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Siendo el hermano mayor de cuatro, empezando a cumplir su sueño de ser inventor o un genio que dejara huella, estudiante de química en la Universidad del Valle y ya en tercer semestre, Alexander fue víctima de una maldición.
Actualmente está sobre los treinta, y del joven que luchaba en la guerra queda un hombre que vivió escenarios inimaginables, dice: “Este país tiene un maldición, que se llama el servicio militar obligatorio, que limita los sueños y la vida de los jóvenes colombianos y se convierte en un obstáculo para cualquier hombre que quiera progresar; en este país que esta enseñado para la guerra, es más importante tener una libreta militar que tener un cartón profesional”.
Los hombres en Colombia sirven más educados para la guerra que para la ciencia. ¿Que cómo llegó allá? Se presentó ‘voluntariamente’ en el ejército después de que la misma Universidad le exigió la libreta militar; no le pidieron referencias, recomendaciones o experiencia alguna, es como si una fuerza mayor quisiera que a tus 18 años empuñaras un fusil. Aspirar con el corazón tener un uniforme, no siempre es tan sencillo, porque anhelar uno, pero no de batalla, o sí, tal vez batalla, pero contra la injusticia (estudiar derecho) contra la muerte y la enfermedad (ser doctor) contra las llamas (ser bombero), existen mil trabas, y la más importante y decisiva, entre tantas, es el factor económico.
Haciendo un análisis de qué es la guerra en un país como Colombia, Alexander testifica que los viejos de ahora, los de 60 y 70 años, quienes hablan de una guerra intestina de 50 años, han mantenido el país en guerra. Los odios entre bipartidistas no se han sanado, tienen envenenado el país, y peor aún, los corazones de quienes lo habitamos y no les importa arrasar con los sueños de la juventud, pero no de toda, sino de los jóvenes de los estratos uno, dos y tres. Porque quieren venganza, sí, pero no la pelean con sus hijos.
No son los hijos de los estratos cinco y seis los que están con la boina de contraguerrilla, ni la boina de comando en la selva combatiendo con los grupos al margen de la ley, creados por estos mismos odios. “Somos los que no tenemos nada que ver, los que no sabemos de política, en mi caso particular, tuve que entenderla para saber qué papel estaba jugando allí… ¿Papel? Ni siquiera uno como soldado puede creer que juega un papel, ese discurso de heroísmo para mí es casi una blasfemia; los héroes no son quienes están en la guerra, la promueven o se involucran. Héroes son las personas que logran evitar la guerra”, dice el autor del libro: Contrastes, historias de guerra para la paz.
La paz no es la venganza de los viejos sino la tranquilidad de los jóvenes
Su discurso se basa en los jóvenes, quienes merecen tranquilidad, disfrutar de las herramientas que ofrece este mundo globalizado para ser mejores seres humanos, cumplir sueños, triunfar en la vida con una sonrisa en su rostro (a pesar de las dificultades del día a día) más no ser víctimas de un pueblo sumido en un conflicto, despertando a media noche bañados en sudor pensando que su sueño, en el que perdían la vida, podría estar ocurriendo realmente, o peor aún, despertarse sin un brazo o una pierna después de una batalla a la que se asistió en las mejores condiciones físicas: ¿a costa de qué? ¿Una guerra ajena?
La política se debe a los ciudadanos, es la forma de hacer que todos adquieran o lleguen al bien común pero se ha convertido en “lo que quiere mi partido” más no en la necesidad de la comunidad. Sí alguien está de acuerdo con la guerra, y tiene un discurso político e inclusive da órdenes como “¡¡no importan los soldados, así hayan minas háganle, hay que luchar contra los enemigos!!”… Sí existen colombianos con tal convicción, por qué no son ellos, junto con sus hijos, quienes están liderando el grupo? ¿Por qué yo que quería ser un químico, un científico del país, tuve que abandonar mis sueños para ir a su guerra?, se pregunta José, mientras imagina cómo hubiera sido su vida sin haber estado en ella, se detiene, mira a su alrededor, se calma y suspira muy profundamente.
La señal: tenía que hacer algo grande con su vida
“No veía mucho, estaba concentrado en luchar, vi un objeto grande en el aire, ¡una granada! –pensé. Reaccioné y me tiré hacia el lado contrario, apenas sentí como los fragmentos se incrustaban en mi rostro. A pesar de esto quise levantarme y continuar, pero no había sido la única sorpresa del momento, al levantarme sentí una fuerte explosión, fue un golpe fuerte en la cabeza, ¿fue un disparo?…Me desmayé”, relata, Alexander Roncancio.
Estuvo casi una semana en depresión, hasta que vio a sus compañeros de guerra, quienes a pesar de estar aún más graves, incluso a punto de morir, tenían más esperanza de superar ese estado que él, tenían fuerza aun para sonreír. Fue allí cuando entendió que no estaba vivo por la guerra sino para hacer algo grande con su vida; ayudando a los demás, teniendo como arma, la educación.
Descubrió la ONG Tejido Humano, comentó su historia y lo apoyaron económicamente para estudiar cualquier carrera en un listado de diferentes universidades y fue así como empezó a estudiar filosofía, escogió la Universidad Sergio Arboleda para llevar a cabo sus estudios por el atractivo pensum que dicha institución ofrece en la Escuela de Filosofía y Humanidades. El libro… Contrastes, historias de guerra para la paz fue fruto de toda una tarea investigativa: 28 protagonistas en total, huérfanos, heridos de fusil o granadas, entre otros; cada uno con sus respectivos ángeles, protegiéndolos mientras eran víctimas del terrorífico demonio que es la guerra.
“Conocer uno a uno de los testimonios es una montaña rusa de sentimientos, sensaciones. No culpo al ejército así como tampoco culpo a la Iglesia, ya que el problema radica en algunas personas que están en ella. No es la política, son los políticos”, asegura Alexander Roncancio quien hace una invitación a dejar atrás el conflicto, para empezar a conocernos a nosotros mismos, cumplir las metas que hemos postergado y soñar sin límites para algún día ser lo que siempre hemos querido, de la mano de Dios y ayudando, en lo posible a los más necesitados, quienes pueden ser, aunque no parezca, los que tienen todo (lujos, dinero, reconocimiento) pero andan por la vida con un corazón herido, sediento de venganza… de guerra.
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