Por: Jeysson Sánchez Suárez.

La invención del plástico, sin duda alguna, ha sido de las más revolucionarias en la historia de la humanidad. En la actualidad se cuenta con 7 tipos de plásticos, entre los que el tereftalato de polietileno (PET), el polietileno de alta densidad (HDPE) y el cloruro de polivinilo (PVC) son los tres más ampliamente usados. Debido a sus propiedades (bajo costo de producción, fácilmente moldeables, altamente resistentes, impermeables, mala conductividad eléctrica, aislante térmico y acústico, entre otros) el plástico es usado prácticamente en todos los sectores industriales (construcción, textil, farmacéutico, cosmético, por dar algunos ejemplos). No obstante, este éxito también lo ha llevado a convertirse en un problema ambiental debido al acúmulo de los residuos plásticos en diversos ecosistemas, haciéndolos una amenaza a la biodiversidad, tanto directa como indirectamente. Este escenario ha llevado a que diversas organizaciones hagan un llamado de atención para implementar medidas orientadas a mitigar esta problemática.

Para tener una idea de la dimensión del problema por los residuos plásticos, según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP, por sus siglas en inglés), aproximadamente 7.000 millones de los 9.200 millones de toneladas de plástico producidas entre 1950 y 2017 se convirtieron en residuos plásticos. Actualmente, se estima que el equivalente a un camión de basura de plástico es vertido en nuestro océano cada minuto, de no tomarse medidas preventivas, terminará ocasionando un deterioro ambiental, social, económico y sanitario sin precedentes.

Este año, el Congreso de la República de Colombia emitió la Ley 2232, la cual establece medidas dirigidas a reducir la producción y el consumo de plásticos de un solo uso en el territorio colombiano. Si bien, esta es una medida que tendrá efectos positivos a largo plazo, no soluciona el problema de raíz. Primero, porque está dirigida a los plásticos de un solo uso y segundo, porque existen muchas aplicaciones de estos plásticos (como las médicas) que no pueden ser restringidas. Es importante tener presente que, para muchas aplicaciones industriales, aún no se cuenta con materiales eco-amigables que permitan contemplar reemplazar el uso del plástico. Bajo este escenario, es importante trabajar desde otras fuentes que permitan encontrar una manera de hacer del plástico un material seguro para el ambiente.

Una posibilidad podría ofrecerla la ciencia. Entre los diversos campos, la biotecnología luce como una opción prometedora. Esta es un área de la ciencia que busca poder utilizar organismos vivos (o sus derivados) para producir bienes y servicios. Cada día se hacen avances que abren la posibilidad de pensar en encontrar una opción para remediar casi que cualquier problema ambiental a los que hoy nos enfrentamos. Un ejemplo interesante fue el descubrimiento de las PETasas en 2016. Las PETasas son un tipo de enzimas (proteínas producidas por los organismos biológicos para poder llevar a cabo diversas reacciones bioquímicas, por ejemplo, la digestión de alimentos) capaces de degradar PET, el tipo de plástico más utilizado en el mundo. Con más investigación, este tipo de hallazgos podrían llegar a convertir el plástico en un producto con menor (o incluso nulo) riesgo para el ambiente.

El descubrimiento de las PETasas fue posible gracias a un trabajo realizado en el Instituto de Tecnología de Kioto, en Japón. En este trabajo, Yoshida y colaboradores lograron aislar una bacteria (Ideonella sakaiensis, nombre científico) que era capaz de degradar plástico (la cual lo hacía a través de la producción de PETasas) y utilizarlo como alimento para su crecimiento. Esto abrió muchos escenarios más allá de la simple opción de poder degradar plástico, ya que, al ser usado como nutriente para el crecimiento de la bacteria, podría, eventualmente, convertir a PET en un material eco-amigable, de potencial aplicación en un modelo de economía circular; no solamente en su ciclo tecnológico, sino también en su ciclo biológico. No obstante, aún hay mucho trabajo por hacer para contemplar esta posibilidad como algo tangible. Entre esas tareas pendientes, es importante seguir explorando la biodiversidad para encontrar nuevos organismos (como el trabajo de Yoshida y colaboradores) con potencial aplicación en la biodegradación de contaminantes (como el plástico). En el caso de Colombia (uno de los 10 países megadiversos del mundo), hay muy poca investigación examinando el potencial de sus recursos naturales en el campo de biorremediciación. Por esta razón es de vital importancia seguir incentivando la investigación en esta área de la ciencia.

En la medida que se identifiquen organismos con la capacidad de degradar contaminantes (como el plástico), se podrá adelantar opciones de control más efectivas de estos contaminantes. El caso anteriormente mencionado es tan solo un ejemplo (una bacteria degradando un tipo de plástico), pero están pendientes 6 tipos de plásticos más. También queda la posibilidad de encontrar bacterias que ofrezcan opciones más interesantes y aprovechables industrialmente hablando. Por ejemplo, que no solo degraden el contaminante, sino que lo transformen en compuestos o materiales de valor agregado (por ejemplo, compuestos con actividades biológicas para el desarrollo de medicamentos). Este campo de investigación es clave para la bioeconomía, la cual ha sido reconocida por la Misión de Sabios (2019) como un área importante para el desarrollo socioeconómico de Colombia.

Recientemente, en un trabajo colaborativo entre la Universidad de La Sabana; la Universidad Abierta y Distancia, UNAD; la Universidad Militar Nueva Granada y la Universidad Sergio Arboleda, logramos identificar bacterias (del género Streptomyces) aisladas del río Arauca que mostraban un potencial para degradar PVC (el tercer plástico más utilizado). Como se mencionó con anterioridad, contar con este tipo de recurso natural permite contemplar la oportunidad de encontrar nuevas enzimas con capacidad de degradar contaminantes de alto riesgo ambiental. Aunque para alcanzar esta meta, se debe seguir trabajando con este material biológico y requerirá una inversión alta de tiempo y dinero. No obstante, es vital resaltar la importancia de este tipo de iniciativas, en las que se puede evidenciar el interés de la comunidad científica colombiana por resolver un problema de alto riesgo que preocupa al mundo entero. Esperamos que, en el futuro más estudiantes, jóvenes investigadores y profesionales afines a las ciencias ambientales se interesen por la investigación en este campo y de manera conjunta contribuyamos al saneamiento de nuestro planeta.

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