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LA FUERZA DEL CAMBIO

“Mientras no se cuente con una fuerza interior arrolladora, nutrida de compromiso y un espíritu noble y sano, difícilmente lograremos un cambio efectivo”.

Por: Luis Tayron Losada Pedraza

No habrá un cambio en la persona sin un cambio interno –dentro de sí mismo–, que permita alcanzar una transformación de adentro hacia afuera.

Estamos invitados a ser humildes y a reconocer que los valores y principios terminarán marcando el rumbo de las acciones de aquellos que desean alcanzar la cumbre del éxito. Ser humilde es bueno, sin importar el motivo. Pero es mejor que esa humildad sea impuesta por la misma conciencia de uno, antes que por las circunstancias.

Vivimos en un mundo de turbulencia y de cambios… Ahora, más que nunca, es preciso ir de menos a más. Ser menos por lo que decimos y más por lo que hacemos; menos por los títulos y cargos y más por la pericia y competitividad profesional; menos por lo que controlamos y más por lo que desarrollamos; menos por los objetivos que nos limitamos a fijar en un computador y muchísimo más por las actitudes que ayudamos a construir en los demás.

Quien cambia tiene la humildad de aceptar los principios y el coraje de alinearse con dichos principios, lo cual requiere de un sacrificio personal. De esta humildad, coraje y sacrificio, surge la persona íntegra, pues la integridad significa “hacer sin dejar de ser”. Ojalá podamos hacer muchas cosas, desarrollar muchas actividades, sin perder la esencia que brinda la humildad.

Es preciso tener el coraje de alinearse con los principios y enfrentar a las viejas suposiciones y paradigmas, si deseamos dar la batalla frente al cambio. El cambio que, de hecho es normal y de ritmo constante, exige compromiso y una férrea disciplina. Se requiere de mucho coraje y resistencia para decir: “Yo voy a alinear mi sistema de valores personales, mi estilo de vida, mi dirección y mis hábitos con los principios”. Este coraje se convierte en el requisito primario de la calidad.

Hay que reconocer que se trata de un compromiso serio y juicioso con uno mismo, el de ser mejor cada día… Esto nos permite aportar a una sociedad que se hace cada vez más cambiante. Es muy fácil sentirse ‘víctima’ de los cambios. Una persona responsable entiende que el cambio es una oportunidad para mejorar y decide ser ‘aliado’ y se siente ‘beneficiario’ de los cambios. Para que el cambio en una organización sea exitoso se requieren colaboradores creíbles; es preciso tener aliados disponibles, con la energía suficiente y con la disposición necesaria para disfrutar las bondades del cambio.

No hay ningún lugar donde este espíritu sano del cambio pueda cultivarse de mejor manera que en el hogar. El espíritu del hogar, y también el de la empresa, es el que nos ha de infundir el compromiso para con los demás. Tenemos la responsabilidad de ser mejores seres humanos cada día, enfrentando de manera inteligente las múltiples situaciones de cambio que se nos presentan en el ámbito personal y profesional.

La capacidad inherente de escoger, de desarrollar una nueva visión de nosotros mismos, de adaptarnos frente al cambio, de volver a escribir nuestra vida, de comenzar un nuevo hábito o de abandonar una vieja costumbre, de perdonar a alguien, de dar excusas o de hacer promesas y cumplirlas, en cualquier faceta de la vida, significa grandeza.

Mientras no se cuente con una fuerza interior arrolladora, nutrida de compromiso y un espíritu noble y sano, difícilmente lograremos un cambio efectivo.

Como bien lo citó Anwar Sadat, “El que no puede cambiar el mismo tejido de su pensamiento, jamás podrá cambiar la realidad y, por lo tanto, jamás podrá progresar”.

Una buena imaginación de poco sirve, cuando se carece de capacidad de actuación.


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