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Fichas y cartas del Tío Sam

Analizar las relaciones de cualquier índole con Estados Unidos es como comer pescado, se debe desmenuzar con cuidado para no pasarse ninguna espina y si eso pasa, correr con la suerte de que siga derecho y no lo ahogue camino abajo, vía la garganta.

Esto no es una tarea fácil, puesto que siempre existirán voces que callar para preservar ciertos intereses, muy a pesar de que se promulgue una libertad de opinión; y por otra parte, posiciones contrarias arraigadas en particulares circunstancias, que apoyan o distan de las políticas de dicha nación, donde se crean enfrentamientos de diversos matices (políticos, económicos, sociales, culturales).

La concepción de algo tan básico resulta ser vital, antes de tomar una posición radical es preciso conocer, quizá no en su totalidad pero sí en sus consecuencias, los intereses norteamericanos en los demás países, sean estos ricos o pobres, sumisos y tontos o lo suficientemente hábiles como para no poner atención a sus “iniquidades” o “estratagemas de supervivencia” (como se le quiera llamar)

Después del 11 de Septiembre, el concepto de terrorismo marcó una nueva ruta en la política americana enfocada en la seguridad con el fin de destruir cualquier tipo de intimidación; pero, cabe la posibilidad de que esta lucha sea también una excusa para lograr objetivos políticos y económicos.

Dado lo anterior, la erradicación de peligros terroristas encontró un foco en Colombia, con los casos de paramilitarismo, narcotráfico y guerrilla, afianzado gracias a las palabras del Mono Jojoy, miembro del secretariado de las FARC, contra el EE.UU: “Combatirlos donde quiera que estén, hasta llegar a su propio territorio y hacerles sentir el dolor que ellos han causado a otros pueblos.

De alguna forma quitarles, por cualquier vía, recursos económicos para derrotarlos. Llegar hasta los norteamericanos inconformes y organizarlos. Llegar hasta los negros norteamericanos y hacerles ver la discriminación en que los mantienen” . Hasta aquí, es razonable la ejecución del plan de inserción de milicia dentro de los estados del Cono Sur para protegerlas. Por lo tanto, en el ingreso de bases militares en Colombia, se distingue claramente una intervención directa para acabar con el problema de raíz, además dicho gobierno no tiene capacidad de hacerlo por completo.

La problemática real de un apoyo norteamericano a la derrota de grupos al margen de la ley, es por la capacidad que estos tienen de sobrepasar las fronteras y expandirse en la zona, más aún, cuando pueden verse fortalecidos por ayudas del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, quien se ha visto envuelto en posibles nexos con las FARC como señala el informe presentado por la CIA y el FBI al Senado de Estados Unidos: “Según nuestra evaluación, Hugo Chávez mantiene desde hace décadas vínculos con las FARC. Les otorga seguridad en Venezuela a raíz de su afinidad ideología con el grupo y su interés en influenciar la política colombiana» y también, la aseveración que hace el juez español, Eloy Velasco de que hay una posible “cooperación” entre Chávez y el grupo terrorista colombiano, anunciado por el presidente José Luis Rodríguez Zapatero el pasado primero de marzo.

Ubicar bases militares puede ayudar a menguar las capacidades militantes agresivas o ataques terroristas que se puedan cometer, evitando intervenciones de cualquier tipo, aprovechándose de la relación con Colombia, pues es la más sólida.

Pero, si la preocupación no es por los ataques del presidente venezolano, porque como se señaló en la Revista Semana: “…en el país del Tío Sam, Chávez es considerado más un caudillo de república bananera con una tuerca suelta que un peligro para la seguridad nacional de lo que él llama el ‘imperio’ ” , entonces se podría deducir que la visión estratégica del gobierno estadounidense va más allá de preservar su seguridad nacional.

Al parecer, el trasfondo del tema es algo no oculto y que ya los presidentes de Suramérica se atrevieron a analizar en la pasada reunión de UNASUR, donde explicaron que: “el tipo de armamento que se tendría allí era inútil para los objetivos que se proclamaban y era mas apropiado para una guerra convencional que para la lucha contra bandas irregulares y que evidentemente EEUU buscaban influencia más allá de las fronteras de Colombia, incluyendo Venezuela, la Amazonía y todo el territorio continental” . De igual modo, existe un acuerdo entre Brasil y Colombia para realizar vigilancia satelital y vuelos de reconocimiento sobre 60 Kilómetros y combate en 1.644 Kilómetros de área amazónica compartida que claramente ataca la existencia guerrillera.

De ahí que nos preguntemos por el verdadero interés que hay detrás de las intervenciones militares. Una vista general explica que tanta mediación es también un fortalecido crecimiento de esta industria para Brasil tanto como para Estados Unidos, aunque no es lo único. Si traemos a colación las palabras de la Embajadora Anne W. Patterson, dichas en el año 2002: “Estoy convencida de que a medida que la situación de inseguridad cambie, y los grupos armados se vean obligados a negociar, la inversión volverá hacia Colombia y esos problemas económicos mejorarán.

