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Por: Gaétan Zausa
Estudiante de IÉSEG School of Management
Cuando pensé en hacer un intercambio me llamó la atención Colombia porque aspiraba a mejorar mi español y sabía, entre otras cosas, que es un país con paisajes maravillosos, con un costo de vida bajo y con personas muy hospitalarias.
Además, deseaba conocer Bogotá y tener la experiencia de vivir en una ciudad grande, pues yo provengo de Lille, que es pequeña. A la vez, quería acercarme a la realidad del país, ver las diferencias que hay con Francia y tener un punto de vista más enfocado en la parte social.
En enero llegué a Colombia. Desde el inicio, el acompañamiento de la Universidad Sergio Arboleda fue muy bueno. Al principio, me sorprendió la variedad académica de la institución porque en Francia estamos acostumbrados a universidades que se especializan en una única área de estudio. El hecho de que La Sergio tuviera muchas carreras significaba que estaba en un lugar enorme. Eso me gustó mucho.
También disfruté de la vida cotidiana. Como tenía pocas clases, podía ir al gimnasio, practicar baloncesto con los integrantes del equipo y visitar la biblioteca para desarrollar mis proyectos académicos y personales.
Aunque no me considero una persona muy sociable, e incluso en un principio pensé que sería difícil conocer nuevas personas, la realidad fue otra. Disfruté hacer amigos colombianos, con ellos pasaba parte de mi tiempo libre e iba a fiestas, así que esto fue muy interesante.
Pero lo mejor que me pudo pasar fue tener la oportunidad de vivir el tiempo de cuarentena fuera de la ciudad. Esto se dio gracias a mi amigo Sergio Alejandro Bustos, quien también estudia en la universidad. Él, al iniciar el periodo de restricciones a causa de la COVID-19, me invitó a la finca de su familia en Guamal, Meta.
Allí tuve la oportunidad de descubrir la cultura de una manera completamente diferente a como podría hacerse cuando se realiza un intercambio tradicional. Me acostumbré al ritmo de vida del campo: me levantaba y me iba a dormir muy temprano. Aprendí a trabajar con la familia Bustos, descubrí la naturaleza del país y compartí con personas muy valiosas.
Esta, definitivamente, fue una excelente decisión. En Bogotá, mi cuarto era muy pequeño y estoy seguro de que si me hubiese quedado, habría estado triste. En Guamal, por el contrario, había mucho espacio, un jardín bellísimo y muchos días soleados.
Con la llegada de la pandemia y su consecuente confinamiento, la Universidad implementó las clases remotas. Esto fue complicado para mí, pues no contaba con una buena conexión a Internet, pero aun así me gratificó mucho ver el esfuerzo de mis profesores, quienes hacían todo lo posible para desarrollar las sesiones de manera normal y poder concluir el programa académico. Fue un verdadero reto porque en clases como “Sales Management” se necesita interacción para tener un mejor aprendizaje, estar más enfocado y así no perder el interés.
A pesar de estas dificultades, no dudaría ni un segundo en tomar la decisión de volver a vivir esta gran experiencia. Y tengo claro que siempre hablaré bien de la Universidad Sergio Arboleda, ya que es una institución que ofrece grandes aprendizajes a nivel personal y académico y que da la oportunidad de compartir clases con muchos colombianos y de conocer gente nueva. Regresé a Francia, pero nunca olvidaré a Colombia.
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