Santa cirugía

A pesar de que las cirugías plásticas son utilizadas para hacerle honor a la “voluptuosidad“, históricamente fueron la forma de recuperar la vida y la dignidad a millones de personas, quienes por la violencia, tuvieron que esconder sus rostros ante la sociedad.
Que hoy en día sólo se hable de las cirugías de incremento de senos o glúteos, no hace perder de vista la verdadera función que ha cumplido la cirugía plástica a lo largo de la historia, ayudando a soldados a recuperar sus orejas, narices o en general la estética de su rostro.
Para hablar sobre la primera incursión en la cirugía plástica, tenemos que remontarnos al 800 a.c. Pues en aquella época en la India, las mujeres que eran acusadas de adulterio eran castigadas con la amputación de sus narices, orejas, y el desgarro de sus labios.

Fue Súsruta, padre de la medicina India o padre de la cirugía plástica de la antigüedad, quien encontró en los procedimientos quirúrgicos la forma de recuperarle la dignidad a tantas mujeres que fueron víctimas del machísmo en el continente asiático.
El famoso médico indio comentaba que la cirugía se llevaba a cabo cuando la nariz de una mujer había sido cortada o destruída, que el médico debía tomar una hoja del tamaño de la parte destruída, para colocarla sobre la frente o la mejilla, y así recortar un pedazo de piel de igual dimensión. En base a esto, se puede afirmar que los primeros pasos de la cirugía plástica fueron de la mano de la naturaleza.
Súsruta, habla de las suturas y las agujas como lo haría hoy un médico cualquiera, claramente eran huesos, en algunas ocasiones, los que sustituían a las modernas y puntiagudas agujas, el camaño al hilo quirúrgico y los tendones de animales a las fibras de cortezas.
El siguiente paso por la historia que dio la cirugía plástica, o de reconstrucción, se dio en la civilización romana, donde los esclavos eran castigados de forma atroz dejándoles recuerdos, que por momentos se pensó, eran irreparables en su piel. Estas cicatrices, gracias a procedimientos quirúrgicos, pudieron ser reparadas para algunos afortunados.
Lejos de los esclavos están el Emperador Justino II y Federíco II de Montefeltro, famosos por sus rinoplastias. Los cirujanos de la época, pero sobre todo la iglesia y la Inquisición, condenaban la Rinoplastia por intentar reformar la creación del todo poderoso, pero un un médico clandestino operó a Federíco II de Mondefeltro al llegar de una batalla en la que perdió uno de sus ojos. El procedimiento consistió en extirpar la parte alta del caballete nasal para expandir el campo visual del italiano.
La primera legalización de la cirugía plástica, se dio en Inglaterra. Allí en el siglo XVII, el Rey Jorge IV apoyó directamente los procedimientos quirúrgicos y aseveró que la cirugía plástica quedaba permitida para todos los ciudadanos que necesitaran de ella para solventar alguna imperfección o darle solución a alguna enfermedad.
Saltando un par de generaciones nos topamos con la importancia de la cirugía plástica en la reconstrucción de rostros en la Primera y Segunda Guerra Mundial. Allí, específicamente, podemos encontrar la primera reconstrucción facial, oficial, realizada en un quirófano, por Charles Conrad Miller, quien es hoy considerado el pionero de la cirugía plástica moderna. Se le define como un “osado” experimentador, pues en 1936, publicó los éxitos que tuvo realizando procedimientos con tejidos en la cara.

Bajo este mismo procedimiento, un poco antes, fueron operados Walter Yeo y William M. Spreckley, quienes en guerra salieron lesionados gravemente en sus rostros. El primero, Yeo, sufrió quemaduras en su cara que le derritieron la nariz y los párpados. El segundo, Spreckley, perdió la nariz completamente a raíz de un disparo. Ambas cirugías se llevaron a cabo exitosamente, dejando el primer registro fotográfico de la reconstrucción facial en el siglo XX.
La violencia, o la guerra en general, han sido la causa fundamental de que la medicina actuara de esta forma, evidenciando que la tecnología ha ido mejorando paulatinamente los resultados de estos procedimientos en el tiempo. Pues hoy las cirugías plásticas, o estéticas, logran ir hasta lo más específico del rostro humano.
La parte trágica de la historia de la humanidad, es que hoy la violencia no acaba. Cada año se registran cerca de 1.500 casos de ataques con ácido en todo el mundo, de acuerdo con la Fundación Internacional de Sobrevivientes del Ácido (ASTI). Otro motivo para que la cirugía plástica logre recuperarle la vida a tantas mujeres que son, de forma infame, atacadas con esta sustancia que literalmente, les derrite la cara.
«Es muy probable que una gran cantidad de casos no sean reportados. A la mayoría de las víctimas les da miedo denunciar lo que les pasó a la policía porque temen que haya represalias», indica Jaf Shah, director ejecutivo de la organización. Esta situación se riega por todos los países del mundo, pero cada vez más la sociedad repara con mayor determinación este delito que no es digno de un ser humano.
En Colombia el caso más conocido es el de Natalia Ponce de León, una víctima de esta práctica, poco castigada por la ley, que cada vez aterroriza más a las ciudadanas. Natalia afirma que luego del ataque vivió una tortura cada día, sintiéndose como un monstruo y en algunas ocasiones pensando que no tenía sentido sobrellevar una vida así, pero que su recuperación, en la parte espiritual, fue fundamental para que hoy tenga el coraje de estar en pie.
Esta mujer, que antes de la tragedia ya tenía una vida estable, ha tenido que realizarse cerca de 20 cirugías de reconstrucción facial, donde busca, principalmente, recuperar la función de los tejidos que el ácido dejó sin vida.
A lo largo de la historia, las cirugías plásticas sirvieron a la humanidad para reconstruir lo que la violencia hizo pedazos. Más allá de la belleza, millones de casos expresan que esta tecnología permitió que personas con enfermedades o deformaciones volvieran a la vida, dándole la cara a la sociedad. Existe un trasfondo más allá de las operaciones que dejan como resultado senos grandes y llamativos. Ese trasfondo real, es cómo la medicina intenta hacer justicia, a su modo, en el cuerpo del ser humano.
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