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LA EDUCACIÓN DESPUÉS DE AUSCHWITZ

Por: Jorge Maldonado y Camilo Sarmiento

La educación después de Auschwitz es una conferencia de Theodor Adorno que la radio de Hesse emitió el 18 de abril de 1966. Al año siguiente, fue publicada en Fráncfort. El texto original fue escrito en alemán. En la edición española, traducida por Ramón Bilbao, se trata de un ensayo corto -dieciséis páginas- publicado originalmente en Consignas, compilación de artículos del célebre ensayista alemán y editado por Amorrurtu editores en Buenos Aires, en 1973.

Theodor Adorno es considerado actualmente como uno d ellos filósofos y sociólogos más sobresalientes del siglo XX. Adorno nació en Fráncfort del Main en 1903 y murió en Visp, Suiza, en 1969. Además de su actividad humanista, también se dedicó a la música. Su formación historicista y marxista lo condujo a hacer parte de la Escuela de Fráncfort y a defender la teoría crítica de la cultura. Adorno, quien tenía raíces judías, se vio obligado a exiliarse durante el régimen nazi, primero en Inglaterra y luego en Estados Unidos. En 1949 retornó a Alemania. Desde 1959, fue director del Instituto de Investigaciones Sociales de Fráncfort. Entre sus obras se destacan La dialéctica de la ilustración (1947), Mínima moralia (1951), Dialéctica negativa (1966) y la Teoría estética (1970), inconclusa y de publicación póstuma. El autor inicia La educación después de Auschwitz con la formulación perentoria de su tesis central: la exigencia de la educación es que Auschwitz, el campo de concentración nazi, no se repita. El objetivo de Adorno es analizar los principales frentes en los que la educación debe emprender acciones concretas para evitar que los campos de concentración vuelvan a existir. Para ello, divide su argumentación en dos apartados principales: uno dedicado a la relación entre barbarie y autoridad, y otro que trata el problema de la obsesión por lo colectivo en las sociedades de la época. La primera parte comienza con el planteamiento del problema de la barbarie. Adorno recurre a Freud, quien defendía que «la civilización engendra por sí misma la anticivilización» (p. 80), para mostrar cómo, en las condiciones de 1966, luchar contra la barbarie «tiene algo de desesperado»(p.80). De esta manera, el autor evita caer en la idealización en su análisis de los hechos violentos que condujeron a Auschwitz.

Adorno aborda este estudio de la violencia extrema o barbarie desde una perspectiva psico-sociológica, es decir, considera que sin una conciencia real del hecho mismo de la barbarie por parte del o los individuos que la gestaron, difícilmente ésta se podría evitar. Al centrar su atención sobre los artífices de los hechos violentos y no sobre sus víctimas, se está operando lo que el autor llama un «giro hacia el sujeto»(p 82). Esto significa que los culpables directos no son los agredidos, sino los agresores. Por lo tanto, el único sentido que puede y debe tener la educación posterior a la Segunda Guerra Mundial es la autorreflexión critica que permita tener conciencia de los hechos, para con ello evitar el odio y la agresión sin sentido que generan la barbarie.

En este orden de ideas, se expone el problema del surgimiento de los nacionalismos y la excusa que estos ofrecen, para validar hechos de violencia extrema, como por ejemplo los campos de concentración, los genocidios e incluso las armas de destrucción masiva como la bomba atómica. La educación, entonces, se ofrece como el escenario de la argumentación de Adorno, quien la concibe de dos maneras: en primer lugar, como la instrucción básica que debe darse en la infancia; en segundo, como una educación reflexiva y crítica capaz de proveer y establecer lo que él llama «un clima espiritual, cultural y social» (p. 83) que evite la perpetuación de los motivos que fomentaron el surgimiento de hechos como los dados en Auschwitz.

Posteriormente, Adorno enfrenta el problema de lo que se denomina «atadura»: la obligación se puede relacionar con la autoridad, ya que la educación basada en máximas del tipo «tú no debes» genera una reacción de identificación o una de rencor, lo que hace que siempre se necesiten órdenes externas. Según el autor, las ataduras causan la pérdida de la autodeterminación y del sentido de reflexión individual, pues la ausencia de éstas deja al ser humano en un estado de precariedad de pensamiento que lo hace proclive a la mera aceptación de órdenes. Esta pérdida de la autonomía, para Adorno, es uno de los primeros pasos hacia la aceptación del crimen.