Si se desarrolla un proceso de paz, aumentará la asistencia de la comunidad internacional” , podremos suponer que todo está ligado a un interés económico, pero no en el de naciones latinoamericanas. Desmenuzando y organizando la intervención de Patterson, tenemos que: si hay seguridad, habrá desarrollo y crecimiento económico lo que concluye en mejores productos y de mejor calidad; al haber mayores ingresos, existe la posibilidad de que este suceso tenga una estrecha relación con la necesidad de evitar el aumento de inmigrantes latinos que van tras “el sueño americano”, se procura que regresen a sus lugares de procedencia y pierdan la necesidad de volver; estos países exportan bienes primarios y por otro lado cuentan con alta biodiversidad, reservas de agua y yacimientos de petróleo que en conjunto resultan ser más atractivos que los de Medio Oriente dado que el conflicto lo ha convertido en inestable; China, quién le pisa los talones a Estados Unidos amenaza con quitarle su hegemonía mundial (y se espera ansiosamente cuándo llegará ese momento, porque así será) y asimismo, ha puesto sus ojos en el Cono Sur.

Conclusión, EE.UU necesita mantener su poder así que debe asegurar la dependencia de los países suramericanos, ¿Haciendo uso de presencia militar? Al parecer, sí. Quién mejor que Alfred Mahan para justificar la respuesta, él hoy aseguraría que las bases sirven para vigilar las rutas de comercio y su ubicación estratégica permite controlar los recursos de los estados mientras se expande el dominio americano.

Al revisar los lugares donde se encuentran las bases, es fácil darle la razón a Mahan, veamos por qué: la base naval de Bahía Málaga, ubicada cerca del Puerto de Buenaventura que se está consolidando como el más moderno e importante en Colombia; Base Naval de Cartagena junto al Puerto cartagenero que une al Caribe con todo el mundo; Base Aérea de Apiay en el Departamento del Meta, ubicado en plena cuenca de los llanos orientales que tiene una riqueza de hasta 120.000 millones de barriles de petróleo según dice la firma Halliburton ; Base Aérea en Chaparé en Bolivia, este país junto con Perú cuentan con grandes depósitos de gas natural; Base Militar Dr. Luis María Argana -Mariscal Estigarribia- en Paraguay, en el punto medio de toda América del Sur; la Base de Salta en Argentina, cerca de dos rutas importantes para el comercio: Quebrada de Humahuaca y el Paso de Jama; Base de Río Negro cerca de la Cuenca Neuquina y también la Base de Chubut cerca del Golfo de San Jorge, estos dos lugares representan casi el 75% del total de hidrocarburos de Argentina. Por lo visto, el punto es ganar participación en las economías de América, incrementando los acuerdos y tratados bilaterales que generen espacios de dependencia y de claras ventajas para el comercio del Norte.

Sin embargo, existe el peligro de un desequilibrio político patrocinado por Hugo Chávez, dentro de su expansión anti-norteamericana como ha conseguido con Ecuador, Nicaragua y Bolivia; si bien es cierto que Estados Unidos promulga un mayor interés económico en las economías del Asia y de Europa por sobre el latinoamericano, una unión de ese tipo terminaría por menguar parcialmente los vínculos económicos que se tienen disminuyendo la participación de este gigante, así que no conviene quitarle los ojos de encima.

De todas formas, mientras el país del Tío Sam mantenga una influencia en el sistema global tal que subordine pequeñas economías a la merced de sus necesidades, es más que probable que naciones como Colombia se vea utilizada como medio para controlar política y económicamente a Sur América. Y cómo no, si se están gestando cambios importantes dentro del crecimiento económico como es el caso de Brasil, que se ha abierto cabida dentro de las potencias mundiales y hoy, por lo menos, se considera como tal dentro de la región y por más atractivo que pueda parecer EE.UU, el país de la samba no puede de ninguna manera obviarse en el comercio mundial. Estratégicamente es mejor tenerlo como aliado que como enemigo y más cuando “El gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva anunció el descubrimiento de una gigantesca reserva de gas y petróleo que incluso puede llevar a la nación a ser miembro de la OPEP” ; además, Brasil cuenta con una política solvente que facilita las inversiones.

Una conclusión final luego de haber observado posiciones radicales, llegamos a pensar que la necesidad verdadera del gobierno americano es mantener e incrementar su poder global tomando el total control en los países del sur del continente americano, pero ¿será esto totalmente verdad? Quizá no un control total, pero sí uno tal que le permita asegurar su propio bienestar y estabilidad a futuro.

Lo que hace Estados Unidos es aprovisionarse en tiempos de vacas gordas antes de que llegue el de las flacas. Sin importar esto, la clave es concentrarse en las capacidades individuales de cada gobierno y así solventar una soberanía digna, un comercio abierto, libre, diverso y sin dependencias de ninguna especie, donde existan realmente intercambios en igualdad de condiciones, inclusive los países están preparados para mirar a otros mercados.

Por otro lado, es el consumidor quién al final debe ganar. Mientras que los recursos que se implementen, de una u otra forma, permitan que las personas vivan bien, pues perfecto. No se debe mirar lo negativo, necesitamos preguntarnos ¿cómo y en qué nos beneficia? y ¿qué podemos hacer para que lo negativo no nos afecte? Ahora bien, como parece ser una tarea difícil empezando porque hay gobiernos débiles, el trabajo está en las empresas y en las sociedades mismas quienes deben construir valor y proyectos nuevos que eleven la competitividad de las naciones, es decir, prepararnos para la competencia.
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