Pedro F. Carmona Estanga
El sector petrolero ha estado sometido al nivel mundial a una de las peores coyunturas de los últimos tiempos. Si bien al final de la década de los 90, más específicamente en diciembre de 1998, el promedio de precios del petróleo (Brent, WTI y Dubai Fateh) llegó a la baja cifra de US$ 10,41 por barril, en el período comprendido entre 1999 y 2003 mejoró y fluctuó entre 20 y 30 dólares/barril, para iniciar a partir mediados de 2004 una tendencia creciente que lo llevó hasta US$ 132,55 en julio de 2008, y luego descender a niveles de US$ 41,53 en 2008 como consecuencia de la crisis económica mundial de ese año. Con posterioridad, hasta agosto de 2014, el precio se estabilizó en un rango superior a los US$ 100, para finalmente iniciar diez años después, en 2014, el brusco ciclo descendente en el cual hoy nos encontramos. Claramente, dichas variaciones marcan una enorme volatilidad del mercado, las cuales han estado también presente en el caso de otros commodities, tanto alimentos como minerales. Atrás quedó el quinquenio de oro de la primera década de este siglo, el cual no fue inteligentemente aprovechado por la mayoría de los países productores a través de la creación de mecanismos de ahorro o de estabilización macroeconómica, para enfrentar las épocas de precios bajos o “vacas flacas”.
La predicción de los precios del petróleo ha sido siempre difícil, aún con el concurso de los mejores expertos y organizaciones dedicadas al análisis de los temas energéticos. Pero un descenso por debajo de los US$ 30 por barril, es decir un 70% en el último año y medio, no era imaginable hace tan solo unos meses, llevando a descalabros macroeconómicos a países y empresas productoras, todo originado en un desbalance en la ecuación oferta-demanda estimado en 2 millones de barriles por día, dada la desaceleración de la economía mundial y la sobreoferta de petróleo que se inició con los agresivos planes de producción de petróleos de esquisto en los Estados Unidos, y las estrategias de algunos países como Arabia Saudita para desestimularlos. Ello ha conducido a que los inventarios de petróleo se ubiquen en niveles record, estimados en 3.000 millones de barriles por la Agencia Internacional de Energía.
En el presente, la próxima incursión de Irán con nuevos volúmenes de petróleo tras el levantamiento de las sanciones por parte de EEUU y la Unión Europea, no augura un mejoramiento de esa adversa coyuntura, salvo que prosperara la posible convocatoria a una reunión extraordinaria de la OPEP y se modifiquen decisiones del pasado reciente en torno a un acuerdo para la corrección de los suministros. Ello presupondría un cambio en la postura mantenida por Arabia Saudita, Kuwait y los Emiratos Árabes en el seno de dicha organización, en el sentido de que el mercado debe equilibrarse por sí solo, y que cualquier esfuerzo de estabilización de la oferta tendría que ser acompañada por otros países exportadores no OPEP como Rusia, Omán o Azerbaiyán, entre otros. Por el contrario, los países más afectados como Venezuela, Nigeria e inicialmente Irán, han sido partidarios sin éxito de acordar recortes en la producción para tonificar el mercado.
Al analizar las cifras sobre costos de producción petrolera en varios países, se observa que algunos estarían ya vendiendo a precios inferiores a sus costos, situación que se traduce en la agravación de los resultados financieros de las compañías petroleras, las cuales han debido endeudarse más para operar, contribuyendo así al preocupante desempeño de las bolsas de valores en el mundo en las últimas semanas, a la devaluación de muchas monedas ante el dólar estadounidense, y al debilitamiento macroeconómico de países emergentes que ven amenazada su estabilidad fiscal. Por el contrario, los países industrializados importadores de hidrocarburos, o las empresas altamente consumidoras de energía como acerías, aluminio o compañías aéreas, han visto disminuir sensiblemente el costo de su factura energética.
Los proyectos aplazados relacionados con la producción petrolera han sido estimados por Wood Mackenzie en US$ 380.000 millones, equivalente a unos 2,9 millones de barriles diarios que han quedado pospuestos. Estados Unidos enfrenta también dificultades en mantener la producción petrolera basada en el uso del “fracking” o fracturación hidráulica, pues por debajo de 30 dólares el barril, difícilmente pueden continuar produciendo, y menos realizando nuevas inversiones.
Datos basados en Rystad Energy de Noruega muestran que el costo de producción petrolera en el Reino Unido sería de US$ 52,50 por barril, de 49 en Brasil, 41 en Canadá, 36 en Estados Unidos, en tanto que en Arabia Saudita es de 9,90 dólares, de 8,50 en Kuwait, de 10,70 en Irak, y de 12,60 en Irán. Para el caso de otro actor importante, actualmente sumido en una profunda crisis: Venezuela, el costo de producción es de US$ 23,50, ello debido a que en los últimos años, PDVSA ha incrementado sensiblemente sus costos por razones de política interna. En Colombia el costo estaría en US$ 35,50 por barril, lo cual hace improductiva la producción en algunos yacimientos. Ecopetrol ha emprendido por tanto una política de reducción de costos, los cuales están influidos por factores como la carga tributaria, demoras en trámites, inseguridad en algunas regiones del país, así como altos costos de transporte, pues parte de esa operación se realiza usando medios terrestres. México ha asumido también una política de reducción de costos, y según Pemex, ya se ubicaría entre los más bajos del mundo, en alrededor de US$ 10 por barril.
Ante esta desfavorable situación, y a las incertidumbres que rondan sobre el comportamiento de la economía mundial, en particular el crecimiento de la economía china en 2016, estimado en 6,5%, es decir por debajo del 6,8% registrado en 2015, no cabe sino aguardar un despeje del panorama si por las razones anotadas se produce una reducción de la oferta, o si prospera la posible convocatoria a una reunión extraordinaria de la OPEP. Ello a sabiendas de que no existe consenso entre sus 12 países miembros sobre eventuales recortes en la producción, y que al cierre del 2015, la producción de sus integrantes fue de 32,18 millones de b/d, es decir un tercio de la producción mundial, lo que muestra que el peso de la organización en la oferta mundial es limitado y que por tanto, cualquier acuerdo tendría que estar acompañado por otros países no OPEP exportadores de petróleo. Todo ello sin desestimar que sigue rondando el fantasma de una nueva recesión o crisis económica internacional, que ojala no llegue a materializarse.