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HUMANISMO FILOSÓFICO

Por Camilo Noguera Pardo

Notas brevísimas a propósito de los 25 años de fundación de la Escuela de Filosofía y Humanidades.

fachada evaluación“El maestro se siente satisfecho si logra hacer adelantar a su discípulo; y, si no lo consigue, el fracaso será imputable a ambos” E. Fromm
El arquetipo de hombre que planteó la modernidad y que ahora quiere terminar de diseñar el avance tecnocientífico, tan abanderado por muchos de los intelectuales posmodernos, denota, dentro de todas sus características, un evidente alejamiento de lo humano y, más exactamente, una apatía frente a la cultura humanista, a la vez que un desconocimiento e incluso una cierta prevención frente a lo cristiano. El mundo actual vive absorto en una sensibilidad cuyo catálogo de va- lores excluye, las más de las veces, categorías tales como la Verdad, el Bien y la Belleza, en tanto el miramiento que se hace de estas realidades y en general del ser –entiéndase la palabra “ser” como aquello que de cualquier manera existe– siempre se realiza desde la visión ofrecida por el relativismo moral, postura que desemboca, necesariamente, en el tan afamado y puesto de moda: “perspectivismo”.
En consecuencia hoy se habla de perspectivismo ético, estético y religioso. Para esta corriente de pensamiento la esencia del ser y sus cualidades, así como la bondad de una acción o la belleza de un arte, dependen de la perspectiva desde la cual se observen. Los atributos del ser y, más aún, los límites de la libertad se deforman y ceden hasta dar con un hombre sin más acotamientos que los antojados por el mandato de su voluntad. El ataque que hace el relativismo contra cualquier noción de absoluto permite poner todo en tela de juicio. Acciones tales como robar, matar, violar, etc., no se consideran necesariamente conductas incorrectas, sino que la calificación de la bondad o malicia de la acción depende de un amplio número de circunstancias y pareceres. Un ejemplo de esto podría ser el asesinato que hace un indigente hambriento a otra persona, en su intento por quitarle la comida. Para un relativista o perspectivista, el homicidio podría justificarse por el hambre que sentía el asesino y alegarse como un reflejo natural, lo que iría en total contravía con el diálogo platónico del Critón, en el que se enseña la premisa de jamás devolver mal por mal, así como en contracorriente con la filosofía cristiana y en general con toda ética virtuosa, en la que el hombre supera su condición de animal y honra su capacidad axiológica, esto es, su potencia de regirse por principios y adherirse a un nomos racional. Cuando el valor de la vida y el propósito de la existencia se relativizan, pueden fácilmente llegar a su extinción, como efectivamente tantas veces sucede. Esto, aunque para algunos parece sensato e inofensivo en un primer acercamiento, ha arrojado sobre el hombre y el mundo una serie de efectos catastróficos, los cuales pueden corroborarse con una simple mirada al orbe contemporáneo. Algunas de las problemáticas del siglo XXI, acudiendo a las estadísticas, son: enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados, uso desmedido de sustancias psicoactivas, aumento en el índice de abortos, crecimiento en las tasas de alcoholismo, de homicidio, de violación, de hurto, de trastornos psicoafectivos, suicidios, promiscuidad, deterioro del medio ambiente, extinción masiva de especies animales, etc. Las consecuencias enumeradas son algunas de las resultancias que padecen las sociedades alzadas sobre las arenas movedizas del relativismo ético.
Por todo lo anterior y por otras muchas razones, nace una universidad cimentada sobre principios humanístico-cristianos. En repetidas ocasiones he escrito la urgencia por adoptar un modelo ético- vital, amparado en un humanismo cristiano, que dé luces al vagar del hombre; incluso en un texto anterior me detuve para intentar hacer una aproximación a la esencia del humanismo cristiano, al tiempo que especifiqué su distinción para con otros paradigmas de análoga índole, entre los que pueden contarse el humanismo clásico, renacentista, ilustrado, romántico, materialista, existencialista, etc. Con todo, voy a detenerme, recapitulando apartes de escritos que he presentado en otras oportunidades, lo que entiendo por “Humanismo Cristiano”, para luego exponer su insignia frente a otros modelos similares y poder recalcar el por qué su filosofía contiene trazos en mi criterio imprescindibles para el obrar humano. Después de esto, procederé a explicar el motor fundacional de la Escuela de Filosofía y Humanidades de la Universidad Sergio Arboleda, con ocasión de sus veinticinco años.
