HAY QUE TENERLE MIEDO A LOS VIVOS, NO A LOS MUERTOS
POR: Vanessa Sarmiento Alarcón.
Divagaciones.
Un muro color crema, alto y ancho hacía de cerca para ese extenso terreno que contiene tantos misterios, tantos recuerdos, tantas leyendas, tantas almas. Pero principalmente tantas preguntas.
Siempre se comienzan con preguntas sobre otros: ¿Qué hubiera pasado si…? ¿cuántas otras cosas hubiéramos podido experimentar juntos? ¿será que sabe que estoy aquí? ¿podrá verme todavía? Después, poco a poco se van volviendo más personales: ¿yo hubiera podido evitarlo? ¿Alguien vendrá a visitarme cuando me pase a mí? ¿Qué habrá después? Al final, se llega a la pregunta que nunca hemos podido responder con certeza: ¿Qué es la muerte?
“¿La muerte? ¡Ay juemadre! La muerte, la muerte…Es algo que nos toca a todos, ¿no? imagino… Y sería como un descanso de uno del cuerpo…” -Soldador.
“Es una transformación de la materia, pasar de un estado físico a uno espiritual” -Obrero
“Para mí la muerte es … Bueno, médicamente, cuando ya no hay signos vitales, pero yo creo que se mueren cuando el espíritu de Dios ya no nos habita. Siento que en el momento en que el espíritu de Dios sale con su aliento de vida, en ese instante somos cadáveres, eso sería para mí la muerte” -Odontóloga.
“Es un acto en el cual una persona se va de este mundo. Se queda aquí en tu corazón, y tienes que valorar lo que te dejó en vida. Nada más, para mí eso significa la muerte…” – Estudiante de gastronomía.
“Yo creo que la muerte no la desea ninguno pero todos la esperamos… Es como la materia entre lo espiritual y lo humano” -Obrero
“La muerte para mí es como un estado donde tu cuerpo cambia, tu alma, tu espíritu, y empieza a divagar en un sitio que no sé cuál será, pero eso es, se separan esas 3 cosas que siempre están juntas cuando estás vivo, y en ese momento se separan” -Profesora.
“Nosotros tenemos unos cuerpos, pero también tenemos un espíritu. La muerte en esta vida es la muerte física, digamos, la separación del cuerpo de nuestro espíritu. El cuerpo queda en la tierra y el espíritu al más allá” -Voluntario de los testigos de Jehová.
“Para mí la muerte, aparte de ser una etapa inevitable del ser humano, es como un espacio para la transición, simplemente la renovación del alma, podemos traspasar a otro espacio, a otra vida, a otra especie… Solo es un espacio de transición.”- Auxiliar de odontología.
“Para mí la muerte es algo muy importante ¿sí? porque si yo tengo a cristo en mi corazón pues hay un reino en el cielo y me espera, pero si yo no tengo a Cristo en mi corazón pues grave eso, porque es en su palabra que hay dos caminos, el cielo y la tierra, o el cielo y el infierno… Y si estoy preparada con el señor Jesucristo pues puedo ir a los cielos, pero si no estoy preparada pues¿ qué me espera? el lago de fuego y azufre, que es lo más grave y terrible. Entonces por eso es que yo los invito, que busquemos de el señor Jesucristo, que lo amemos, que él es el camino de la verdad y la vida, que él es poderoso, lo más bello, lo más divino” -Pensionada.
“Es un paso en el plan que Dios tiene para nosotros, y que vamos a seguir mejorando aún después de dejar este cuerpo” -Voluntario de los testigos de Jehová.
“Pienso que es un paso que trasciende, un ciclo que uno pasa, porque la muerte no significa nada, siempre uno pasa de cuerpo a cuerpo para saber para qué uno está en la vida” -Estudiante.
Alrededores.
“Ofrecemos rosas, girasoles, pompones, astromelias, margaritas…Se hacen los arreglos que necesites” me dice Ingrid, vendedora de una de las coloridas floristerías que prosperan en los alrededores del cementerio, haciendo negocio en torno a la muerte. Otro de los vendedores afirma que “generalmente las flores que se utilizan para los muertos son gladiolos, girasoles y rosas”, son las que más llevan por tradición, pero desconoce el motivo de esta.
