ZAMBRANO, UN JUNGLA INQUEBRANTABLE
Por: Jorge Maldonado.
Honor y Gloria por siempre…. JUNGLA.
La solidez y durabilidad de un recuerdo están relacionadas con las
circunstancias emocionales en las que se ha adquirido.
Joaquim Fuster
El contexto
Ser anónimos parece ser la condena del servidor público en Colombia, pero no me refiero al que despacha desde el juzgado o la oficina del ministerio, no. El anónimo del que hablo es el policía o soldado, ese que entrega la vida para que personas como usted o como yo, puedan leer tranquilos este texto. Me refiero a los cientos, a los miles de patrulleros, intendentes, comisarios o comandos que viven arriesgando el pellejo en esos lugares que también son Colombia, pero que a ninguno de nosotros importan. Esos que hacen de una estación municipal, un campamento o un cambuche en la selva, su hogar.
En Colombia naturalizamos la muerte y el desconocimiento de nuestro territorio y de nuestra historia, es el espacio para que campee la desolación, la vileza y el abuso. Hicimos de estas últimas, formas corrientes de nuestra identidad y abandonamos lo que de verdad vale, la memoria, el reconocimiento, el valor.
Este es el caso de uno de esos héroes anónimos que hacen parte de nuestra fuerza pública y que hoy lucha contra un estado que se niega a reconocer el precio de su sacrificio y el valor de su alma.
Hernán Alexander Zambrano, comisario de la reserva activa de la Policía Nacional de Colombia, es un comando jungla que le dio 26 años de su vida a esta institución y que aportó con su sacrificio a la tranquilidad de muchos de nosotros.
Aspectos biográficos
Hernán nació el 6 de agosto de 1942 en un pueblecito enclavado en lo alto de la cordillera central, rodeado de bosques andinos, nevados y montañas, ese pueblo es el municipio de Anzoátegui, en el departamento del Tolima. Ubicado al noroccidente del departamento, en las estribaciones de la cordillera central y bañado por múltiples ríos de aguas claras como El Frío, el San Romualdo y el Totare, es la puerta de entrada al Parque Nacional Natural “Los Nevados” así que goza de grandes bosques andinos y zonas de reserva forestal. Este municipio, como muchos otros de nuestra geografía fue azotado por el frente 26 de las Farc durante más de 30 años. Muchos de sus habitantes, casi todos, campesinos o pequeños comerciantes fueron extorsionados, desplazados o en el peor de los casos asesinados por negarse a cooperar con este grupo al margen de la ley durante las décadas finales del siglo XX.
Colombia es hoy el país del mundo con mayor número de desplazados internos, alrededor de 7,4 millones, incluso superior al de países en guerra civil como Siria o Afganistán, así que es de cierta forma un lugar común de los colombianos, ser desplazados de sus lugares de origen y en el caso de Hernán, su historia no es una excepción.
El destino
Zambrano, más que cualquier otra cosa, es un jungla, un hermano más de este grupo élite de la Policía Nacional de los Colombianos, un hombre de 47 años que ha pasado una parte muy importante de su vida en esta institución. Se siente orgulloso de sus hermanos, orgulloso de todo lo que ha tenido que vivir, de haber sobrevivido a un sinnúmero de situaciones que han garantizado que personas como ustedes que leen esta crónica, lo hagan tranquilas en sus casas.
El no nació siendo un jungla aguerrido y corajudo, aunque muchos no lo crean, pues pareciera que por sus venas no fluyera la sangre de un tolimense, natal de Anzoátegui, sino la sangre de un Jungla, un héroe anónimo que lo da todo para que Colombia sea cada día un lugar mejor.
Hijo de pequeños comerciantes, personas humildes, luchadoras, trabajadoras e incansables que, como muchos otros colombianos, tuvieron que huir de su pueblo natal, para salvar su familia y su patrimonio y recomenzar en otro lugar, primero lo intentaron en el departamento del Huila, al suroccidente del país, pero luego terminaron en Fusagasugá, municipio cundinamarqués cercano a Bogotá. Hijo de Rosendo y María, hermano de Celmira, Margarita y Rosa, el comando Zambrano recuerda pocas cosas de su pueblo natal, del que salió a los cuatro años, cuando su familia tuvo que huir de noche para salvar la vida.
“Yo no recuerdo mucho de ese momento, estaba muy pequeño, pero si me acuerdo que una vez volvimos, llegamos de noche y salimos de madrugada, como a las cuatro de la mañana, porque si nos veían nos mataban”
La familia
La familia lo es todo, esta frase de cajón, aplica muy bien para describir la familia Zambrano Manjarrez, una familia que ha tenido que sufrir mucho, ha soportado el desplazamiento, el desarraigo, el secuestro, pero que se resiste a perder, a dejarse, es una familia aguerrida, “berraca” como dicen los colombianos. Una familia sencilla y auténtica. Hoy esta familia está conformada por casi 20 personas, que siguen luchando, esforzándose y trabajando. Hernán es el menor de los miembros de esta familia y hoy es padre de dos hermosos hijos. Hernán se fue muy joven de la casa paterna, hacia los 18 años, cuando terminó el colegio. Las ansias juveniles fueron el aliciente perfecto para ser seleccionado en el primer contingente de policías bachilleres que hubo en el país, era ya la última década del siglo XX. Esta coyuntura marcaría su destino.
