Mi historia es un testimonio de ese singular viaje. De cómo las oficinas que ahora piso como funcionaria las recorro también como estudiante de la misma universidad.
Los pasillos que ahora recorro con libros en brazos y la mochila cargada de sueños, son los mismos que transito con carpetas que contienen proyectos y responsabilidades. La transición de funcionaria a estudiante no fue un simple cambio de roles, más bien, un salto hacia una nueva dimensión de compromiso y perspectiva. Hoy paso mis últimos momentos esperando con alegría los días de clase de la Maestría en Administración de Negocios MBA, con la mente abierta a nuevas ideas y la ambición de absorber todo conocimiento posible.
Hoy, sentada en mi oficina, encuentro satisfacción al ser parte de un equipo de trabajo que le permite a otros estudiantes tener esa misma experiencia transformadora. Mi labor no se limita a gestionar trámites y horarios, a realizar contratos y presentar indicadores de gestión sino a brindar un apoyo real para que cada estudiante pueda concentrarse en lo que realmente importa: su crecimiento académico.
Aunque los desafíos de equilibrar mis propias responsabilidades académicas con las laborales son innegables, descubrí que esta dualidad me ha enriquecido de formas que nunca imaginé. La empatía que siento por los estudiantes es ahora más profunda, ya que comprendo sus inquietudes y ambiciones desde ambas perspectivas. Cada interacción con ellos es una oportunidad de alentar y guiar, recordando que cada estudiante es un mundo de potencial esperando ser descubierto.
Las aulas que suelen ser ahora y por un par de meses más mi hogar intelectual son también escenarios donde fomento el aprendizaje en otros. Los libros que devoro ávidamente como estudiante, ahora son recursos que recomiendo y distribuyo. Aunque la dinámica haya cambiado, la pasión por el conocimiento sigue siendo mi motor constante.
Otra experiencia que destaco hoy es la de disfrutar de las clases de los docentes que a diario veo desde otro rol. Comprobar de primera fuente la calidad de sus clases, ver cómo generan cambios en las personas desde lo que más les gusta hacer … y eso, es increíble. He aprendido mucho de ellos, no solo en términos de contenido académico sino también en términos de habilidades de pensamiento crítico, comunicación y resolución de problemas. Han sido un gran apoyo y aliento para mí, y me han ayudado a desarrollar mi potencial como estudiante.
Estoy muy agradecida por la oportunidad de haber tenido estos maestros en mi vida. Han tenido un impacto positivo en mi educación y en mi persona, y estoy segura de que me seguirán acompañando en el futuro y durante mi estancia en la Universidad.
Caminar por la Sergio Arboleda evoca recuerdos de lucha y logros, y resuena en mi mente con las voces de aquellos a quienes ahora asisto.
Creo que me convertí en una pieza vital de esta comunidad educativa. Un testimonio viviente de que el viaje no termina cuando obtienes un título sino que se transforma en una etapa continua de crecimiento y contribución.
Me enorgullece tener dos puntos de vista. Con ellos he aportado significativamente al mejoramiento continuo que como Escuela PRIME Business School debemos tener.