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INGENIERÍA INDUSTRIAL EN LAS ORGANIZACIONES EL INICIO DE UNA APASIONANTE TRAVESÍA

¿En qué momento comenzamos a ser ingenieros? ¿Será cuando recibimos el tan anhelado diploma? ¿Al terminar materias? ¿Unos meses antes de graduarnos? ¿O quizá, luego de un par de años de experiencia laboral? En otras palabras, ¿existe un instante en el tiempo en el que nos convertimos en ingenieros o será acaso posible que nazcamos con un instinto ingenieril?

Por: Sarah Elizabeth Sarmiento Blanco | Egresada de Ingeniera industrial de la Universidad Sergio Arboleda

Ante tal dilema, es preciso preguntarnos qué hace que un ingeniero sea ingeniero. Una revisión en la literatura nos conducirá a definirlo como un agente que busca transformar una situación inicial indeseable, bajo un panorama de incertidumbre, haciendo uso de unos recursos limitados (1). Dicho esto, ¿será que un niño que, mediante ciertas tácticas, logre llamar la atención de aquella niña ojiverde, algún día contemplada desde la distancia, podría considerarse un ingeniero?

Si la respuesta es afirmativa, posiblemente te estés preguntando qué sentido tiene ingresar a la academia si la semilla ingenieril podría ya estar plantada en ti. En efecto, como veremos más adelante, la misión que deberás enfrentar en tu ejercicio profesional te exigirá contar con tres instrumentos clave: un cerebro estructurado para comprender los retos de manera sistémica, un conjunto versátil de competencias y una caja portable de herramientas para resolverlos. Es allí cuando la universidad será tu mejor aliada.

Ahora bien, cinco años más tarde, diploma enmarcado y hoja de vida en mano, será hora de poner en práctica tus habilidades como resolutor de problemas. No obstante, llegado este punto, un par de dudas asaltan tu mente. Ante una corta o quizá nula experiencia laboral, el desconocimiento del entorno que se convertirá en tu segundo hogar, y la incertidumbre de los detalles del próximo contrato, ¿cómo anticipar qué tipo de problemas encontrarás y cómo podrás enfrentarlos?

La primera pista para vislumbrar los futuros retos está en analizar el contexto en el que estos se desarrollarán. ¿Estarás desempeñándote en un entorno principalmente conformado por elementos inanimados o estáticos, tales como máquinas y otros artefactos similares? ¿O quizás, estarás desenvolviéndote en un ambiente cuyo componente fundamental son los seres humanos y sus agrupaciones? Si tu respuesta coincide con la segunda opción, bienvenido al maravilloso mundo de la Ingeniería Organizacional (IO), también conocida en entornos angloparlantes como Ingeniería de Sistemas Sociales (SSI) (2).

Posiblemente, esta sea la primera vez que escuches tales términos o quizá te suenen familiares pero, en cualquier caso, es momento de precisar cuál es el rol de un ingeniero organizacional. Para empezar, una organización es un sistema social, es decir, un conjunto de seres humanos agrupados con un propósito común (3). Mas, un momento, si tal asociación de personas tiene un objetivo definido y conocido por todas sus partes, ¿por qué habrían de presentarse problemas? Aún más, ¿no son acaso la capacidad de raciocinio y la toma de decisiones, características distintivas de los seres humanos, dos factores que deberían reducir la incertidumbre e impedir el surgimiento de problemas? En otras palabras, ¿es la intervención ingenieril en verdad requerida en las organizaciones? Tres aspectos de la naturaleza humana podrían aportar una luz a dicho cuestionamiento.

¿Qué diferencia a los seres humanos de las máquinas? Si bien esta parece ser una pregunta trivial, su respuesta podría esclarecer nuestra discusión. En primer lugar, cada persona es un ser único y singular, diferente a sus semejantes. Trascendiendo el aspecto físico, es el conjunto de percepciones, intereses y demás características particulares aquello que constituye nuestra personalidad, colorea nuestra visión del mundo y condiciona la relación con él. Aún más, los seres humanos tenemos la capacidad de decidir, de actuar de manera libre y consciente, de asumir el rol de tomadores de decisiones sobre nuestra propia vida o, incluso, sobre otros seres vivos. Tal atribución no debe tomarse a la ligera; más que un derecho es una gran responsabilidad.

En tercer lugar, tú y yo somos seres sociales. Nuestra naturaleza, más allá de la individualidad, supone la necesidad de interactuar con nuestros semejantes y con el entorno que nos rodea. En efecto, desde la creación, el relacionamiento social ha sido un factor crucial en la supervivencia de la raza humana y, en la cotidianidad, una condición determinante para nuestro bienestar (4).