Lo cierto es que el joven Hernán tuvo que crecer lejos de la tierra en la que estaban sus raíces. Creció lejos de sus montañas y sus bosques, lejos de sus nevados. Cuando fue mayor sólo tuvo un interés, ir a defender a su país, de esos enemigos que tanto daño hacían, así que apenas pudo se presentó al servicio militar, su estado físico, como deportista lo ponía en primera fila siempre, pero además un espíritu inquebrantable le daba más fuerza de la pensada para afrontar cualquier reto. Ya fuera físico o mental que tuviera que enfrentar y, la vida le iba a dar más de una oportunidad para demostrarlo.
El compromiso de Zambrano se notó desde el primer día, su gusto por la fuerza pública y la entrega para con los menos favorecidos de este país, lo incentivó a querer hacer parte de la Policía Nacional de manera profesional, así que ingresó en 1992 como estudiante a la Escuela Gonzalo Jiménez de Quesada y se hizo suboficial al finalizar este año. El hoy comisario Zambrano, casi 30 años después recuerda esos momentos en que ingresó a la institución y cómo se hizo notar desde el principio como un hombre comprometido y riguroso, lo cual lo convirtió rápidamente en instructor de Auxiliares Bachilleres de la Policía Nacional, en Bogotá, trabajo que desempeñó cabalmente durante casi de 10 años.
Pero el espíritu de Hernán Alexander quería algo más, lo necesitaba, a veces la vida simplemente nos tiene cosas reservadas, que nos obligan a ir más allá dice Zambrano y eleva la mirada como buscando algo en el cielo. “Es como si una fuerza en el pecho, en el corazón me oprimiera y me dejará sin respiración, necesitaba más” dice y sus ojos claros, brillan en la explanada de la pista del Cenop, Escuela policial en dónde tuve el privilegio de conocerlo.
Este instructor de auxiliares bachilleres de la Policía estaba para cosas más grandes. Así que en la década de los 90 ingresa al Bloque de Búsqueda, unidad policial encargada de buscar, capturar o neutralizar a jefes de cárteles de narcotráfico, luego hizo parte de un grupo contraguerrilla denominado escorpión en la ciudad de Bogotá. Y es en ese momento en que se abre una convocatoria para hacer curso de Jungla, era algo novedoso por ese entonces, no se sabía mucho que era, cómo operaba, lo único que si era un hecho es que necesitaban hombres que se notaran por su fortaleza física y espiritual, condiciones que Zambrano tenía de sobra.
En esa ocasión se presentaron 80 hombres a nivel nacional, pero solo tres (3) fueron admitidos. Esta situación es muy común entre los hombres que se presentan a este cuerpo de élite, pues la exigencia es muy alta. Solo un hombre en máximas condiciones puede ingresar, solo los mejores se mantienen y son muy pocos los que obtienen la distinción de ser “Comandos Jungla”, Zambrano es uno de ellos.
Pero el camino no fue tan fácil, presentarse a este grupo no depende exclusivamente del interés del Agente o patrullero, sino que esto también tiene que ver con la cadena de mando y la anuencia de los superiores jerárquicos, la Policía Nacional, como todo cuerpo armado tiene una muy fuerte estructura piramidal, en donde la oficialidad garantiza un cuadro de mando ágil y eficiente. Sin embargo en el caso del comando Zambrano, no todos los oficiales que estaban al mando de su unidad querían que se presentara como curso Jungla. Solo uno de ellos accedió a darle los permisos suficientes.
Se hizo instructor Jungla. El actual comisario Zambrano se hace uno más de esta esta fraternidad, un Jungla, se integra a la Escuela de Policía Gabriel González, en el Espinal, Tolima y logra ser un comando. Esta es quizá una de las mayores felicidades de su vida, uno de esos logros que le hicieron pensar que había logrado todo lo que un policía podría querer, ser parte de un grupo de élite.
El sacrificio
El agujero de los recuerdos es mucho más profundo de lo que suponemos,
de lo que percibimos.
Eduard Puncet
Desde la teología cristiana, se concibe que ante la dureza de la vida, la única alternativa es el sacrificio. Dejar lo más preciado por un fin mayor, siempre habrá una recompensa ante cualquier esfuerzo. Asumir la vida como un campo de lucha en donde el sacrifico es el precio para obtener el premio mayor, la vida eterna. Esta visión además encarna de una manera sincrética, la idea de destino. Las cosas pasan por algo, esto se puede ver expresado en la expresión común “Si Dios quiere” “yo no debía estar allí, pero era mi destino”. Estas expresiones encarnan una forma de pensar, unas acciones y unas respuestas ante determinados impulsos.
