NIÑOS DE PERDOMO ALTO CELEBRARON EL DÍA DE LA NIÑEZ JUNTO A VOLUNTARIOS SERGISTAS DE LA CRUZ ROJA
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Por: Juan Manuel Gooding Velandia, egresado y docente Sergista.
Quiero compartir parte de mi historia de vida profesional. Y tiene que ver con la relación entre mi pasión, la música, y el lugar donde he construido conocimiento y he organizado mis ideas: la Universidad Sergio Arboleda. Llegué a La Sergio gracias a la fusión que estableció en 2007 con el antiguo Centro de Orientación Musical Cristancho. El entonces director de este último, el maestro Mauricio Cristancho, decidió dar trascendencia a la labor de “La Cristancho”, como se le conocía en el medio musical colombiano a aquella querida casa de estudios, mediante la vinculación a una institución de educación formal.
Recuerdo que el proceso de transición fue arduo, pero con frutos dulces, como la titulación y la ampliación de nuestros escenarios de aprendizaje, entre muchos otros. Podría decir que, el común denominador entre las dos instituciones fue la convicción de que antes de formar buenos profesionales, se debían formar buenas personas. La pasión y la calidez del ambiente de La Sergio me permitieron ser el primer egresado de esta alianza y completar once años como docente de esta Institución.
Durante estos años, he tenido la posibilidad de ampliar mi mentalidad a partir de las experiencias vividas desde varios frentes de la Universidad. He logrado enriquecerme a nivel personal gracias a que he compartido con profesionales de diferentes áreas del conocimiento. Adicionalmente, La Sergio me permitió ingresar al mundo de la pedagogía y la investigación, y retarme como coordinador de egresados.
Por lo anterior, La Sergio me ha ayudado a cumplir mis metas a través de la confianza, la estabilidad y la oportunidad de aprender y crecer dentro de ella, principalmente como docente. Además de esta faceta de mi ejercicio profesional, el bagaje musical que construí como instrumentista, de la mano de mis maestros, se ha traducido en la participación en varios proyectos externos.
Sin duda, recordar a La Sergio es evocar la voluntad de asumir retos, de sobreponerse a las dificultades que implica cualquier proyecto, de ver las diferencias como oportunidades y de entender que todos vivimos procesos diferentes.
Para mí, ser Sergista es ser consciente de que el lado humano de un profesional es esencial, de que en toda persona hay grandeza, de la importancia de la flexibilidad, la actualización y la capacidad de trabajo en equipo, de que si queremos que algo cambie debemos cambiar primero nosotros, de que, como dijo Plutarco, el filósofo griego, “el cerebro no es un vaso por llenar sino una lámpara por encender”. Y lo es para siempre porque los espacios y los tiempos en esta casa de estudios enmarcan una atmósfera única, que deja una huella caracterizada por el humanismo, la innovación y el emprendimiento.
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