Por: Iván Pinzón Amaya
Edwin Bohórquez Aya, en la section «Negocios», del diario El Espectador (sábado 21 de febrero de 2015), en su articulo «Proveedores Petroleros, Contra la pared», puntualiza Que «los prestadores de Servicios a las Grandes Compañías Denuncian Una Caída de 40% en los Trabajos de exploración; Lo Que generará Una crisis: Aún más fuerte, Cuando las reservas se acaben. El Reportero retrata, de Manera dramática, la crisis Que atraviesan Contratistas y Proveedores del sector petrolero «.
Analizando el suplemento “El Salmón”, del diario El Espectador (domingo 22 de febrero de 2015), encontré en su sección “personaje” bajo el título “El poder petrolero de Estados Unidos”, una entrevista con Jeremy Martin, lograda por el periódico a través del mismo analista Edwin Bohórquez Aya. Martin es el director del Programa de Energía del Institute of The Americas, una organización interamericana de investigación de políticas públicas en donde se explora la geopolítica de energía a lo largo de las Américas.
Una de las preguntas formuladas en dicha entrevista fue la siguiente: “Las petroleras están pidiendo a sus proveedores bajar sus costos y cobrar menos por los servicios que prestan. Entonces, una vez los precios suban, ¿deberían las petroleras también pagar mejor a sus proveedores?”
El entrevistado, de manera hábil, elude una respuesta concreta y formula el siguiente comentario: “Es una pregunta muy interesante que mis amigos que laboran en Schlumberger, Gaffney Cline o Halliburton podrían responderla mejor. Ellos están en posición de explicar cómo funcionan sus modelos de negocios”.
Mis preocupaciones específicas sobre el contenido de la pregunta anterior, me llevaron a escribir, en diciembre de 2015, las siguientes reflexiones:
La semana pasada, los precios del crudo cayeron drásticamente tras la reunión de la OPEP y su decisión de no recortar la oferta. El valor de las petroleras que se transan en la bolsa colombiana cayó en ese momento en 6.7 billones de pesos. Seis meses antes, nadie imaginaba que el crudo podría bajar de los US$70 el barril y lo hizo en tres meses.
El jueves 4 de diciembre de 2015 podría denominarse como un pálido “jueves negro” para las empresas petroleras en Colombia, cuyas acciones continuaron desplomándose en bolsa, con una descolgada más allá de lo esperado. Hacía recordar, guardadas las proporciones, un antecedente lejano: el jueves 24 de octubre de 1929, día en el que comenzó la caída en la bolsa de New York y con ella el “crack” del año 29 y la Gran Depresión.
Hace una década, muchas de estas empresas se enfrentaban a las vicisitudes generadas por una situación similar: veían bajar sus ingresos por el descenso abrupto en el precio del barril de petróleo. Esta situación comprometía como ahora “las inversiones previstas en proyectos de exploración para dedicarlas a proyectos e iniciativas de producción, buscando tener dinero en caja para enfrentar una situación cuya duración es indefinida”.
En el presente, “Cenit, la filial de Ecopetrol encargada del transporte de hidrocarburos, invertirá más de US$4 mil millones para incrementar la capacidad entre 2014 y 2019 y llegar así a 1.400.000 barriles por día”. No obstante Thomas Rueda, presidente de la organización, advierte que “se tendrán que recortar los presupuestos y las perspectivas para grandes proyectos, como las fases 2 y 3 del Oleoducto Bicentenario que, advierte el ejecutivo, ya no van”.
“Por otro lado, la imparable carrera del dólar, tiene haciendo cuentas a los analistas del mercado, quienes ven posible que la tasa de cambio siga devaluándose. Se trata de un fenómeno global. El dólar ha subido por la fuerte caída del petróleo y los buenos resultados que viene reportando la economía estadounidense”, comentaba para el diario El Tiempo, Juan David Ballén, analista de la firma Casa de Bolsa.
Al tener que dar más pesos por cada dólar, se afectan las compras de bienes importados “porque se encarecen los precios de bienes e insumos que llegan del exterior”.
La preocupación de las petroleras es “la volatilidad de la tasa de cambio que hace difícil cualquier planeación. ¿Qué rumbo tomará la divisa el año entrante? Los analistas barajan varios escenarios, pero todos están atados a lo que pase con el precio del petróleo. Si repunta y se sitúa alrededor de los 80 dólares, es de esperarse que el precio del dólar baje. Pero en el comportamiento de la divisa, influirá también la política monetaria de los Estados Unidos.”
