La problemática de Irán, en la actualidad, es multifacética. Este país, que desde enero de 2016 ha visto levantada las sanciones de que era objeto por parte de los Estados Unidos y la Unión Europea, deja así de ser un paria internacional frente a la comunidad de naciones, aunque confronta diversas problemáticas. En lo externo, las relaciones con Arabia Saudí; en lo interno, el proceso de su “apertura petrolera” y sentimientos encontrados en lo que a estrategia de precios se refiere, contraponiéndose en este sentido con la posibilidad de que la OPEP recorte producción o no para dar cabida así a la producción incremental de Irán.
Dentro de la geopolítica Meso Oriental, Irán confronta el enfriamiento de relaciones con Arabia Saudí no por la ejecución en Riad de convictos Shiitas (recordar que la mayoría del Shiismo en la región está ubicado en territorio iraní –motivo aparente–) sino por las pruebas misilísticas, realizadas a comienzos de año en el estrecho de Ormuz, en el momento justo en que atravesaba ese punto de estrangulamiento geográfico la VI Flota de los Estados Unidos con sede en Bahréin (motivo encubierto).
Dado que una reacción norteamericana frente al incidente hubiera echado por tierra el acuerdo nuclear de desmantelamiento de centrífugas iraníes que tanto costó conseguir, Obama con gran acumen dejó pasar el incidente. Pero la reacción la tuvo uno de sus aliados, Arabia Saudí, con la ruptura de relaciones ya señalada.
A nivel doméstico, haber logrado el levantamiento de las sanciones se considera un triunfo para la administración Rohani. Sin embargo, frente a las elecciones que se harán en febrero, el Primer Ministro confronta, dentro de los Majlis, una lucha denodada de poder ante a los ultraconservadores comandados por el líder religioso Khameni. Y frente a esta lucha política interna, se abren horizontes para la apertura petrolera, condición “sine qua non” para que despegue la producción Iraní. Si bien, lo que se ha dado en llamar el “Contrato petrolero Iraní”, aprobado por el Parlamento, sus características demostrarán si son atractivas o no para los inversionistas mundiales, dentro de la problemática caída de precios que se vive actualmente. En términos generales, este modelo contractual es de largo plazo (15 a 20 años con opción de extenderlo por 5 años más). Tiene la peculiaridad que ofrece al inversionista la posibilidad de aumentar la producción sobre una línea base, así como la oportunidad de obtener mayores ganancias y beneficios. Pero la modalidad requiere también que se realicen JV con socios locales (iraníes) tanto para exploración y producción como para la distribución y transporte.
Si bien, la capacidad de producción de este país llega a 4 Mb/d conforme la versión oficial de su ministro de Petróleo, Bijan Zanganeh, la producción actual solo alcanza los 2.8 Mb/d.
De modo pues que la gran pregunta es si puede remontar rápidamente con su producción incremental para llegar a los 4 Mb/d. A este respecto, cabe recordar que Irán tiene su territorio sin reevaluar reservas ni realizar actividades exploratorias por más de 35 años. Primero fue la guerra con Irak de 1980 hasta 1988 la que lo impidió, luego siguió el embargo norteamericano y más recientemente el embargo europeo, dada la actividad nuclear de ese país. De manera pues que, si bien nadie duda de la existencia de petróleo en Irán, es necesario reactivar sus pozos y todas las actividades conexas a fin de reevaluar sus reservas. En consecuencia, aunque es dable esperar un aumento de producción en el corto plazo (entre 500-700 kb/d), el gran despegue necesitará de tiempo y dinero (grandes inversiones atraídas por el contrato petrolero iraní y un lapso que posiblemente llegue a 1 o 2 años, si no es algo más).
Además de estas situaciones particulares de la Persia de antaño, está el dilema de saber si la OPEP recorta producción o no debido a dos causales fundamentales. La primera, recuperar los precios, y la segunda (vinculada a ella), absorber la producción Iraní o darle lugar dentro los techos de producción que actualmente tiene la organización como un todo y para cada uno de sus países miembro. La realidad es que el eventual recorte se dificulta por más de un motivo. Primero, porque pareciera que de manera cohonestada entre OPEP y países NO-OPEP, fuera el único modo de lograr un recorte. Para ello, es necesario, más allá de visitas de altos dignatarios, un plan de acción con propuestas concretas y compromisos férreos que no se visualizan aún. Sin embargo, el informe de producción que algunos gobiernos del Medio Oriente están reportando a la OPEP va en aumento; en efecto, reflejan volúmenes más altos que los que la organización obtiene de fuentes secundarias. Por ello, nuestra reflexión de cierre va en dos sentidos. El primero, ¿cree el lector que Irán se sujetará a un techo de producción dentro de OPEP? La respuesta es ‘huelga’… Y el segundo, esta situación de reportar volúmenes mayores de producción nos recuerda lo que aconteciera con los aumentos de cuota que hiciera particularmente Arabia Saudí en la Reunión de Yakarta (Noviembre de 1997, último régimen de cuotas hasta la fecha en la organización). En esa oportunidad se logró un acuerdo entre OPEP y No-OPEP para recortar producción, pero a partir de la producción real de febrero de 1998 (cabal logro de la posición venezolana de esa época). ¿Estaremos a la vera de que se repita esta estrategia en los pródromos de 2016?