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Una Rusia romántica y realista

Por: Alejandro Pinilla
Por: Alejandro Pinilla

En los tiempos difíciles por los que pasa un pueblo, la literatura es un medio para reanimar la esperanza de la calma y del cambio, evocando otra dimensión en la que se pueda sumergir la nación para apartarse del horror que causa la violencia y para que pueda experimentar lo más quimérico que la realidad no puede proporcionar pero que el lenguaje del cosmos literario nos logra mostrar, haciendo de lo más común algo extraño y sorprendente.

«Yo la amé,
Y ese amor tal vez,
Está en mi alma todavía,quema mi pecho.
Pero confundirla más, no quiero.
Que no le traiga pena este amor mío.
Yo la amé. Sin esperanza, con locura.
Sin voz, por los celos consumido;
La amé. Sin engaño, con ternura,
Tanto que ojalá lo quiera Dios,
Y que otro, amor le tenga como el mío».

Alexander Serguievich Pushkin. 1829
Traducción de Rubén Flórez

No hay mejor manera para dejarnos llevar por el místico universo ruso que leer unos consoladores versos del primer y máximo representante de las letras del continente blanco, esta travesía surge cuando mi mente inició un viaje por el tiempo de la Rusia del siglo XIX y la embarcación para navegar fue el deseo de pintar lo que este maravilloso pueblo representa.

Aquellos versos suenan muy ruso pero en la sangre de su creador hay un mulato y aunque su origen no sea puramente ruso, lo es. Porque su carácter, su ingenio y sus letras hacen de Alexander Sergueivich Pushkin el primer representante del Romanticismo Ruso del siglo XIX. Pushkin apagó su luz en medio de la nieve una tarde de Enero de 1837 cuando un duelo se interpuso en su camino al que no volvió la espalda y que por el contario aceptó como una norma del caballero de la época, el espíritu individualista del romántico no le permitía pensar en el futuro de tal manera que ellos sabían que en cualquier momento todo terminaría, ese “todo” es la vida que significa la primacía del “yo”.

Pushkin fue confinado a la tierra donde todos los grandes poetas y genios literarios también han sido exiliados: el Cáucaso. Tierra majestuosa y conquistadora por su inigualable belleza, donde el poeta fue tocado por los colores de la naturaleza y la vida libre que llevaban los errantes que por allí pasaban, paisajes exóticos (que luego su gran sucesor Lermontov citará en un “héroe de nuestro tiempo”), todo ello permite que Alexander Pushkin transforme esa atmósfera en una gama de todos los colores que serán utilizados para reflejar lo más noble del hombre ruso, ese entusiasmo tan extraño para el romanticismo pero común en pushkin ayuda a que éste sea la principal figura del florecimiento de la encantadora y poética lengua rusa.

Inmediatamente desparece Pushkin del paisaje tras ocultar las estrellas que alumbraban el sendero poético, aparece el sucesor de su pasión; al igual que el primero, éste tiene un origen que se remonta a Escocia, pues su familia se estableció en Moscú hacia el siglo XVI, la familia Learmount, descendiente de un poeta escocés llamado Thomas Learmonth, esto será un dato importante que nos deja ver que Mijaíl Yurievich Lermontov llevaba en su sangre un delirio por las amadas letras. El adolescente Mijaíl manifestó abiertamente su exasperación ante la pérdida de Pushkin, lo hizo como lo hacen los genios, a través de un desenfrenado poema dirigido al zar Nicolás I, “a la muerte del poeta”, en el que pedía venganza por la triste despedida que sufrió su contemporáneo, en un duelo en el que su pistola fue alterada para que no pudiera defenderse. Lermontov fue confinado al Cáucaso por órdenes del zar, quien no considero el poema como entusiasta sino como atrevido.

En su obra un héroe de nuestro tiempo, nos habla de Tiflis (Tiblisi), describiéndola con asombro, pues es un paisaje fascinante, en esta obra se ha creado un personaje un poco soberbio, egocéntrico, narcisista, como se dice en nuestros tiempos “un don Juan”…pechorin, pero que es emblema del espíritu romántico y que es fiel reflejo autobiográfico de Lermontov.

A medida que avanza este pequeño relato, aumenta la dificultad, pues ¿quién podría negarlo? cuando nos disponemos a mencionar al máximo representante del realismo ruso y una de las más destacadas y portentosas figuras de la literatura universal, Fiodor Mijailovich Dostoievski.

El apellido Dostoievski se remonta a un pueblo llamado Dostoyev, ubicado en la provincia de Minsk, en Bielorrusia, con este curioso dato no cabe duda alguna de la raza eslava que corría por las venas de aquel hombre hambriento de letras. Ofrezco mis excusas por no llenarlos con este inacabable maestro, pero ustedes entenderán que de Dostoievski es mejor dejarnos llevar con sus extensas obras que pretender limitarlo en unas cuantas líneas, pero cómo no decir o mencionar al genio de los genios; Dostoievski ingresó a la escuela de ingenieros militares de San Petersburgo: Universidad Técnica Militar de Ingeniería donde inicia su frenesí por la literatura, debido a su enfermedad (padecía de epilepsia) su carácter se veía alterado hasta el punto de reaccionar de manera extraordinaria en su cotidianidad : “En lo que a mí respecta, a lo largo de mi vida no he hecho más que llevar al extremo todo aquello que vosotros habéis dejado a la mitad” Dostoievski; En momentos de sed, hambre y decepción, es decir, en las más extremas situaciones que soporta el hombre ,este malhumorado pero también gracioso personaje, encontró refugio en el salvavidas del ser humano, como es de saber ese amparo fue la literatura.