Una petrolera promedio, gasta al menos 80% de su presupuesto en la adquisición de equipos, materias primas, repuestos, bienes -tangibles- y servicios -intangibles- diversos en procesos comerciales con contratistas y proveedores.
En esas circunstancias, la preocupación que surgió hace ocho o diez años era cómo las empresas contratantes revisarían sus estructuras de costos y proyectos en curso con contratistas y proveedores para establecer la mejor manera de mitigar la situación.
Analizadas varias opciones, la función de abastecimiento de una importante empresa petrolera optó como la manera más práctica de enfrentar la situación, reunirse con proveedores y contratistas para plantearles motu proprio, una reducción taxativa del 30 % en precios, tarifas fijas y otros componentes de costos.
El equipo de abastecimiento se dedicó entonces a negociar esta condición comercial. No sirvieron las quejas y reticencias de proveedores y contratistas que enfrentados a esta reducción apreciable de costos, especialmente en contratos de servicios, iba más allá del nivel razonable de utilidad, pero debieron aceptar esta imposición so pena de perder el contrato. Ninguna contraprestación surgió en esta modificación contractual por adhesión.
Por supuesto, un tratamiento equitativo de proveedores y contratistas que ‘olvidó’ la petrolera, hubiera significado que recuperados los niveles satisfactorios de precios por barril, se convocara a proveedores y contratistas para recomponer los precios y tarifas vigentes antes de la crisis.
Muchos contratistas de aquella época, tienen muy presente ese tratamiento inequitativo que lastimó la reputación e imagen de la empresa petrolera y generó desconfianza en las relaciones, además de pérdidas acumuladas en muchos casos.
¡Un error garrafal como ese, no debería cometerse de nuevo! Una compañía del sector ya busca el 25% de reducción; otra, intenta aplicar a sus proveedores y contratistas el 10%. Será una aplicación impositiva que desconoce de tajo la situación económica de proveedores y contratistas.
Un modo diferente de manejar la crisis por parte de las petroleras, podría ser:
• Aproximarse a proveedores y contratistas para plantearles revisar sus precios y tarifas, en aras de lograr optimizar procesos tales como:
• Agregar demanda.
• Estandarizar especificaciones técnicas y alcances de los servicios.
• Revisar estructuras de costos, desglosándolas en sus componentes básicos como: costos de personal, prestaciones sociales, costos indirectos o de administración, margen de utilidades, etc.
• Utilizar rangos en cantidades de servicios para establecer tarifas diferenciales más equitativas para las partes.
• El método de libros abiertos podría contribuir a este análisis.
Estas acciones pueden interpretarse como positivas o inclinadas hacia la empresa contratante. Por esa razón, es necesario buscar mecanismos que se constituyan en incentivos para proveedores y contratistas.
Dichos mecanismos podrían ser, por ejemplo:
• Prórrogas de los contratos, cuya duración dependería del monto de las reducciones convenidas en mutuo acuerdo.
• Dineros otorgados en calidad de anticipos o pagos anticipados.
• Devolución temprana de retenciones.
• Aceptar cláusulas para hacer revisar y ajustar precios y tarifas de forma más periódica, amarradas a fluctuaciones de + o – x % del precio del crudo.
• Ampliación de objeto/alcance de contratos.
• Ofrecer exclusividad y/o “primer llamado” en contratos marco u órdenes abiertas de compra.
• Incluir cláusulas de desempeño más rigurosas, que comprometan al proveedor a generar valor a través de la ejecución misma del contrato.
A pesar de las bondades de estos acercamientos más equitativos con proveedores, ciertamente son medidas menos contundentes, efectivas y ágiles para los contratantes en términos de menores costos, que exigir una disminución específica, obligatoria e impuesta. La agilidad por medio de la cual actúen proveedores y operadoras en conjunto será fundamental, especialmente para aquellas compañías operadoras, con un músculo financiero más incipiente.
Otra acción que sería de mucho beneficio para lograr adaptarse a estas condiciones impulsadas por efectos macroeconómicos, sería propiciar entornos para consolidar esfuerzos entre compañías privadas. A través de mecanismos de agregación de demanda, negociaciones conjuntas y alineación de métodos y procesos, ha sido posible lograr sinergias en el pasado. Ese valor sinérgico es determinante en tiempos como estos.
Por último, si uniones gremiales, como por ejemplo actores líderes como la Asociación Colombiana de Petróleos, ACP, Campetrol o la Cámara Colombiana de la Infraestructura, CCI, lideraran iniciativas que le permitieran a la industria reaccionar y actuar de forma más congruente y homogénea, se lograrían efectos que en su totalidad, serían más valiosos que si cada compañía enfrenta su realidad de forma independiente.