Pocas historias nacionales resumen con tanta claridad la paradoja de la abundancia como la de Venezuela. La nación que alguna vez fue la más próspera de América Latina —gracias a su petróleo— terminó atrapada en una crisis estructural que la ha llevado al empobrecimiento. La presentación “Venezuela y su petróleo: una promesa truncada” analiza cómo un recurso que parecía garantía de progreso terminó debilitando la productividad, la institucionalidad y la cultura del trabajo.
Desde los primeros pozos en el siglo XIX hasta la creación de PDVSA y la nacionalización del sector, el petróleo moldeó el destino del país. Su explotación trajo modernización y riqueza, pero también cimentó una dependencia económica y mental que reemplazó la diversificación por la renta. Frases como “el petróleo es de todos” o “la caja negra” se convirtieron en símbolos de una mentalidad rentista donde el Estado asumió el papel de gran benefactor y la ciudadanía el de receptora pasiva de recursos.
El autor subraya que la ideología, el populismo y la corrupción distorsionaron la relación entre el país y su principal activo. La nacionalización, necesaria en su contexto histórico, terminó derivando en una estatalización ineficiente: se destruyó la meritocracia, se debilitó la gestión técnica y se desincentivó la inversión privada. Con el tiempo, el sector petrolero —y con él la economía venezolana— se fue deteriorando. La caída de la producción, del PIB y del número de taladros activos evidencia el colapso de un modelo agotado.
Sin embargo, el texto no se detiene en el diagnóstico. También resalta que Venezuela conserva un potencial energético enorme. Sus reservas de crudo pesado y liviano siguen siendo de las más competitivas del mundo, capaces de sostener una producción superior a cuatro millones de barriles diarios hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XXI. Para lograrlo, el país debería reconstruir su institucionalidad, recuperar la capacidad técnica y abrirse nuevamente a la inversión y la competencia, sustituyendo el dogma ideológico por un pragmatismo energético que permita convertir la promesa truncada en una oportunidad renovada.