La Maestría en Administración de Negocios – MBA, de PRIME Business School, Universidad Sergio Arboleda, organizó un encuentro académico para abordar temas inherentes al pensamiento crítico y al liderazgo. Esto, con la guía del especialista global en management, Javier Fernández Aguado.
Además de ser un reconocido conferencista y coach en alta dirección, Javier es Doctor en Economía de la Universidad Complutense de Madrid, España. Autor de más de 60 libros de liderazgo, emprendimiento y management, catedrático de la Escuela de Negocios de Navarra y docente de la cátedra de management que lleva su nombre, en la fundación La Caixa.
Durante su intervención en La Sergio, el académico exaltó la clave para ejercer el liderazgo de manera exitosa, por supuesto teniendo foco en cuestiones de ética, en la preparación técnica ante la exigencia de asumir un cargo directivo y, algo fundamental, en el comportamiento social. Todo, en el marco de las competencias que debe tener el gerente del siglo XXI.
Como punto inicial de su intervención, el conferencista hizo una breve introducción para explicar a los presentes, los aspectos que marcan la diferencia al referirse al poder y al liderazgo: “Un directivo es la persona que cobra por lograr que la gente que tiene a su cargo haga lo que tiene que hacer; un líder es quien logra que la gente que tiene a su cargo quiera hacer lo que tiene que hacer”.
Desde su apreciación, el liderazgo es la credibilidad que una persona transmite, independientemente de su poder. “El líder inspira para asumir un compromiso mientras que el directivo se preocupa por imponer obligaciones, no obstante, la idea de hacer la transición no es fácil y demanda mayor responsabilidad”.
En virtud de lo anterior, son las personas que entienden la importancia de ejercer poder con liderazgo, las que generan respeto y motivan al compromiso de su equipo de trabajo. Y, por ende, se alejan de la intención de ejercer solo su poder provocando con esa actitud el malestar entre su equipo. Pero también suele ocurrir que se ejerza un liderazgo sin poder, basado en impartir simples consejos, aun cuando esas personas tienen el conocimiento de la organización y su funcionamiento.
“Es simple… Saber si una persona es líder o simplemente dirige se refleja al observar el comportamiento de la organización ante su ausencia… ¿Se mantiene el compromiso? ¿Se mantiene el respeto? ¿Se cumplen las funciones de cada trabajador?”, precisó el experto en management.
Cómo pasar de dirigir a liderar
De acuerdo con el académico, el liderazgo es un idioma que debe aprenderse para hablarlo correctamente. Este idioma tiene al menos 250 palabras y comportamientos, y se divide en tres partes:
1- Conocimiento técnico acerca de la organización que se desea liderar. “La persona debe demostrar que es la mejor en su campo. Si no eres bueno, lo proyectas y solo suscitarás burlas (…) entonces, la recomendación es estudiar y prepararse, porque los verdaderos líderes no hablan de lo que no saben”.
2- Habilidades comportamentales o las denominadas soft skills. “Ser quien motiva, quien comunica, quien empatiza, quien entiende y compromete. En algunas compañías se asciende a personas que tienen el conocimiento técnico, pero que comportamentalmente son torpes”.
3- Este es, tal vez, el aspecto más importante que distingue entre un verdadero líder y un manipulador: su ética. “El líder que fundamenta sus actos en la ética, sabe llegar a su grupo, lo transforma y lo conduce a un mejor escenario. El manipulador, en cambio, arrastra a su equipo a un lugar peor al que estaba cuando él llegó”.
Javier Fernández Aguado también se detiene en la importancia de la formación intelectual del equipo de trabajo del líder. “La gente de primera busca gente de primera para trabajar; la gente de segunda busca gente de cuarta para parecer de primera. Los líderes forman escuela y por eso tienen seguidores”.
Considera esencial rescatar el significado del esfuerzo, pues este es reflejo de una buena educación. “Lo peor que puede hacer una organización es no premiar y no castigar porque eso conduce a la mediocridad… La falta de exigencia en las organizaciones siempre conducirá a la mediocridad”, concluyó.