satelital spot, cámara térmica, binoculares, casco, chaleco antibalas, en total llevan en su cuerpo 250 libras durante la misión.
Los Comandos expertos en explosivos, además del usual equipo que debe llevar, usan el detector de metales y en muchas ocasiones los caninos son sus acompañantes en este peligroso oficio.
El encargado de recrearnos paso a paso el camino que deben recorrer para salvar vidas fue el Patrullero, Especialista en Operaciones en Demoliciones y Explosivos (ODE), Raúl Pardo Becerra, un hombre alto, su piel acostumbrada al sol y al clima cálido de terrenos rurales, con voz firme y segura, explica que deben caminar con sigilo, su comunicación es por señas, entre menos ruido exista, más fácil es la concentración para escuchar, ver y leer el lugar.
En la maleza todo parece sospechoso, cuando ven algún elemento inusual en el lugar, su mirada se centra en él. Como si hubieran ensayado una coreografía por meses, los comandos se mueven con cautela, unos protegen a quien le correspondió desactivar el artefacto; construido con elementos que se encuentran fácilmente en el mercado: alambres, botellas de plástico, vidrios, pólvora negra, ANFO, entre otras.
Terminamos la primera actividad a eso de las 15:00 horas, agotados por el sol intenso, en medio de tanta humedad nos dirigimos nuevamente a las camionetas que nos transportaban por el lugar. Nos hidratamos y refrescamos para ir a almorzar.
Cuando llegamos al comedor, el hambre que teníamos era impresionante, solo deseábamos sentarnos y disfrutar de ese gran plato de comida casera que a diario los cocineros de Comandos Jungla preparan; sopa y seco, con fresco jugo que nos sentó de maravilla.
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Comando Jungla siempre se ha caracterizado por ser muy familiar, estar conectados por una causa, genera un vínculo especial con cada miembro del equipo. Con sus manos enlazadas y una mirada tenue, expresa que “nunca se deja de ser Jungla”. Y es ahí cuando arranca su principal anécdota vivida en Comando.
Fue el 2 de mayo de aquel 2009, Rubiel se encontraba en Vista Hermosa, Meta, donde estaban apoyando la erradicación manual durante 54 días, nada fáciles, ya que en ese sector para ese tiempo se encontraba el 38, 42, un corredero de Inteligencia Militar. Se encontraban de la mano con la Móvil 4 del Ejército y Policía Nacional, ya que ellos conocían bien el sector y sabían exactamente en dónde se encontraban los puntos críticos. En ese año Vista Hermosa era el principal municipio con más registro de víctimas por minas antipersonas.
El plan a seguir en ese sector comenzó dejando los seis grupos en los lugares de erradicación, uno de ellos fue en Santo Domingo, y justo después de dejar aquel grupo, se hizo una parada en una vereda cercana llamada la Huerta, de allí salió una profesora que les comentó que en su escuela había unos artefactos con cables y no sabían de qué se trataban, ya que esto podía afectar a los niños. Cuando se dirigieron al lugar, un compañero de Rubiel se acercó a comprobar, y efectivamente eran artefactos explosivos improvisados. Tomando en cuenta los antecedentes del lugar, recordaron que justo en ese lugar años atrás, un día cayó una fuerte tempestad y 5 niños por querer refugiarse se dirigieron a un árbol, allí se encontraban unos artefactos explosivos, aquellos niños fallecieron inmediatamente.
Fueron días muy duros, donde se requirió mucha dedicación y ánimo, la muerte era como una sombra. Aquella mañana de ese día del 2 de mayo, Rubiel se levantó muy temprano a realizar su rutina como era costumbre, compró alimentos para la preparación del almuerzo y más adelante un encuentro con todo el equipo para empezar su actividad de erradicación. La noche anterior como es debido deben atender a un programa donde se gestiona todo el procedimiento a llevar a cabo. Así que a eso de las 10:00 AM, junto al Ejército Nacional iniciaron el proceso. Se transportaron al lugar donde harían la eliminación de los cultivos ilícitos; en primera instancia un teniente que era experto en natación atravesó el caudaloso río junto con una cuerda que conectaba con la orilla de la isla donde se encontraba la coca, de esa manera los demás integrantes podían atravesar sin ningún problema. Una vez todos en el lugar, se localizaron las zonas y empezó a erradicar. A las 12:15 del mediodía ya habían concluido con la misión y decidieron almorzar y descansar un poco. Para la 1:00 PM fueron informados por el capitán que estaba en la aeronave rodeando la isla, el hallazgo de otro cultivo. Mientras se fueron acercando, se dieron cuenta que en el perímetro había habido actividad por parte de campesinos encargados de los cultivos, hallaron manuscritos, comida y toallas higiénicas. Inmediatamente ellos asumiendo los antecedentes de la zona, sabían que podían encontrarse en un campo minado.
