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EDUARDO PEREZ – YA ME VOY BOGOTÁ

El Génesis, según los mayas nos dice lo siguiente: ''Y los días se echaron a caminar Y ellos, los días, nos hicieron. Y así fuimos nacidos nosotros, los hijos de los días, los averiguadores, los buscadores de la vida”.

EDUARDO-PÉREZ

Eduardo Perez
montreal.helper@gmail.com

Trabaja en la gestión de vivienda de interés social de la Federación de NPOs a d ‘ Habitation de Montréal, como interventor. Posee una licenciatura en sociología y un certificado en planificación urbana de la Universidad de Montreal. Fascinado por el estudio de las desigualdades, Eddy quiere perseguir un grado de maestría para estudiar la formación de las desigualdades en la sistematización de la ciudadanía.
En 2012, fue seleccionado para asistir a la capacitación sobre el cambio climático emitida por el ex vicepresidente de Estados Unidos, el Honorable Al Gore.
Por lo tanto, él dicta conferencias sobre la importancia de la participación ciudadana y el calentamiento global. Eddy participa activamente en el debate social, actualmente es Viceprimer Ministro en el Parlamento de la juventud de Quebec.
Han pasado dos años que Eddy Pérez prepara este viaje. Acompañado por Mathilde Michaud y Antoine S.Christin, durante el mes de mayo, ofrece conferencias sobre la importancia de la participación ciudadana en la lucha contra el calentamiento global.

YA ME VOY BOGOTÁ

column23
El Génesis, según los mayas nos dice lo siguiente: ”Y los días se echaron a caminar Y ellos, los días, nos hicieron. Y así fuimos nacidos nosotros, los hijos de los días, los averiguadores, los buscadores de la vida”.

Buscando la vida salí a conectarme con el mundo, a comprender quien era, a conversar con mi alma. De Canadá hasta Chile, mi desafío es aprender, mi desafío es compartir ideas e impresiones sobre nuestras sociedades, sobre cambio climático y sobre nuestro porvenir. Les comparto algunas reflexiones que este viaje me ha transmitido. Esta aventura se ha convertido casi en una persona que me acompaña a mí y a Antoine mientras esperamos la llegada de nuevas experiencias.

Dormí en Dallas, saboreé México y me enamore de Costa Rica. Comí en Panamá y me vestí de la historia de Cartagena. Me canse de las rutas hacia Bogotá, pero recibí el calor que los bogotanos y las bogotanas me brindaron. Y mientras más viajo mas confundido estoy, menos sé quién soy. El desarrollo de Centro y Sur América es sorprendente. Estos países han logrado posicionarse en el mundo como entes de bienestar, ejemplos de democracia y potencias internacionales. Centro y Sur América ya no son sucursales de los Estados Unidos, ellos gozan de nuevas oportunidades sociales, urbanísticas, tecnológicas y económicas, logrando así posicionarse en el mundo con fuerza y emprendimiento.

Estamos tan conectados como lo está una legión de hormigas dispuestas a trabajar por sus colonias, sin embargo no todos los resultados vienen del trabajo en equipo y muchas veces no estamos unidos por las mismas ambiciones.

Como continente, nos unen las tradiciones ancestrales de aquellos que construyeron sus vidas bajo el sol, mientras le oraban a la luna. De la misma forma, nos une aquella promesa mercantil y globalizada, donde la definición de riqueza se define en un banco, se define con salarios y con la cantidad de material de orden privado que podríamos obtener. Ese sueño de la casa, de la familia y el carro comienza tranquilamente a ser cuestionado por algunos que dudan de la institucionalidad de tales tradiciones.

Existen también problemas similares, desde México hasta Bogotá. Las basuras, la desigualdad social, la utilización de energía y del agua representan cuatro desafíos de importancia para estas grandes ciudades latinas. Aunque, si algo es cierto, es que las basuras no existen. Existen personas que no saben qué hacer con sus cosas. Existimos para acumular, para darle precio a algo que pierde su valor en el momento en que lo compramos. Y si botamos las cosas es porque el sistema nos exige que para que seamos reconocidos en esta sociedad tenemos que valorar aquello que fácilmente pierde su valor.

Vengo viajando desde la tierra de Jacques Quartier y Jeanne Mance, voy observando que desde Quebec hasta Colombia, tenemos problemas de identidad que se concretizan en las estructuras sociales y económicas que organizan nuestras naciones. Me doy cuenta que muchas veces pensamos que el futuro lo dirigen los políticos y olvidamos que el político se inspira del ciudadano para vender su programa electoral.

Creo que el cambio climático es el desafío más importante de nuestra generación. Creo que las sociedades más vulnerables son aquellas que sufrirán las consecuencias de la severidad de eventos climáticos que lleguen a azotar nuestras bellas tierras latinas.

Creo que tenemos un problema de educación básica que no nos permite ver el cambio climático como un problema social o económico basado en nuestros actos carbointesivos. Porque el problema ambiental es solamente la consecuencia de nuestras decisiones sociales. Aunque muchos de estos países no sean los mayores productores de gases del efecto invernadero, sus ciudadanos compran cosas importadas de la China. Ósea, contribuimos indirectamente a las emisiones producidas por este país.

Al fin y al cabo, esta crisis, sea climática, social o económica, es ante todo un fenómeno que exige de nosotros que pensemos en los aspectos más fundamentales de nuestra existencia. Nuestra forma de pensar, nuestra forma de vivir y de coexistir. El cambio climático debe ayudarnos a redefinir la definición misma de ciudadanía de la cual, a mi concepto, deberían imponerse tres principios: la solidaridad, el reconocimiento de nuestros derechos fundamentales y una definición de libertad basada en la comprensión de los obstáculos que se imponen a nosotros como ente social.

Ahora, que más podría decir sino que sigo viajando hacia Ecuador, Perú y Chile. Me acompaña un libro firmado por Gabriel García Márquez y un amigo que se anda patinando todos los rincones que encuentra a su llegada a cada país. ¡Carajo! El logro perderse dos días en la gran ciudad de México. Me acompaña también la sonrisa de aquella mujer que conocí en un basurero municipal en México. Me acuerdo de su mirada, de sus ojos claros, de su sinceridad y de sus palabras cuando ella me decía entre desechos, perros y mal olor: ” aquí todos trabajamos orgullosamente, aquí todos somos familia’.