Las floristerías no son los únicos negocios que se encuentran alrededor de las instalaciones, también se destacan diversas marmolerías. Hernando Calderón, estudió bellas artes y trabaja en uno de estos negocios:
“[El precio] depende si es para lápidas o para bóvedas, los osarios… También el tipo de mármol, si la quiere también con vidrios…
>>Las más costosas que tengo son el mármol guatemalo, son importadas. Después el mármol negro y gris y luego el blanco (que son las que más llevan). El precio varía dependiendo el modelo.”
Los modelos prediseñados oscilan entre 200 y 600 mil pesos, y si se quiere un estilo único, el precio va aumentando. Pero a casi nadie la muerte lo atrapa preparado, motivo por el cual muchos familiares no tienen semejantes sumas de dinero solo para la lápida (sin contar todos los otros gastos que implica la muerte). Así, al entrar al cementerio te encuentras con otros negociantes que ofrecen alternativas más económicas:
“Depende de la capacidad de la plata [del que pida el servicio] pues no se les cobra muy duro… Ahora lo estoy haciendo por 7 mil, y el tope máximo es 10 mil” me cuenta el dibujante y rotulador Hernando Suárez, mientras prepara una lápida – Yo me dedico a esto desde hace 10 años, y también soy instalador de lápidas, arreglamos y mantenemos tumbas… ¿Se llamaba Tulio Camacho no más?
-Julio Ernesto Camacho – Le responde su cliente, mientras sostiene de la mano a la que parece ser su nieta.
-Ahh Julio Ernesto… – Y comienza a escribir con una elegante caligrafía.
-O Julio camacho no más, mejor…
Al final, en las tumbas están los muertos, pero son los vivos los que deciden.
Cotidianidad
Ana Ruiz conoce el cementerio desde hace mucho tiempo, estuvo en sus inicios y reconoce que ha cambiado mucho:
“Conozco ese cementerio desde hace 70 años, desde que tengo uso de razón, por ahí los 4 o 5 años. Cuando yo lo conocí era campo santo, era solo pasto… Uno iba allá a enterrar un familiar y le abrían el hueco y eso no era seco sino era agua, toda la que estaba bajo la tierra. Entonces allá los que antes llamaban sepultureros (ahora son operarios, porque la ciencia ha cambiado mucho) llegaban a enterrar la gente y abrían el hueco y empujaba el agua pa’rriba. A veces la caja flotaba, por lo mismo del agua. A veces tenían que meterse y con sus pies subir el agua y abajo la caja. Ya con el tiempo empezaron que el cementerio había que construirlo, que había que hacer mausoleos, y en esos mausoleos mis tíos trabajaron en construcción.
>>Mis abuelitos vivían en el caño ese que hay por la 30, pero eso era caserío. Entonces todos mis tíos se criaron ahí y comenzaron también a trabajar en el cementerio de chapinero, ellos cargaban en un tarrito así, con un alambrito en la manija, cargaban agua, en ese tiempo eso era uno o dos centavos que les daban. Entonces prácticamente me crié al frente. y todos mis primos y yo trabajamos ahí.
>>Tengo mucha familia enterrada ahí, allá tengo todos los recuerdos que son mis abuelitos, mucha familia, mis padres están ahí también, entonces pues yo voy por ahí cada mes, cada dos meses… Ya no va uno seguido. Cuando estaba allá si pasaba uno así, iba y saludaba, pero ya no más. Pero allá si tengo muchos recuerdos, toda mi familia. Y cuando conocí yo allá ese sitio, que lo que te digo, era agua, todo esto es agua. Y allá tú entras y hay una parte que llaman Las almas, es un pedazo que hay con una imagen. ¿Por qué lo llaman así? en esa época no había sala de exhumación, nada de eso, tú sacabas tus restos y ahí mismo sacaban y abrían la caja y deshuesan a gente y le daban así con la peinilla, o así llegaban y un, cogían los huesos y los partían. Entonces en ese tiempo eso era así, no había exhumaciones como hay ahora. Eso fue duro cuando nosotros vimos, a mi familia le tocó eso”.
