A propósito de las pruebas saber pro

Ad portas de graduarse, los universitarios en Colombia deben presentar un examen en el que, en principio, se evalúan sus competencias como profesionales al mismo tiempo que se ve el estado de la calidad de la educación superior.
Para muchos futuros profesionales estas pruebas no pasan de ser un mero requisito de grado. Para quienes ya la presentaron son un gasto innecesario y un sinsentido que en no pocas ocasiones se preguntan cosas que no es preciso saber en sus profesiones o, es más, que nunca les fueron enseñadas a lo largo del pregrado.
Las pruebas Saber Pro, antes conocidas como ECAES, son definidas por el ICFES como “un instrumento estandarizado para la evaluación externa de la calidad de la Educación Superior”. Una definición breve pero de gran calado que invita a preguntarse qué es lo que significa.
El hecho de que sea un instrumento estandarizado, significa que no es una simple evaluación o que esté aislada. Como muchos recuerdan, desde hace ya algunos años se empezaron a realizar pruebas de calidad en los grados tercero y quinto de primaria; y en los grados noveno y undécimo de bachillerato.
Estas pruebas, en especial la última de ellas, eran –y son aún– temidas por los estudiantes y por los docentes. Por los estudiantes, pues su calificación les abrirá o cerrará puertas de universidades; por los docentes, pues, de acuerdo a las notas obtenidas por los estudiantes, la entidad educativa en la que trabaja obtendrá también una calificación.
En cada una de estas pruebas, al evaluar competencias específicas, se pretende recoger elementos de juicio sobre los cuales señalar qué está bien y qué no en lo relativo a la educación media en nuestro país. Es con estas pruebas con las que se alinea Saber Pro.
La evaluación externa la realiza el ICFES (Instituto Colombiano de Fomento a la Educación Superior), cuya sigla ya perdió su significado en favor del “Instituto Colombiano para la Evaluación de la Educación”. Este título ya aparece en los artículos más recientes relativos a la prueba de estado y en los comunicados del propio ICFES.
Ya el interés, o al menos eso manifestaría el cambio de nombre, no radica en el fomento de la educación superior sino, más bien, en desarrollar estrategias para la evaluación de la calidad de toda la educación, no sólo de la universitaria.
En otras palabras, y en lo tocante a las pruebas Saber Pro, es el ICFES-Instituto Colombiano para la Evaluación de la Educación quien las alinea con las demás pruebas y evalúa sus resultados, declarando si es buena o no la calidad educativa de las IES (Instituciones de Educación Superior) contrastando los resultados de las pruebas Saber Pro con los resultados obtenidos en las EE (Entidades Educativas).
Ahora bien, la Educación Superior se define, de acuerdo a la Ley 30 de 1992, como “(…) un proceso permanente que posibilita el desarrollo de las potencialidades del ser humano de una manera integral, se realiza con posterioridad a la educación media o secundaria y tiene por objeto el pleno desarrollo de los alumnos y su formación académica o profesional”.
Considerando todo lo que implica la definición de las pruebas Saber Pro, cabe preguntarse si el ICFES-Instituto Colombiano para la Evaluación de la Educación no se fijó un objetivo demasiado ambicioso. Preguntarse por la calidad de la educación superior de un país a partir de unas pruebas que están sujetas a parámetros internacionales que, de entrada, descolocan el sentido de las mismas, no sólo las hace inútiles sino que también vuelve tendenciosos sus resultados.
Un ejemplo de ello está, ya no en las mismas pruebas Saber Pro, sino en las pruebas Saber 11. En ellas, y en nombre de la alineación de las evaluaciones, se borró de un plumazo las pruebas de Filosofía y Literatura en favor de un módulo de “Lectura crítica”, que en palabras del propio ICFES:
“(…) evalúa la competencia relacionada con la capacidad que tiene el lector – a partir del análisis profundo de un texto – para dar cuenta de las relaciones entre los discursos y las prácticas socioculturales que las involucran y condicionan, lo cual significa que el lector debe reconstruir el sentido de un texto en el marco del reconocimiento del contexto en el que se produce y de las condiciones discursivas (ideológicas, textuales, sociales) en las que se emite”.
Y si bien, en un esfuerzo de legitimar la función de la prueba, el ICFES-Instituto Colombiano para la Evaluación de la Educación llamó a docentes de todos las Entidades Educativas para explicar que no se eliminaban las pruebas de Filosofía y Literatura, la realidad demostró lo contrario.
Las pruebas en las que antes se hablaba de filósofos modernos y contemporáneos, de Borges y Cortázar, ahora apenas incluyen dos preguntas de Filosofía (una de Kant y otra de Nietzsche), textos de Alejandro Jodorowsky y de tiras cómicas de “Checho, el des-hecho” (Para más información: http://bit.ly/1zpq6ve ).
Del mismo modo, en las pruebas Saber Pro para, por ejemplo, estudiantes de Filosofía, se hacen preguntas de investigación en ciencias sociales aplicadas, es decir, preguntas de estadística y etnografía. En lugar de preguntar sobre tratados filosóficos, abundan las preguntas de análisis sociológico de canciones de Chobquibtown. En lugar de hacer análisis filosóficos de textos literarios, aparecen preguntas con enunciados que empiezan con “Qué debe hacer una empresa si…”.
En palabras de un estudiante de Filosofía de la Escuela de Filosofía de la Universidad Sergio Arboleda: “la pregunta no corresponde a lo que el estudiante cree o haya aprendido durante su carrera, sino a lo que el estado quiere oír”.
La discusión sobre la validez de estas pruebas está sobre la mesa hace tiempo. Sin embargo, el interés de los afectados desaparece si se considera que sus preocupaciones se centran más en los otros requisitos de grado que en las políticas públicas de educación superior.
No obstante, y como sí se observa en los docentes a quienes les afectan los resultados de las pruebas Saber 11, bajar el baremo de calidad consigue, claramente, mejores resultados, pero esto no indica, como es evidente, que mejore la calidad. Así pues, en lo relativo a la educación superior, parece que los futuros egresados están entre la espada y la pared.
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