Si uno observa con atención las variadas definiciones que del humanismo se tienen a lo largo de la historia universal de las ideas, aun- que todas manifiestan diferencias relevantes, también exhiben, a lo largo de sus discursos, un factor común: el de contemplar al humanismo como la búsqueda y revitalización del ser a partir de ciertos valores, así como el afirmarlo como una disciplina o movimiento que se ocupa de promover y ahondar en aquellas circunstancias y conocimientos que se relacionan íntimamente con lo humano. Pero, ¿qué diferencia a un humanismo sólo de un humanismo cristiano? El dotar a la vida de trascendencia y poner a disposición del hombre un específico orden moral que no depende de una axiología relativista o perspectivista, sino que se explica bajo una cosmovisión de valores absolutos y dados, no crea- dos. Para el hombre cristiano y, por ende, para el humanista cristiano el hombre no es creador sino creatura, creatura capaz de contemplar y hasta de construir belleza, así como de deleitarse en el sosiego y gratificación interior que devienen de una conducta virtuosa, en su sentido aristotélico. El ser, cuando vive su vida anclada en Dios es capaz de descubrir sentido en la Bondad de un acto, de toparse con la Belleza en la contemplación de una flor y de aliviarse en la Verdad mediante el ejercicio del amor. Empero, para entender más claramente esto, se hace necesario explicar el concepto de trascendencia. Jacques Maritain dice al respecto: “Denomino trascendentes a todas las formas de pensamiento, tan diversas como por lo demás puedan ser, que supongan al principio del mundo, un espíritu superior al hombre; en el hombre, un espíritu cuyo destino va más allá del tiempo; y una piedad natural o sobrenatural en el centro de la vida moral.”
El humanismo cristiano reconoce la importancia de la vida del espíritu y de la carne como un todo indisoluble, por lo que exige del ser lo más puro, lo más bello y lo más eterno, en tanto su destino no es fi- nito, sino que tiene ansias de infinitud, de eternidad, e insiste en dibujar la vida de los hombres con trazos elevados de virtud y trascendencia, a la vez que sugiere una base metafísica y un orden ético, como condiciones necesarias para el cultivo intelectual, dirección moral y realización personal. Un alma culta y enamorada de las humanidades, capaz de escarbar los hondos misterios morales que se suceden en el hombre, es la persona que anhela el saber filosófico.
La Escuela de Filosofía y Humanidades de la Universidad Sergio Arboleda, tanto como la institución misma, se fundan en la esperanza de formar personalidades que profesen un genuino amor por el pensamiento y un entendimiento profundo por las artes y por las letras, tanto como por el valor de la vida y la dignidad de la existencia. La pedagogía sergista, que invoca en su visión el saber humanista, tiene como una de sus aspiraciones cincelar el espíritu por medio de la cultura y perfeccionarlo a través de la trascendencia, empeño que debe traducirse en la germinación de personas cultas y, por lo mismo, éticas, que puedan contribuir a crear civilización, en un mundo y en un tiempo en los que la vida se asalta y empalidece por tener que luchar contra una horda de profesionales, de técnicos y operadores sin principios, sin curiosidades intelectuales, sin sensibilidades educadas, sin frenos morales. La educación culta confiere sentido a la vida, esplende de luz las oscuridades e imprime de significado al sufrimiento. La Universidad Sergio Arboleda quiere legar al individuo una serie de herramientas que le permitan toparse con la felicidad personal, al tiempo que entablar y construir una comunidad de vida con los otros y, por último, engrandecer el proyecto humano.