Con mucha cautela fueron acercándose poco a poco al lugar donde estaría la coca, pero en segundos pasó lo que marcaría para siempre la vida de Rubiel Rodríguez Quintero, «abrí mis ojos, los tenía cubiertos de tierra, mis oídos solo emitían un pitido que me aturdía y causaba una angustia en lo más profundo de mi ser. Traté de retirarme con mi mano esa tierra que me impedía la visibilidad e inmediatamente me vi rodeado de mis compañeros, todos en posición de rodilla baja de seguridad». Ese es el protocolo para seguir cuando un miembro es afectado por un explosivo. Una vez asegurado que no había personas armadas, el enfermero a cargo dio los primeros auxilios y transportado a un campo seguro donde un teniente médico hizo el procedimiento a seguir. «Pensé que moriría, pensé en mis padres y esposa. Escuchaba decir a mi compañero que todo estaba bien mientras sujetaba mi cabeza», en ese momento el compañero de Rubiel por unos instantes debió ayudar al médico encargado de la herida. Rodríguez en medio de su desesperación por el intenso dolor que recorría su cuerpo, alzó por inercia su pierna izquierda. «Mi pantalón estaba deshilachado, no tenía bota, la tibia y el peroné estaban expuestos, era como cuando coges una rama y la partes y queda solo las astillas ahí pronunciadas». Sin embargo Rubiel era consciente de lo que se venía a su vida y así confiaba en los profesionales que lo rodeaban. Fue trasladado a la Clínica Meta donde se le dio el reporte a la institución de los procesos que se le realizaron. Procedieron con la amputación del miembro; Rubiel demostró mucha fortaleza, nunca sintió miedo de saber que su vida iba a cambiar ahora, que tal vez el deporte que más ama, el fútbol, nunca podría volverlo a practicar, que debería dejar un tiempo su labor para poder recuperarse.
Segunda parada: Laboratorios, producción de estupefacientes
Nos embarcamos de nuevo en las camionetas, todos los caminos parecen ser el mismo, solo árboles y lodo es lo que se logra apreciar bajo un sol intenso. Cuando llegamos al lugar, el ambiente había cambiado un poco, se sentía más fresco y menos luz que en el lugar anterior. Nos indicaron que tuviéramos mucho cuidado y solo debíamos seguir obedientemente al encargado, pues el camino era un poco estrecho e inclinado ya que el laboratorio se encontraba abajo de donde estábamos, era como bajar una colina de barro lleno de árboles, flores y mosquitos.
El lugar asustaba un poco, su aspecto era viejo con un olor a químicos y humedad, se veían telarañas y polvo por todos lados, mesas gigantes de madera en forma de L, máquinas que no se entendía muy bien cuál era su función. Sobre las mesas había tarros de vidrio, probetas, tubos de ensayo, estufas, mezcladores, pipetas, básculas y termómetros. En el suelo había tanques donde se conservan los ácidos, gasolina, entre otras sustancias que se utilizan para mezclar los productos y obtener un producto que se vende por millones en otros países. Por otro lado también había stands donde se encontraban microondas viejos y una especie de máquina para hacer sellos grandes echa de hierro y madera.
En seguida de ese laboratorio había una especie de habitación, en ella había un catre, un camarote y una nevera, todo estaba lleno de polvo, hojas secas y pequeños bichos que caminaban sobre esos colchones manchados y sábanas descoloridas. Luego un integrante de Comando Jungla nos explicó que esto que observábamos era la recopilación de los muchos objetos que encontraban en los operativos que hacían en contra del narcotráfico. Si bien la orden que tienen es que se quema todo el laboratorio, era necesario acudir a algunos elementos con el fin de que el entrenamiento fuera en un lugar adaptado a la realidad. Es decir que el lugar que pisamos en ese momento era similar al que se puede encontrar en las montañas, oculto para las demás personas, pero familiar para los Comando Jungla.
No estuvimos mucho en dicho lugar ya que la luz que entraba era muy escasa, la noche caía y era hora de partir; el tiempo pasó volando y cuando quisimos ver ya eran las 6:00 pm, sentíamos hambre, cansancio y esa gran incomodidad que produce el sudor seco en la piel sumándole unas capas de protector solar y repelente para mosquitos, pero nada que un fresco baño no solucionara.
Nos devolvimos en nuestros medios de transporte, estando en ellos nos sorprendió el coordinador de actividades, comentando con seriedad que aún debíamos hacer una última parada, la idea era hacer tomas nocturnas en los polígonos. No nos opusimos, ni tampoco nos quejamos, pues la idea de ver esa actividad nos causó gran intriga.
