Calentando ideas
Un cierto 7 de julio de un año par; y haciendo honor a nuestro curso “Escritura de artículos académicos” comienzo por traer a mi recuerdo y al teclado de mi computador la siguiente combinación magistral de 21 palabras: “Porque todas las flores hablan, cantan, incluso las que se dibujan. No se puede dibujar una flor, un pájaro, permaneciendo taciturno. “(Bachelard, 1993, p.214) para inspirarme y tratar de incluir a mi nueva mejor amiga APA en mi proceso creativo. Lo intento y no desfallezco en el intento. Oigo una de mis composiciones favoritas: Simple song#3 * entro en sintonía con la vida y recuerdo una de las imágenes que me han impactado enormemente:
El nacimiento de Venus, de Sandro Botticelli. Esta venus, nos recuerda el pelo del Principito: “Pero tú tienes cabellos color de oro. Entonces será maravilloso cuando me hayas domesticado ! El trigo, que es dorado, me hará recordarte. Y me agradará el ruido del viento en el trigo… “ (Exüpery, capítulo XXI) y así comienzo a tejer en mi memoria un sinfín de recuerdos sensoriales que me recorren y se traducen en palabras para ustedes, lectores.
El viaje maravilloso que es contemplar una obra de arte cualquiera que ésta sea, se traduce en términos químicos en una porción de adrenalina que permea nuestra piel y en algunas ocasiones nos para los pelos, nos eriza. La contemplación nos lleva a imaginar escenarios sugeridos en la obra de arte y a transportarnos a ella.
El escenario acuático, nos permite movernos por debajo del nivel del agua y al salir a respirar encontrarnos con semejante encuadre visual. Un cóctel para los sentidos, el tacto que siente el soplido, la tibieza del agua, la propiocepción o sexto sentido que permite hacer equilibrio en la concha, la vista que recorre el cuadro entre una paleta de colores acogedora y múltiples detalles armónicos, el oído que imagina lo que podría estar cantando la mujer que está siendo cargada por el hombre que sopla, el olor de las flores dispersas en el aire y el sabor de la capa de pastillaje rosado que se desvanece en el aire antes de tocar la piel de la venus naciente.
¿Y será cierto que nace la Venus ante los ojos de Sandro?
Para responder a esta pregunta; pienso en Serres quien dice: “el hombre de pie, reciente, vuelve a aquel del que desciende, el cuadrumano arcaico. “ (Serres, 2011, p.31) lo cual me hace pensar que Sandro, no vio nacer la Venus. Realmente vio nacer un microorganismo acuático que se transformó en esta mujer. Un día esta mujer era minúscula y encorvada, y con el tiempo se enderezó, su pelo creció y llegó a ser este cuerpo, este todo presenciable y contemplable.
Sandro, de alguna manera representado en el cuerpo del hombre que sopla, sin lograr articular palabras, solo insufla en forma de flores color rosa. Ligeras vuelan, flotan en el aire. Venus mas allá del bien y del mal, observa un tanto distraída, íntegra, segura de su belleza que parece avergonzar a quien pudiese ser su hermana, que la quiere cubrir con la capa de pastillaje. Sandro. Sandro… ¿que puedes hacer ante tanta belleza?
Si la belleza es una manifestación material de una posible verdad, y el arte, como lo comprende Tarkovsky, busca sus verdades así como cada artista lo hace, de manera única; la búsqueda encriptada en la obra de arte, esboza un camino hacia el equilibrio y por ende la belleza. Belleza entendida como un constructo individual y subjetivo, edificado a partir de normas de composición, sensibilidad e intuición.
Algunos afirman que la belleza proviene de la geometría divina y se aferran al concepto de la proporción áurea como el origen supremo de la belleza: “la proporción áurea ha sido utilizada desde tiempos inmemoriales por artistas, escultores, músicos y tal vez incluso poetas como base armónica de sus obras;” (Hemenway, 2008, p.65). Otros, como puede ser el caso de Gevaert, entienden la belleza como una manifestación “sacramental” de la esencia divina del cuerpo.
Lo cierto es; que en el camino de la vida, que emprendemos en esta unidad corpórea que ocupamos, nuestra apuesta estética cotidiana puede acercarnos o alejarnos a nuestra búsqueda de la belleza en el mundo material : “Desde la coronilla hasta los pies comunicamos con nuestra piel, nuestra forma de andar, los aretes que escogemos, la ropa que usamos, si usamos o no maquillaje, la forma en que llevamos el pelo, si usamos gafas o no; cada elemento hace parte de una composición estética intencional, aunque a veces no se es totalmente consciente de ésta y del impacto que puede causar en los demás.”(Cadena, 2016).
