El país del delirio
Por: Sergio Peñaranda
Usualmente se escuchan palabras de vergüenza en muchas partes por este país. Tierra de odios, vergüenzas, asesinatos, políticos corruptos, guerrilla, paras, etc. Palabras que no son nada nuevas, y que tantos críticos han utilizado. Así que es innegable que pertenecemos a un pueblo sangriento y violento.
Pero a pesar de nuestra situación tan evidente tenemos una característica bastante notable: somos delirantes, megalómanos o quizás locos. A pesar de que la realidad de este país muestra constantemente lo mal que estamos, intentamos desesperadamente encontrar algo bueno en este lugar de oprobio, y creemos que somos el mejor país del mundo.
El país del delirio es uno de los cinco más felices del mundo. Como se sabe, el departamento del World Values Surveys realizó un estudio el año pasado para determinar los países en donde las personas eran más felices. Y sorpresivamente nuestra esquilmada Colombia está en el puesto número cuatro.
En otro estudio con el mismo objetivo, realizado por la New Economics Foundation estamos en segundo lugar. Esta investigación podría sugerir dos cosas a países que no son tan felices: Primero, que imitaran nuestro modelo de corrupción, violencia, paramilitarismo, guerrillas, etc; segundo, que emigren a Colombia. En el país del de delirio somos felices a pesar de todo.
Según Adrian White, uno de los “investigadores de la felicidad”, la salud fue un factor determinante para establecer qué países eran los más felices. Bueno, este investigador debió dejarse engañar por nuestro delirio, que pone un velo a nuestra grave situación. El sistema de salud que posee Colombia, lleno de corrupción y de falencias, es espantoso.
Nada más entrar a la sala de urgencias de un hospital es posible ver los asiduos defectos de nuestra sistema de salud. Y si a eso se suma la falta de humanidad que últimamente demuestran los médicos, que quizás sea producida por el mal pago que reciben. Para acceder a una salud más o menos decente se necesita dinero, pero ya que los pobres son los más, no existe un verdadero bienestar.
Por otro lado, se escuchan constantemente estas frases: “Colombia tiene muchas cosas buenas, está Shakira, Juanes,”, “Montoya deja el nombre de Colombia en alto”, “tenemos la mejor fauna y flora..”, con estas se confirma que somos un país delirante. Y es que inflamarse por estas cosas evidencia un problema en nuestra mentalidad de cambio. Si pensamos que estamos bien no llegaremos ni siquiera a avizorar el problema tan grande que crece en nuestra tierra. Como se dice popularmente: el primer paso para mejorar es aceptar que se está mal.
Shakira y Juanes, productos discográficos, Montoya, un insoportable pedante. Esos son los símbolos que envuelven nuestro orgullo. Pero no está mal tener vanidad por estos personajes, pero puede llegar a ser pernicioso para un país (como ya lo es en el nuestro) tener una visión lejana de la realidad, y lo peor, de una oscura realidad. Dentro de los anteriores personajes faltaría mencionar a Gabriel García Márquez, que claro, es un motivo de orgullo, pero participando de la opinión de Saramago la literatura no sirve para nada, y menos para hacer cambiar un país como éste. Entonces sintamos orgullo por los colombianos que han tenido algún reconocimiento, pero no una ciega jactancia que posiblemente sea el epígrafe de nuestros males.
Nuestro delirio proviene de la exigencia que nosotros mismo creamos de sobresalir en el escenario internacional. Nuestra imagen exterior es fundamental para que nosotros nos sintamos bien. Así que cuando escuchamos comentarios acerca de la coca que vendemos nos enardecemos, como si no fuera cierto, como si nos estuvieran insultando con una infame mentira. El país del delirio debe tener una excelente visión internacional a pesar de todo.
Finalmente, quisiera decir que a las personas que critican al país se les acusa de no proponer una solución: en vez de andar criticando ¿por qué no dice qué hacer? Bueno, porque ellos saben muy bien que primero hay que espantar la ridícula comedia que hacen quienes consideran este país el mejor de todos, o por lo menos uno de los mejores. Es el primer paso, que por supuesto, no hemos dado. Es difícil creer que entre tantas situaciones insoportables en este país sigamos pensando más en la imagen exterior que en nuestras verdaderas condiciones.
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