Tercera parada: Polígonos
Llegamos pronto al lugar de los polígonos y el ruido desde antes de acercarnos a la base era intenso, el impacto de las balas casi podía aturdir mis oídos. Nos sentamos en una base que estaba a una distancia considerada al área de disparos. En la lejanía apreciamos una fila horizontal de más de diez hombres de Comando Jungla con sus rifles y casco con un montante de AVN, el cual les permite tener una visión clara en la noche y así poder apuntar correctamente a su objetivo.
Tardamos una hora y media en dicho lugar, logrando obtener las tomas necesarias para el documental que el grupo de Narrativas Audiovisuales, liderado por el profesor Álvaro Velandia, estaba desarrollando. Mientras la otra parte del grupo observábamos bajo un quiosco, sin poder acostumbrarnos al fuerte sonido de los disparos. A Veces costaba apreciar los alrededores pues todo parecía una mancha negra, y los colores fugaces de las balas saliendo del arma y chocando fuertemente con la diana.
Una vez terminamos, nos trasladamos a la base y fuimos directamente al comedor, estábamos agotados y nuestros cuerpos aclamaban alimento. Recibimos una cena muy nutritiva, era casi la misma cantidad del almuerzo. Pero al parecer aquí las tres comidas eran igual de importantes y por supuesto muy grandes.
Reposamos acompañados de una rica charla y nos dirigimos a nuestros dormitorios. Nos dividieron, las mujeres en una sección y los hombres en otra. La habitación era cómoda, sencilla, con lo indispensable, había tres camarotes y un baño, un gran ventanal que daba a la base militar y teníamos aire acondicionado. Tomamos un duchazo y nos acostamos. Mientras nos reíamos por lo vivido en el día una a una quedó dormida.
Segundo día
La alarma suena a las 5:00 AM, realmente estábamos muy cansados, no queríamos levantarnos, pero sabíamos que en este lugar la vida empieza desde muy temprano. Era nuestro último día es la base de Comando Jungla.
A las 6:30 AM, ya listas para ir a desayunar, lo que seguía era cumplir con nuestro itinerario.
En el comedor mientras hacíamos fila, veíamos a varios uniformados entregando la bandeja sin una gota de comida, y nuestros olfatos despertaron con un delicioso olor a comida recién cocinada: hígado, huevo, plátano, arroz, cereal, jugo y café. A penas para quedar recargados de energía. Pensamos que era mucha comida, pero no dejamos nada en el plato. Sabíamos que necesitábamos esa energía para las actividades que nos esperaban.
Cuarta parada: Laboratorios, simulacro de captura de laboratorio de producción de estupefacientes.
Nos dirigimos nuevamente al laboratorio, pero esta vez con una luz más clara del día, apenas para realizar buenas imágenes.
Lo primero fue organizar cómo sería cada escena y qué acciones se iban a realizar, ya que tanto los integrantes de Comando Jungla, como algunos de nosotros del equipo de trabajo íbamos actuar.
Los Comandos Jungla dieron una breve información sobre cómo se debía actuar en caso de que se encontraran un laboratorio en medio de la selva. Por lo general estos laboratorios se encuentran cerca a los cocales (los cultivos de coca) ya que es más sencillo para los campesinos a la hora de raspar y cortar para así transportarla al respectivo laboratorio. Son lugares espesos, llenos de árboles y maleza que permite el camuflaje. La humedad genera que los actores estén con lo básico en su vestimenta, pero también en los objetos que hacen parte del laboratorio.
Al momento de encontrar personal dentro de los laboratorios construyendo la pasta a base de coca, se procede a capturarlos y asimismo se hace reporte de los elementos encontrados, como por ejemplo los ácidos, gasolina, la hoja de coca, entre otros, para más adelante destruirlos con fuego.
Son estrictos en el procedimiento. Cada Comando tiene una función clara desde el principio y su comunicación siempre es contundente. Han ensayado durante meses la reacción en esta situación. Cuando llegan al lugar, se debe proceder rápido y sin ningún error. Recorren el lugar apuntando fuerte su arma y con pasos firmes caminan rápidamente para que nadie se escape.
…
No fue fácil los siguientes días para Rubiel, una vez llegó a Bogotá, empezó a presentar malestares y fiebres incontrolables. Fue remitido inmediatamente a urgencias y decretaron que tenía una bacteria en su cuerpo; esto causado por el artefacto explosivo, pues contenía excremento humano. Así que el médico le explicó que nuevamente debía entrar en cirugía y a su vez que la posibilidad de muerte era alta debido a la fuerte infección que corría por cada parte de su cuerpo. Fueron 27 días hospitalizado y día de por medio, varias cirugías.
Una vez más logró salir adelante, “nunca se sintió abandonado, ni por Dios, ni familia, ni Comando Jungla».