Retomando a Bottichelli, cabría preguntarle: ¿Fue usted consciente de la desnudez de la Venus naciente? Al parecer su hermana o la mujer de la capa rosa de pastillaje si estaba consciente y avergonzada por ella. Vergüenza que no parece sentir la venus. Se expone de manera espontánea y casi ingenua. La expresión de su rostro no nos deja ver pena, por el contrario una frescura propia de la infancia o sus destellos en un cuerpo joven. La juventud no se avergüenza de su propia belleza, como tampoco parece utilizarla para fines ególatras.
Con la mano derecha se cubre uno de sus senos y con la izquierda usa su pelo dorado y largo para cubrirse la vagina. Como si ésta, fuera la razón de la vergüenza misma, la culpa por excelencia. Así como se culpa a Eva de haber hecho pecar a Adán, haber tergiversado el mensaje de Dios invitando a Adán a tocar el árbol del bien y del mal, convenciéndolo a hacerlo con sus armas seductoras. El mito de la mujer que usa su belleza como arma nace allí.
Retomando el concepto de Miranda (Miranda, 2010, p.105) “El paraíso no debe ser considerado un lugar sino una parte de nuestra naturaleza” es posible extrapolarlo con el concepto de infierno, para comprender que tanto el bien como el mal hacen parte de nuestra naturaleza, así como la vergüenza y la culpa no yacen fuera de nosotros sino que hacen parte de nuestra naturaleza humana. De una manera, la venus puede ser la representación del árbol del bien y del mal, la mujer de la capa rosa la imagen de la consciencia, el pudor, la culpa y la vergüenza, y el hombre; con su soplido busca aligerar el peso que la consciencia busca imponer sobre la venus, la vergüenza, la pena, el pudor. El hombre sería entonces la imagen del deseo mismo, galopante y libre; ligero como el viento, sin raíces ni cadenas, sin límites.
La venus, representa la armonía y parece inalcanzable para los ojos mortales, armonía que según Cabezas se representa en la geometría sagrada (Cabezas, 2013,p.98): “la pretensión de armonizar simbólicamente el hombre como microcosmos con el orden del universo, expresándolo a través de la geometría” y al compararnos con la perfección de la venus, parece que el microcosmos manifiesto en nuestra cotidianeidad no armoniza con el orden universal. El desorden hace parte de la naturaleza humana, la imperfección, la disonancia y las tensiones, remueven a cada instante los propios cánones de belleza e invitan a replantear una visión de “la belleza universal” por “las bellezas particulares”. La belleza no es un lugar fuera de nosotros al que queremos llegar como el paraíso, sino una parte de la naturaleza humana, algo humanamente subjetivo.
Bibliografía
Gevaert, J. 1995, El problema del hombre. Introducción a la antropología filosófica. Ediciones Sígueme, Salamanca.
Tarkovsky, A. 2002, Esculpir en el tiempo. Capítulo: El arte como ansia de lo ideal. Ediciones Rialp S.A., Madrid.
Referencias
Bachelard, G. 1993, La Poética del espacio. Fondo de Cultura Económica LTDA, Santa Fé de Bogotá. D.C.
Cabezas, L., & Oliver, J. C. (2013). LEYES UNIVERSALES DE LA BELLEZA; ¿VEROSÍMILES O VERDADERAS? (Spanish). Revista De EGA, (22), 88-99. doi:10.4995/ega.2013.1522
Cadena, A.M. (2016). El cuerpo como mapa de un viaje personal (I) https://www.usergioarboleda.edu.co/altus/cultura/arte/cuerpo-lenguaje-corporal/
Exupery, A. El principito. http://microtop.ca/lepetitprince/capitulo21.html
Hemenway, P. 2008, El código secreto. La misteriosa fórmula que rige el arte, la naturaleza y la ciencia. Evergree, Köln.
Miranda, L. R. (2010). EVA EN EL PARAÍSO Y LA NATURALEZA DE LA CULPA EN LA EXÉGESIS DE AMBROSIO. (Spanish). Circe De Clásicos Y Modernos, (14), 105-117.
Serres, M. 2011, Variaciones sobre el cuerpo. Fondo de Cultura Económica de Argentina, S.A., Buenos Aires.
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