Ahora bien, ¿cuáles son las implicaciones de estas tres características humanas en el contexto de una organización? En resumidas cuentas, las decisiones de cada persona, determinadas por su libre albedrío y características particulares, tienen un impacto en la relación con sus semejantes y en las reacciones de estos, es decir que, al salir de la óptica individual y ubicarnos en un entorno social, nos enfrentamos a la realidad de que cada pequeña acción y omisión tendrá consecuencias directas o indirectas en el resto del sistema. Mas, ¿cuál es la repercusión de esta realidad?

En efecto, el hecho de que las decisiones de cada actor tengan un impacto en las dinámicas internas de la organización nos sitúa en un contexto complejo e incierto. Por consiguiente, para abordar este tipo de problemas, el cerebro ingenieril debe ser capaz de tener una visión sistémica, general, holística sobre cómo estos se producen: tal como un águila desde las alturas. Así, ante el grado de incertidumbre presente en los sistemas sociales y la complejidad de los problemas que en estas se desarrollan, ¿cómo debe proceder el ingeniero? ¿cuál es el mejor camino de acción? Acompáñame en un breve recorrido por la travesía de un ingeniero organizacional.

Volviendo al ejemplo del niño enamorado, el primer paso para abordar un problema es identificarlo. En otras palabras, percibir una necesidad es la condición inicial para satisfacerla. Pero, antes de seguir, te haré una pregunta: ¿Qué es lo primero que llega a tu mente al escuchar la palabra “problema”? ¿Quizá la palma de tu mano estrellada contra la frente, un suspiro profundo, una sensación de escalofrío e, incluso, un dolor de cabeza? Lamentablemente, nuestra formación cultural arraiga una concepción negativa sobre los problemas: amenaza frente a oportunidad, frustración sobre esperanza, desaliento ante inspiración. No obstante, como agentes de transformación, debemos tener en mente que concebir la posibilidad de cambio es la primera condición para que este ocurra. Efectivamente, cuando identificamos un problema, también, de manera consciente o inconsciente, estamos visualizando un ideal (5). En nuestro ejemplo, Pedro Pablo sabía que su objetivo final era llamar la atención de Susana… ¡a como diera lugar!

Ahora bien, el descubrimiento de aquellos dulces ojos verdes requirió un cierto grado de empatía. La mayoría de problemas presentes en los sistemas sociales demandan un esfuerzo importante de conexión con los seres humanos que los conforman; ellos serán nuestros mayores aliados (6). Sus puntos de vista, conocimiento y opiniones, por triviales que parezcan, no pueden pasar desapercibidos. De la precisión con la que logremos entender sus necesidades dependerá la firmeza de nuestro proceso… ¿Construiremos sobre piedra o sobre la arena?

Entonces, ¿cómo obtener tal valioso conocimiento? Detrás de nuestros esfuerzos de observación e indagación yace un tesoro escondido, una mentalidad común. Futuro ingeniero, este es un llamado a no perderte en los tecnicismos. Tu mayor objetivo en esta etapa será quitarte el casco de profesional y el rótulo de experto, abrir tus ojos y disponerte a escuchar con atención. Un traje de detective, una gorra y un delantal o, incluso, un café en mano y una sonrisa constituyen los mejores atuendos, según la circunstancia.

Acto seguido, con dicha visión en mente, el primer paso será establecer un puente de comunicación con nuestros aliados. Este vínculo nos permitirá descubrir las percepciones, reacciones y, ojalá, distinguir las razones detrás de estas (7). Cuando comiences tu inmersión en el entorno, recuerda cavar bien profundo. ¿Por qué piensan lo que piensan? ¿Cuáles son sus sentimientos y emociones respecto al problema y sus intereses detrás de sus acciones u omisiones?

Volviendo a nuestra historia, a partir de toda la información que Pedrito recogió de la profe Ana, de la mejor amiga Emma y del ‘sabelotodo’ Juan, es hora de ponerlo todo junto y, como el águila, construir la visión holística del problema. Como Pepe habló con distintas voces y perspectivas, la probabilidad de tener un entendimiento global y completo del problema es mayor. No obstante, ¿cómo hacer sentido de tanta información? Afortunadamente, los ingenieros tenemos un haz bajo la manga: nuestros famosos modelos. Estas herramientas, aún con la variedad en su naturaleza y propósito (8), son una gran ayuda para representar de manera sencilla las visiones y aristas del problema en un mismo esquema, es decir, construir una visión sistémica.