Siguió vinculado a los Comando Jungla, aunque ya no realizando operativos, sino ejerciendo una labor en las oficinas en la base del Espinal, realizando logística. «Nunca me he sentido apartado, por el contrario siempre me siento en casa siendo útil. En mí no existe limitaciones» finaliza con los ojos brillantes de emoción.
Sexta parada: Lanzamiento de la torre de saltos
La torre alta que se centraba en aquel campo abierto lleno de césped, lo primero que captó la atención de todos al llegar a la base. Esa altura y la sensación de vacío que se sentía al ver caer a los uniformados de allí, creímos que no la sentiríamos en carne propia.
La sorpresa que nos tenían preparada los Comando Jungla, justamente se situaba aquí. Realizaríamos el salto glorioso, que muchos le estaban huyendo. Primero efectuamos unas tomas para el documental del Semillero Narrativas Audiovisuales y lograr fotografías fundamentales para el Semillero Trasmedia, los Comando Jungla harían saltos como: Rappel, Soga Rápida, Spike y Hello Cast. Imágenes perfectas, un escenario ambientado de manera especial, con gases de colores, cuerdas, cascos, chalecos y un equipo acondicionado para la actividad.
Finalmente llega, el momento, dos de los miembros nos colocaron unos arneses con ganchos de seguridad, se sentía la protección y seguridad al usar el equipo, el Teniente nos puso cascos que en la parte superior tenían una cámara GoPro, con el fin de grabar las maniobras. Mientras subíamos aquellas escaleras grises destapadas, se veía el panorama verde que nos rodeaba. Después de llegar a la cima nos dimos cuenta que estábamos a más de 20 metros de altura.
El momento llegó y fue Tobías, integrante de Comando Jungla, quien nos alentaba a que tomáramos fuerza y fuéramos valientes para aceptar la travesía. Las instrucciones eran claras, tomar la cuerda con la mano izquierda por detrás de la espalda, al soltarla esa era la que nos daba la velocidad. Poner los pies en el tubo que estaba separado de la superficie donde nos sentíamos seguras, con la mano derecha sosteníamos la otra parte de la cuerda y esta nos daba seguridad.
De apoco fuimos soltando la cuerda, y mandando el cuerpo hacía atrás con las piernas dobladas, como si estuviéramos acomodándonos en una silla invisible que nos daba el suave aire del atardecer.
Cuando nos dimos cuenta, nosotros controlamos la cuerda y nuestro cuerpo podía ser libre. Demoramos más en tomar la iniciativa de soltar la cuerda que en llegar al piso. allí nos recibía otro Comando con una sonrisa y felicitándonos por haber logrado vivir esa experiencia.
La despedida
Era alrededor de las 3:00 PM, estábamos agotados y hambrientos después de una larga mañana de actividades; nos dirigimos al comedor a disfrutar de nuestra última comida allí con los miembros del equipo. Recordando cada momento, cada risa, cada comentario que marcó el tiempo en esta base. Reposamos el almuerzo y al poco tiempo nuestro medio de transporte ya estaba esperándonos para ir de nuevo casa.
Llegó el momento de la despedida, agradecidas por tener la oportunidad de conocer a hombres llenos de luz, de valentía, pasión y amor por lo que hacen.
Nos abrazamos y agradecimos a cada uno de ellos, llenos de nostalgia por tener que marcharnos. Abordamos los vehículos y con brazos estirados movíamos nuestras manos de lado a lado, despidiéndonos por última vez.
En el camino aunque estábamos todos muy cansados, nos reímos nuevamente recordando todas las locuras hechas, dormimos una buena parte mientras diluviaba en la carretera. A las 7:00 PM, hicimos una parada en Melgar, una ciudad cerca a Bogotá, allí cenamos y estiramos un poco nuestros cuerpos. Retomamos nuevamente el camino hasta el Aeropuerto Internacional El Dorado. Llegamos a las 10:45 PM, caía una noche fría en la ciudad.
…
Comando Jungla más que ser una unidad de la policía, son una familia que protege desde el núcleo a la sociedad, de aquellas redes del narcotráfico. Su trabajo, es digno de admirar, no cualquiera cuenta con la capacidad y disposición para llevar a cabo esa labor tan demandante.
El sacrificio de cada miembro perteneciente a cualquier entidad militar, dedicada a la protección de un país, merece ser elogiado. Porque no solo es cumplir una labor, es renunciar aquello que ata a una vida cómoda, para arriesgarse a dar la vida por alguien que no conoce. Su deber siempre estará en proteger a una sociedad aunque eso signifique sufrir graves lesiones.
La historia de Rubiel es una de las muchas que rodean esta profesión y que llenan de esperanza, motivación y agradecimiento por el valor que tienen estos seres humanos.
«Jungla un día, Jungla te da la vida».
*Fotografía: Diana Socha Hernández
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