De igual manera, el ensayista, a partir de una cita del libro Der SS — Staat, de Eugen Kogon, enuncia las diferencias existentes entre individuos de origen urbano y rural. Según Adorno, es más probable ejercer una educación basada en las ataduras en el campo. Por lo tanto, la educación y la cultura deben ser más permeables con la población rural: «La desbarbarización del campo constituye uno de los objetivos más importantes de la educación»(P. 86)

No obstante, el autor hace recaer la atención en que la violencia bárbara no se restringe exclusivamente al campo, puesto que en las grandes ciudades este mismo fenómeno subsiste con similar fuerza. Esto lo relaciona con el segundo gran bloque argumentativo, que tiene como tema central la relación entre lo colectivo y la autoridad.

Para Adorno, la tendencia global de la sociedad es síntoma de la represión de rasgos sádicos. Esto se evidencia en la esfera del cuerpo, por ejemplo, en el uso del lenguaje o en las prácticas deportivas. Dicha represión se manifiesta de dos maneras: en la ciega identificación con lo colectivo y en la formación del carácter manipulador.

En cuanto a lo primero, Adorno usa dos ejemplos. Uno que hace referencia a la alienación que supone ingresar a un grupo y mantenerse en él. Desde este punto de vista, el autor condena prácticas como los ritos de iniciación o la conservación de «rituales» folclóricas evidentemente atroces. El segundo ejemplo es la entronización del rigor como método pedagógico. En nombre del rigor, dice el autor, se crea un ambiente de resistencia al dolor que termina por omitirlo y por negar la angustia. La filosofía, dice Adorno, desde hace mucho tiempo es concierte de que la angustia no debe reprimirse.

En cuanto a la formulación del carácter manipulador, el ensayista analiza la manía organizadora de quienes pertenecen a estas colectividades. El excesivo orden lleva a cosificar la conciencia, esto es, a concebirse a sí mismo y a los demás como cosas. Lo que hace aparecer la tendencia al crimen. El autor propone, entonces, estudiar estas personalidades mediante todos los recursos disponibles, para poder establecer sus causas y los posibles métodos para erradicarlas.

Como la conciencia está cosificada, la relación con la técnica cambia: ya no se concibe como un medio, sino como un fin, es decir, se convierte en un fetiche. En este sentido, afirma el autor, no hay posibilidad de amar a los demás seres humanos, entonces los objetos de la técnica se vuelven receptores del amor. Este desinterés por los demás lleva a que surja la frialdad. En un mundo en que ésta gobierna, no hay posibilidad de pensar en los otros. Para el autor, la única forma de combatir la frialdad es eliminando las condiciones que la propician.

Para terminar, Adorno propone la concienciación de los mecanismos subjetivos para evitar la repetición de Auschwitz. Esto supone evitar el resurgimiento de los nacionalismos, crear un clima de resistencia y eliminar las «razones de Estado» (p. 88). Sólo de esta manera se evitará que surjan y prosperen asesinos que ejecutan órdenes. Si bien no se puede evitar la aparición de autores intelectuales, que Adorno llama «asesinos de escritorio» (p. 94) las directrices expuestas en el texto pretenden establecer un clima de ilustración que evite la barbarie.

La educación después de Auschwitz defiende de esta manera, la autonomía, principio kantiano que ha dirigido el pensamiento alemán desde la Ilustración, como método de defensa para evitar la pérdida de la dignidad humana. El llamado al orden después de la Segunda Guerra Mundial era una necesidad que pocos asumieron, entre ellos, Theodor Adorno. Por eso su pensamiento ha sido posteriormente analizado y comentado como uno de los más precisos e incisivos de las últimas décadas.

BIBLIOGRAFIA • ADORNO, THEODOR, W. (1973) La educación después de Auschwitz. Consignas. Amorrortu editores, Buenos Aires. Pp. 80-95.

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