LA SERGIO ARBOLEDA EN LA CONSTITUYENTE DE 1991: UN LEGADO QUE INVITA A REFLEXIONAR SOBRE EL PRESENTE
A más de tres décadas de la promulgación de la Constitución de 1991, la Universidad Sergio Arboleda ...
Por: Ramón Bulla Quintana (Q.E.P.D)
Decano emérito y fundador de la Escuela de Filosofía y Humanidades
“Aparecí en medio de los acontecimientos, porque existían motivos que me ligaban espiritualmente con los protagonistas del suceso. En el pasado tuve el privilegio de haber sido discípulo del Doctor Rodrigo Noguera Laborde en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Javeriana, y por la misma época el de haber hecho parte, con otros inolvidables compañeros, de un grupo de universitarios conformado por el Doctor Álvaro Gómez Hurtado, encaminado a la difusión y defensa de las ideas de la libertad y el orden. Estas circunstancias me vincularon desde un principio al hermoso ideal de crear una universidad distinta de las que estábamos acostumbrados a ver.
Corría el año de 1.983. Los doctores Rodrigo Noguera Laborde y Álvaro Gómez Hurtado concibieron la feliz idea de crear una universidad donde se formaran los líderes de un movimiento nacional que lograra las grandes transformaciones que reclamaba Colombia. Una universidad. Pero no como las demás. Una universidad distinta, no sólo en sus planes de estudio, sino también en su espíritu. Una universidad con orden y disciplina. Una universidad donde sus alumnos aprendieran a respetar la autoridad y a cultivar los valores. Una universidad que fuera un verdadero centro de cultura y civismo, semillero de ideales y promesas. Una universidad que se preocupase más por la formación del hombre que del profesional, y que comprendiese que tiene más importancia el humanismo que la técnica. Una universidad, en fin, eminentemente humanística y profundamente cristiana.
La creación de una universidad con el talante con que la concebían, se volvió una obsesión en la mente de estos personajes. Pero crear una universidad no es tarea fácil. Es preciso vencer obstáculos muy diversos: unos económicos, otros académicos, otros institucionales, y no pocos políticos. Pero más pueden lograr la convicción y la constancia.
“¿De dónde sacamos la plata para comenzar tamaña empresa?” se preguntaba el Doctor Gómez Hurtado. El Doctor Noguera, con su mentalidad pragmática, respondía: “en el Gobierno y en el Congreso tenemos amigos que nos pueden ayudar”, “¿Y dónde está el edificio para el funcionamiento de la Universidad?” insistía Gómez Hurtado. Otra vez el pragmatismo de Noguera no se dejaba esperar: “busquemos una casa, ojalá la de un colegio que esté en plan de trasladarse a otra parte”. Era soñar. Y soñar no cuesta nada.
Sin embargo, decididos a encontrar la sede para la proyectada universidad, estos dos soñadores se dieron a la tarea de buscar la casa. No tardaron mucho en encontrarla. En la calle 74 #14-14 había una con el anuncio de venta. En realidad eran dos casas contiguas: la de dos pisos, que aún se conserva y otra de una sola planta, en el lugar donde se encuentra hoy, en la torre F, la oficina de admisiones y en la cual funcionó inicialmente la biblioteca. En la parte posterior de estas dos casas había un solar con una buena arborización y una pequeña construcción de dos pisos adaptados como aulas para el colegio que allí funcionaba. Estas casas habían sido la residencia del Doctor José Joaquín Castro Martínez, un prestigioso político que había sido parlamentario y ministro de Estado en tres ocasiones. En estas instalaciones, su hija doña Julia Castro de Delgado, quien fue Secretaria de Educación de Bogotá, había fundado un colegio para señoritas y niñas, el colegio Castro Martínez, pero que entonces se trasladaba a unas edificaciones al norte de la ciudad.
(…)
Adquirida la casa, había que pensar en el nombre y en el escudo. Tras diversas propuestas de nombres, se convino en llamarla con el de un ilustre patricio payanés, Don Sergio Arboleda, jurista, constitucionalista y humanista, profesor y rector de la Universidad del Cauca, fallecido el 19 de julio de 1.888. Definido el nombre de la Universidad, se procedió a la formación del escudo. Muchas ideas se discutieron también. Finalmente sugerí que el escudo debía tener un árbol que expresara el apellido “Arboleda”. Y recordé entonces el árbol que alguna vez dibujó Aristóteles para explicarles a sus discípulos la relación entre la Filosofía y las demás Ciencias. Un árbol cuyo tronco representaba la Filosofía, y cuyas ramas representaban las Ciencias que de ese tronco se desprendían. La posteridad lo llamó “El Árbol de la Ciencia”. Esta idea se aceptó, pues representaba muy bien el ideal de la universidad. Álvaro, que era un excelente pintor, se encargó de estilizarlos en la forma en que definitivamente quedó”*.
*Texto original publicado en la revista Crónica Universitaria.
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