Dostoievski nos absorbe con los títulos de sus obras, pues ¿en cuál mente? sino solo en la de éste, suscitó Crimen y Castigo, el Jugador, humillados y ofendidos, los hermanos karamazov…por mencionar solo algunas, en definitiva sus títulos son contundentes, lo mejor de su obra es la vigencia que tiene, Raskolnikov bien pudo haber existido en la edad media o ¿por qué no? en nuestros tiempos, pues el crimen no se limita a la época ¿qué tal el jugador de sus tiempos? que encaja perfectamente con la descripción del jugador de ahora. La vida trágica que tuvo, hizo de Fiodor Mijailovich Dostoievski, el verdadero héroe capaz de superar las barreras que le impuso el azar, por esta razón ese espíritu de transcendencia ha de perdurar, por encima de lo efímero y banal.

Citaré a tres majestuosos personajes que nos dicen mucho de Dostoievski, el primero de ellos será Friedrich Nietzsche quien afirmó lo siguiente:

“El testimonio de Dostoievski es trascendental para la discusión del problema que nos ocupa. Dostoievski es, dicho sea de paso, el único psicólogo que ha podido enseñarme algo: es uno de los azares más venturosos de mi vida, mayor aun que el descubrimiento de Stendhal”.

Crepúsculo de los ídolos, 1888
El segundo es Stefan Zweig: “De todos los grandes transgresores de las fronteras literarias, el mayor es Dostoievski: ningún otro ha descubierto tantas tierras vírgenes en el alma humana como este hombre arrebatado, desmedido, para quien, según su propia confesión, lo inconmensurable y lo infinito era tan vital como el aire que respiramos. Jamás permaneció estancado. “siempre crucé la frontera- escribió con un timbre de orgullo en una de sus cartas-, siempre.” Seria tarea imposible enumerar sus hazañas, su éxodo por los ventisqueros del pensamiento, sus descensos a los arcanos del inconsciente y sus escaladas sonámbulas a las más altas cimas del autoconocimiento. Sin este gran transgresor de límites, la humanidad sabría poco menos de sus misterios innatos. Desde la cumbre de su obra abarcamos mas distancia de futuro”.
Drei Meister, 1920

El último de los tres es Thomas Mann: “Nada más propicio para confundir los conceptos biológicos que la vida de este hombre [Dostoievski], que, hecho un manojo de nervios y constantemente enfermo… llegó a vivir sesenta años y que, en cuatro décadas de producción literaria, alumbró una obra ingente, novedosa y valiente, de pasiones y personajes tan vivos como numerosos: una obra que, además de ese furor “criminal” de conocimiento y de declaración de principios que suponen una ampliación del saber humano, encierra en su seno un prodigioso numero de travesuras, de comicidad maravillosa y de “regocijo espiritual”, porque, entre otras cosas, este crucificado fue un gran humorista”.
1945-1946

Convenir en el vivir literario es una tarea muy difícil, así es que hemos considerado que la literatura rusa es un legado intelectual y cultural para el mundo, que se diferencia de los otros, en la que considero la característica más destacada: el dolor causado por la guerra. Es así como las letras eslavas representan un libro abierto al mundo, en el cual encontramos el más grande símbolo de grandeza y valor.

Cuando nos acercamos al prodigioso, soberbio, fascinante y admirable ámbito literario ruso, entendemos que este pueblo tiene un aporte muy heroico para mostrar al mundo y es esa fortaleza con la que lograron levantarse de la guerra y sobreponerse a todo lo que ésta arrasó desde vidas humanas, ciudades, hasta ideales. Pero lo más grande que sentimos cuando nos acercamos a lo ruso, es el amor a su patria, la dedicación de un pueblo para construir siempre lo más sorprendente, elevado y sobre todo lo más sofisticado.

La literatura rusa es para todos nosotros, un viaje a lo sublime y victorioso que nos permite ver la elegancia, el lujo por excelencia, donde lo más sofisticado no logra ser apreciado sino hasta cuando te impregnas de su cultura, de su exigencia. Cuando escuchamos Rusia es entrar en un palacio de cristal adornado con los más portentosos objetos, el más exquisito olor del trago… Pero unos segundos después, pienso que toda esa maravilla del comienzo, ha sido el producto de tiempos difíciles, que implicaron vidas, lágrimas…y luego, tan solo diez segundos después de todo lo anterior, logra imperar la admiración por un pueblo que siempre ha tenido grandes ideales y que no se desvaneció por su pasado, que por el contario rescató lo mejor de éste para proyectar un presente brillante.

 

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