Mas, ¿cuál es la utilidad de contemplar el panorama general? Al tener en cuenta las voces de los actores involucrados, comenzarán a emerger ciertos patrones, quizá inesperados, que nos permitirán anticipar cuáles serían las posibles consecuencias de nuestras acciones en el sistema. Por ejemplo, ¿qué pasaría si Pedro dejara una caja de bombones en el pupitre de Susana? Pues, como bien lo mencionó Emma, su mejor amiga tiene más de un admirador en el curso, entonces, al hacerse visible con tal gesto romántico, podría desatarse un aire de competencia entre sus compañeros.

Ante tal complejidad, tendremos que ponernos creativos. Dado que, a diferencia de otros contextos, aquellos problemas inmersos en las organizaciones, por lo general, no tienen una receta conocida de solución (9), deberemos asumir un reto adicional: diseñar estrategias para resolverlos. Si bien, el proceso de ideación puede implicar tanto la creación como la adaptación de un plan ya existente, no olvides que la clave es establecer la visión holística del problema como punto de partida. Una vez más, evitando caer en los tecnicismos y la autocrítica, es hora de dar rienda suelta a tu cerebro. Registra todas las ideas que aparezcan en tu mente sin juzgarlas, ¡no importa si no suenan lógicas! Confía en tu cerebro y déjalo fluir .

A continuación, pasados unos cuantos minutos de creatividad, es hora de reflexionar. ¿Cuáles son las mejores ideas de solución? ¿Acaso podríamos combinar algunas de ellas y construir una estrategia más completa? El refinamiento de nuestros diseños es el paso que nos llevará a encontrar la mejor alternativa de solución posible.

Ahora, llegado este punto, pareciera que estamos listos para dar rienda suelta a nuestros diseños, mas, ¡alto ahí! Antes de implementar, es hora de prototipar (10). Cuando hemos dedicado tanto tiempo y energía a edificar una solución a nuestro problema, no podemos correr el riesgo de fracasar, más aún, perdiendo una gran cantidad de recursos en el intento. Por ello, es conveniente tomar un tiempo para experimentar y poner a prueba nuestros diseños, minimizando el gasto y maximizando el número de intentos. ¿Te suena familiar el término “ensayo y error”? En efecto, el objetivo en esta etapa es aprender y aprender, mejorar y seguir mejorando.

Como imaginarás, este paso desafía una vez más la manera tradicional de pensamiento en la sociedad, confirmar o validar el diseño actual al primer intento no es la finalidad. ¡Errar no es fracasar! Por el contrario, a mayor número de errores, más lecciones habrás aprendido y en consecuencia, mayor certeza de éxito tendrás. Una vez más, nuestros mayores aliados para testear las ideas de solución serán sus futuros usuarios o beneficiarios y las personas que pertenecen al entorno del problema en cuestión.

Así, siguiendo el método ingenieril, Pablito descubrió que un gran y deslumbrador gesto romántico podría no ser la mejor estrategia para ganar el corazón de Susi. ¿Y ahora qué? A su corta edad, el protagonista de esta historia experimentó de primera mano el concepto de iteración. En la vida de un ingeniero, cada aprendizaje conducirá a determinados ajustes, los cuales darán lugar a una nueva versión del prototipo inicial. El número de iteraciones o adaptaciones de nuestra solución, variará según el contexto y el problema que estemos abordando; el secreto es reducir el tiempo entre cada versión y realizar los ajustes necesarios con rapidez y precisión.

Dicho esto, ¿cuándo deberíamos dejar de iterar? Cuando las sugerencias de sus aliados se convirtieron en palabras de ánimo, Pedro Pablo decidió ponerse en marcha. El momento había llegado, por fin era hora de lanzarse al agua y ejecutar su plan. En su esfuerzo de investigación, Pepe descubrió que Susana era una amante de las mariposas. El proyecto de dibujo para la profe Ana, su principal pasatiempo en el recreo e, incluso, la portada de su cuaderno de biología daban cuenta de ello. Por fin, con este conocimiento, la oportunidad perfecta había llegado. La presentación final de la clase de biología sería la ocasión perfecta para impresionarla. Así, con un poco de ayuda de su madre, las páginas de un par de libros y un considerable esfuerzo artístico, Pedrito estaba preparado. Esta sería la mejor exposición de su historia. En efecto, el rostro sorprendido de Susi, los aplausos de sus compañeros y la mejor calificación de su clase, dieron cuenta de su éxito. ¡Un folleto cvon forma de mariposa en el que al pasar cada página se encontraba una especie distinta de mariposa! ¡Qué ingenio!