El mayor sacrificio que hacen muchas personas es el de abandonar a su familia por largos periodos o en algunos casos de manera permanente, sin embargo para un Comando Jungla, esa es una situación común, y no es que no lo sientan como una situación compleja o que tiene menos importancia, sin embargo los ideales que se pueden tener validan cualquier acción. Este es también el caso del Comando Hernán Zambrano, él como otros ha tenido que pasar mucho tiempo lejos de casa, mejor decir, que han hecho de su casa, de su familia a los otros comandos con los que comparte su tiempo y todas las acciones que realizan. Esos hombres de armas que incluso están preparados para dar su vida por estos “desconocidos” que ahora son sus hermanos.
El Comando Zambrano lo dejó todo, entregó los mejores años de su vida, sus sueños más productivos, su fuerza, su coraje, sus ganas de vivir y de hacer, todo lo valioso se dejó en la fuerza pública, en cada evento de los que tuvo que enfrentar. Lo cierto es que es un Policía, un comando comprometido con los valores de la hermandad en la guerra, de la defensa de la patria y los demás aspectos de la vida, ahora debe seguir su camino, reconstruyendo su historia, su familia, revisando sus sueños, sus planes.
El secuestro
Luego de muchas operaciones con la dirección de antinarcóticos, de múltiples enfrentamientos armados contra los grupos al margen de la ley que cuidan los campos de cultivos ilegales, de la pérdida de algunos compañeros de armas, pasó lo más duro que se podía esperar. Un jungla está preparado para la muerte, esa es una de nuestras compañeras, siempre la tenemos presente, ella está ahí, la vemos de muchas formas, la escuchamos incluso a veces sentimos sus caricias. La muerte no nos atemoriza, es más, es una guía para mantenernos con vida, pero nunca se está preparado para un secuestro. El 3 de agosto de 1998, el entonces cabo Zambrano cae en una emboscada de las Farc en la zona de Miraflores, Guaviare y es retenido junto con algunos de sus compañeros. “yo hubiera preferido más una muerte en combate que ese infierno” el infierno del secuestro.
Esa noche hubo 9 muertos y 10 heridos entre policías y soldados, 22 más fueron reportados como desaparecidos. En total entre el 3 y el 5 de agosto de ese año 140 miembros de la fuerza pública fueron reportados como secuestrados o desaparecidos, en lo que se considera uno de los mayores golpes dado al estado en los años de terror del conflicto armado colombiano. El estado colombiano fue condenado por los errores de inteligencia militar que propiciaron este hecho.
Zambrano fue secuestrado durante tres (3) años, retenido en las selvas del oriente del país, en situaciones que desafiaban el respeto a los derechos humanos, y que en la mayoría de los casos, son considerados de lesa humanidad. “el secuestro fue el momento más difícil de mi vida, pero lo que más me duele, es que no nos reconozcan ese sacrificio que hicimos por el bienestar de todos los colombianos”
“el momento de mi liberación es el momento más feliz y a la vez más triste de mi vida, yo quería la libertad, pero no quería irme solo”
De ese periodo de secuestro Zambrano tiene muchos recuerdos, muchos dolores, muchos reclamos que hacer, muchos silencios también. Esta es una historia que luego conoceremos, que seguramente el Comisario Zambrano nos contará en otro momento.
El retiro
Hoy el Comisario Zambrano, es parte de la reserva activa de la Policía Nacional, es un Jungla comprometido con su país y con su institución. Lo cierto es que el señor Comisario Zambrano es un Jungla inquebrantable, un comando que, fiel a su formación y a su fraternidad, está dispuesto a dar la vida por sus hermanos de armas y por su país, considera que debemos encontrar caminos para la reconciliación, mejorar las condiciones en el campo, hacer más presencia del estado en las zonas más alejadas del país. Sabe también que nos falta mucho trabajo para resolver nuestros problemas y que mientras no demos más y mejores oportunidades a los más débiles y a los más pobres, la violencia no se podrá resolver.
Una de las deudas que tenemos con el Comisario Zambrano, es la que tenemos con todos los veteranos de Colombia, una deuda de reconocimiento por todos sus sacrificios. Nuestros veteranos son héroes anónimos que lo dieron todo para que nosotros pudiéramos estar tranquilos en nuestras casas. Esa deuda debemos saldar la, pero no es dinero lo que se necesita para ello, es algo más barato, pero con más valor, más importante, es agradecimiento. Nuestros veteranos nos piden respeto, nos piden un espacio en nuestra historia, un espacio en nuestras vidas.
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