Trabajó en los baños del cementerio durante 9 años, hasta que fue trasladada al cementerio central. Sin embargo, cuenta que la experiencia es muy similar, y aunque en Chapinero la gente la trataba con más dureza, a ella le gustaba y se había acostumbrado, y habla sobre su experiencia trabajando en estos lugares que para muchas personas son tan siniestros:
“Me siento feliz trabajando en un cementerio, yo siento una paz muy grande. La gente dice que los asustan pero… Yo pongo mi música, que estén contentos todos los que están durmiendo, porque yo no les digo “ayudenme”, no, nada. Yo lo único es que cuando entro en la mañana rezo, y les digo a todas las almas descansen en paz.
>>Yo no he sentido miedo, no he sentido nada, yo trabajo tranquila. No le pido a las almas porque no me gusta pedirles, y cuando pequeña mi madre me decía: “Si tú le pides a las almas, tienes que toda la vida pedirles a las almas” y yo decía “¿pero por qué?” “porque ellas son muy celosas, ellas poco les gusta que uno esté con otros santos, les gusta es la fé de ellas”, entonces yo no les pido, yo les digo “buenos días”, y me echo la bendición y salgo. Pero no, nunca he sentido miedo, jamás. La verdad nunca me ha pasado nada de susto.”
Y es que las supersticiones hacen parte de la cotidianidad del lugar, incluso las historias de terror las cuentan entre susurros los transeúntes y los celadores que van por los corredores:
“Pues yo llevo 21 años acá, desde que murió mi mamá, y he visto cosas que… Aquí pasa de todo. Acá asustan. una vez ¿se acuerda a Mailo? ¿cómo es que se llamaba? Ese perro lo sacaron de ahí pa’bajo, y a lo que yo volteo iba una persona blanca detrás de él, y el perro llorando. Y yo pego el trote pero el perro miraba pa’tras y lloraba. Y yo “¡ay! ¿quién es esa persona?”. Cuando yo encontré al perro no había nadie, y el perrito allá en un hueco así asustado, no quería salir ni nada… quién sabe qué le pasó.
>>No, de noche muy valiente el que se meta acá. No está permitido, pero gente lo ha hecho. Yo digo que después de las 6 de la tarde toca darle paz y reposo a los muertos, respetar. Pero acá como no copean de eso… Ustedes como celadores, sí, pero uno como civil no debería”.
Este celador, Victor Henao, cuenta también, inicialmente entre risas, su experiencia:
“Para esto hay que tener como mucho valor. Yo una vez dije que ni por la plata del mundo me metería a trabajar en un cementerio y me tocó obligado.Yo llegué, recibí mi turno de noche, pero para mí es normal, ya prácticamente como a la tercera o cuarta noche ya me acostumbré. Pero sí hubo un compañero que recibió conmigo y renunció al otro día.
>> Aquí de noche siempre estamos dos. El de la puerta principal y el recorredor. Ese llega a las 6, hace el recorrido y de ahí ya no pasa, sino ya hasta cuando va a amanecer otra vez. A no ser que ya salga con el otro compañero. Porque el problema es la gente que viene, han venido a llevarse bóvedas, lápidas… Pero igual aquí tenemos un perro, él nos avisa de lo que sucede.
>> Aquí por ejemplo los domingos y lunes son los días que más se meten, porque es una tradición que ya tienen ellos de colocar velas a las almitas, pero eso lo hace más que todo gente de los barrios, ladrones … Son los que más vienen a colocar eso y pedirles que los ayuden. Y los que vienen a llevarse cosas, y los satánicos que vienen a sacar huesos, pero de resto no. Hay gente que viene y rompe las lápidas, las desocupa y pone cenizas de otra gente y las ponen ahí mismo para no pagar administración, y ahí se quedan…
>> Nosotros hemos encontrado de todo. Gallinas, ropa, fotos… Lo que hacemos es quemar las cosas.
>> Pero igual, si te mentalizas en que te van a asustar, ya pierde uno. Prácticamente uno está como con ellos, entonces uno los cuida a ellos y ellos lo están cuidando a uno. Pero ya para uno es normal estar acá con ellos, porque igual si uno no los molesta ellos tampoco, y uno tiene el respaldo de ellos porque son los que lo están cuidando a uno. Lo que cuidamos es más que no se lleven cosas.
>> Hay que tenerle miedo a los vivos y no a los muertos, ese es el dicho de todo mundo”.
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