No obstante, la creatividad de Pepe no sería suficiente para mantener su logro. Aunque Susana amaba las mariposas, sus gustos, aspiraciones y prioridades no se mantendrían constantes en el tiempo. Este hecho suponía que para mantener una relación con Susi, Pedro Pablo no podría conformarse con su primera estrategia, por el contrario, con los ojos bien abiertos y los oídos bien dispuestos, debería estar observando los cambios en ella y adaptando sus reacciones ante estos. Un helado en el parque, una ayuda con la tarea de ‘mate’, una caja de chocolates, un pequeño felino y un anillo serían las estrategias adecuadas.

Este hecho da cuenta de que, así como en una relación, la responsabilidad del ingeniero tiene un inicio mas no un final, nuestra misión y compromiso al abordar un problema se mantienen a lo largo de las diferentes etapas del proceso, antes, durante y después de haber alcanzado nuestro objetivo. En otras palabras, tal como en otras profesiones, la responsabilidad ingenieril trasciende los aspectos técnicos e involucra consideraciones éticas y morales que no se desvanecerán con el tiempo (11). Recuérdalo por siempre: el ejercicio de la ingeniería no es moralmente neutro.

Ahora que hemos llegado al final de nuestro recorrido, ¿qué aprendimos? No, no solo descubrimos que una relación es un perfecto ejemplo de un problema de ingeniería. Aún más, encontramos que al desempeñarnos como ingenieros en un contexto organizacional nuestro principal objetivo será, desde una perspectiva sistémica, satisfacer las necesidades de otros seres humanos. Nuestra misión, entonces, incluirá la comprensión de tales problemas a partir de las voces de los actores involucrados, el diseño, adaptación e implementación de las mejores soluciones disponibles y el seguimiento de estas, tras su puesta en práctica. Todo bajo el reconocimiento de las consecuentes implicaciones éticas y nuestra responsabilidad en su identificación y su abordaje.

Querido ingeniero, si te interesa la apasionante aventura como resolutor de problemas en las organizaciones, y quieres prepararte en cada una de estas competencias, te damos la bienvenida al programa de Ingeniería Industrial en la Universidad Sergio Arboleda, ¡tu segundo hogar!


Referencias

(1) Koen, B. V. (2003). Some Thoughts on Engineering, in Discussion of the Method. Oxford University Press: Oxford. p. 7- 25.

(2) Olaya, C. (2013). Más Ingeniería y Menos Ciencia Por Favor, in Proceedings of the 11th Latin American System Dynamics Conference. 2013: Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Ciudad de México.

(3) García-Díaz, C., & Olaya, C. (2017). Social systems engineering: The design of complexity.

(4) Richard, Freddie-Jeanne & Roth, Eric & Aubert, Arnaud & Greiveldenger, Lucile & Boissy, Alain & Batty, Magali & Meaux, Emilie & Cheung, Chau-kiu & Ng, Sik & Coudret, Elodie & Pennequin, Valerie & Gadanidis, George & Mahfouz, Ahmed & Theocharous, Antonis & Philaretou, Andreas. (2013). Social interactions : Evolution, Psychology and Benefits.

(5) Aldana, E. y Reyes, A. (2004). “Disolver Problemas: Criterio para Formular Proyectos Sociales”, Bogotá: Ediciones Uniandes.

(6) Maxwell, J. A. (2020). The Value of Qualitative Inquiry for Public Policy. Qualitative Inquiry, 26 (2), 177–186. https://doi.org/10.1177/1077800419857093

(7, 9, 10) Pijl, P. van der., Lieshout, M. van., Lokitz, J., Pluijm, E. van der., & Solomon, L. K. (2016). Design a better business: new tools, skills and mindset for strategy and innovation. Hoboken, NJ: John Wiley & Sons.

(8) Elms, D. G., & Brown, C. B. (2012). Professional decisions: the central role of models. Civil Engineering and Environmental Systems, 29(3), 165 – 175.

(9) Grint, Keith. (2008). Wicked problems and clumsy solutions: The role of leadership. The New Public Leadership Challenge. 1. 169-186.

(11) Poel, van de, I. R., & Royakkers, L. M. M. (2011). Ethics, technology, and engineering: an introduction. Wiley-Blackwell. http://search.ebscohost.com/login.aspx?direct=true&scope=site&db=nlebk&db=nlabk&AN=510116


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