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LA 26: MORIR PARA VIVIR

En los próximos días, el nombre de Samuel Moreno volverá a sonar por cuenta de la próxima audiencia que se llevará a cabo en su contra por el llamado “Carrusel de la Contratación”. ¿Qué fue lo que pasó?

calle-26-bogotaLos muertos nunca descansan. Al alma que decide liberarse del cuerpo en el que se encuentra encarcelada no le espera la muerte, sino la vida en el limbo del Cementerio Central. A ese mismo lugar  llegó el espíritu de Adán Nule en noviembre de 1983. 27 años después, tres hombres con el mismo apellido se pasearon por este mismo lugar, con la diferencia de que esta vez no fueron sus almas, sino la ciudad la que se fue al limbo.

Hoy la calle 26 luce como la gran arteria vial que siempre fue, por la que circula gran parte del día a día capitalino. A su alrededor, grandes e importantes edificios se hacinan contra la tierra, perennemente tristes y oscuros. Aun a pleno sol, muestran una pesadumbre melancólica, producto de los días en los que ésta avenida tuvo que morir para volver a vivir.

Desde 2008 y hasta hace algunos meses, la Avenida El Dorado extrañó los vehículos y el estrés de los transeúntes. En cambio, retroexcavadoras, máquinas para taladrar concreto, volquetas y decenas de obreros se convirtieron en el paisaje permanente del lugar.

Entonces, la 26 entró en coma. La obra, que estaba planeada para durar dos años, se perdió entre el lodazal y la desidia de los trabajadores por la falta de pago. Bogotá funcionaba a punto de sufrir una embolia por la agonía lenta de una de sus arterias principales. El anticipo de 220 mil millones que el alcalde Samuel Moreno había dado a los contratistas tomó piernas y caminó más que el profesor Moncayo, en lo que la Revista Semana llamó “el eslabón perdido”.

Pero en junio de 2010 estalló la bomba. Cuando la capital se acostumbraba a que su Avenida El Dorado brillara cada vez menos, la olla en la que se cocinaba uno de los mayores escándalos de la historia del país se destapó y salpicó a reconocidas personalidades de la ciudad, entre las que se encontraban concejales, congresistas, tres hombres de apellido Nule, por entonces no muy conocidos, y hasta el mismo alcalde Moreno.  Entonces, la arteria no resistió más, se fue al limbo.

“Caso Watergate criollo”, tituló Semana pocos días después de destaparse el escándalo, haciendo alusión al caso de corrupción y espionaje que le costó el cargo al presidente estadounidense Richard Nixon en 1974. En el caso colombiano, el episodio fue bautizado por los medios de comunicación como “Carrusel de la Contratación”. Pero no era un juego de niños. 220 mil millones de pesos (en el momento no se conocían los reales alcances del escándalo) se habían enterrado entre el fango de la inerme calle 26. La obra que poco había avanzado se detuvo del todo y con ella la esperanza de decenas de familia que tenían parte de su vida en este lugar.

Myriam Mataralla, vendedora del sector, veía entonces como sus flores se marchitaban de tristeza sin llegar a las manos un comprador. Todo estaba paralizado. No se movía un alma. No, ni siquiera las del cementerio.

Algunas rosas reviven sentimientos, otras acompañan la muerte. Por eso la 26 estaba rodeada de flores, pero no vivas como las que la adornaban antaño, cuando la zona era un bello jardín, sino marchitas, como las que se posan  sobre “un parque de cemento”, como lo describió Myriam.

Del Edén al que antes asistían las más distinguidas familias bogotanas a visitar a sus ancestros en el Cementerio Central, sólo quedaba barro y desolación. Ya los comerciantes se habían resignado a abandonar el lugar, casi todos, menos Myriam, quien decidió “aferrarse a este suelo”.

“La cacería de los peces gordos”, tituló El Espectador el 15 de septiembre de 2.011.  Ese día fue “el peor en la vida de Samuel Moreno”, escribió Semana.  Como su abuelo, Gustavo Rojas Pinilla, quien perdió sus derechos políticos en 1.959, Moreno perdió la libertad.

Así concluyó uno de los más importantes capítulos del llamado Carrusel de la Contratación en Bogotá y uno de los escándalos de corrupción más sonados de las últimas décadas en Colombia. Sin embargo, la judicialización de los involucrados en él aún continúa. Próximamente el exalcalde Samuel  Moreno será nuevamente llamado a audiencia. Igualmente, los hermanos Guido, Manuel y Miguel Nule fueron encarcelados, ya no en su propio cuerpo (como Adán el del cementerio), sino en una celda con televisor, baño privado e Internet.

Mientras tanto, la Avenida El Dorado volvió a brillar.  Luego de haber sido sometida a resucitación, regresó a la vida. Ahora varios glóbulos rojos atestados de gente pasan cada minuto sobre su suelo. El fluido sanguíneo bogotano fluye con normalidad.

“Todo tiempo pasado fue mejor”, dice el adagio popular, pero por lo menos la 26 se levantó. “La inseguridad es tremenda y esto espanta a los clientes, pero ahora al menos lo que hay aquí es un carrusel de flores”, concluye Myriam

Tal vez ahora Adán Nule pueda por fin soñar eternamente en el Cementerio Central. Ese mismo lugar en el que  junto a Alfonso López Michelsen, Enrique Olaya Herrera y  Luis Carlos Galán, descansan también las vanidades del poder.

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