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LOS COSTOS DE LA LUCHA CONTRA LA INFLACIÓN

A raíz de varios fenómenos que van desde la necesidad de financiamiento para contener el Covid-19 hasta la guerra con Ucrania, el planeta entero entró en una escalada inflacionaria.


Por: Pascual Amézquita Zárate, Ph.D. en economía.
Docente PRIME Business School, Universidad Sergio Arboleda.

En efecto, la política de relajamiento cuantitativo adelantada por casi todos los bancos centrales del mundo, que ayudada por el FMI a través de la emisión de derechos especiales de giro (DEG) para auxiliar a los países en la lucha contra el Covid-19, fue creando presión en los precios de la demanda.

Paralelamente, la oferta fue cayendo, en primer lugar, por la ruptura de las cadenas globales de suministro por cuenta de la cuarentena a que se sometió el planeta y, en segundo lugar, por un imprevisto de corta duración pero de efecto prolongado, además del cierre del canal de Suez, en Egipto, durante un par de semanas por un barco encallado.

De manera que buena parte de las economías del planeta tenían que enfrentar un doble problema, el aumento de la demanda y la caída de la oferta… El escenario perfecto para que las tasas de inflación se dispararan, como en efecto ocurrió. A esto se suma, en el caso de Estados Unidos, el aumento de los márgenes de ganancia por un nutrido grupo de empresarios, lo que le agregó energía a la incontenible inflación.

Como queda anotado, la guerra con Ucrania acentuó las dificultades al romper la cadena alimenticia, pues el escenario en disputa aporta parte significativa de abonos y de cereales, lo cual, de por sí, ya es un problema mayúsculo pues el alza de los precios de los alimentos es la que mayor impacto tiene en los salarios.

Con este panorama en mente, los bancos centrales se dieron a la tarea de aumentar las tasas de interés hasta niveles pocas veces vistos, con el fin de enfriar la economía y, en particular, atajar la demanda a través de la reducción del trabajo total y de los pagos salariales.

A pesar del fuerte encarecimiento del capital, el resultado ha sido ambiguo por varias razones: de una parte, no se ataca sino un lado de la demanda y la oferta sigue sin resolverse, especialmente, en el campo de los alimentos. De otra parte, no ha logrado morigerarse –para el caso ya estudiado de Estados Unidos–, la tasa de beneficio de los empresarios. Finalmente, la recomposición de otras cadenas globales distintas a la de alimentos sigue avanzando, con lo cual los empleos, en esos otros sectores, siguen creciendo.

Así las cosas, fuera de Estados Unidos el efecto esperado sí ha ocurrido en toda su magnitud, es decir, se ha logrado paralizar casi totalmente la economía, como recientemente lo puso de presente el exministro de Hacienda José Antonio Ocampo para el caso de Colombia.

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