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Ana María Rueda es egresada del programa de Filosofía y Humanidades de la Universidad Sergio Arboleda. Apasionada por la educación, las humanidades y la investigación, optó por continuar sus estudios y hacer una Maestría en Docencia e Investigación Universitaria, también en La Sergio, y hoy en día es la actual editora del Instituto Alexander von Humboldt.

En su trabajo como editora, siempre están presentes la filosofía y las enseñanzas que le dejó la Universidad. “De la nada, nada se hace”, es uno de los principios que más le sirve a la hora de llevar a cabo una determinada tarea. De igual forma, la estructura mental que genera la lógica y que enseña a reflejar los pensamientos de una forma correcta y coordinada. “El encargado de enseñarnos esos principios y de generar en nosotros ese pensamiento coordinado fue el profesor Rafael Bulla en sus clases de lógica, a quien le agradezco mucho”.

Uno de sus retos como editora y filósofa es humanizar más a la sociedad, tarea que no es fácil porque hoy en día se vive en un mundo en el que las ciencias sociales son desprestigiadas y despreciadas, “incluso hay personas que afirman que la ciencias sociales no son ciencias per se”, dice Ana María, quien también resalta que siempre se deben buscar las respuestas en el interior y desde experiencias personales, porque la humanización es una tarea personal y muy íntima. Igualmente señala que las humanidades y el ser humanista no se pueden imponer, sino que, cuando a una persona le surge esa idea, debe continuar por ese camino. “Entender el mundo y encontrar las cosas desde una experiencia personal es muy valioso para todos. La humanización nace desde adentro y a cada persona le llega en momento distinto”.

La necesidad de no perder el espíritu de estar en constante aprendizaje es algo en lo que Ana María se basa diariamente para cumplir con sus labores profesionales. Por ello decidió hacer una Maestría en Docencia e Investigación Universitaria en La Sergio para complementar sus estudios y profundizar en una de sus vocaciones, la investigación. “A los egresados los invito a revisar los programas de postgrados que tiene la Universidad porque es muy importante que sigamos estudiando y que no perdamos el interés por el conocimiento”, sostiene.

Los cuatro años que duró su pregrado en Filosofía y Humanidades fueron el tiempo que le tomó a Ana María para enamorarse de su Universidad y de los profesores encargados de educarla en materia de humanismo, lógica y principios filosóficos universitarios. “El cariño y respeto por los profesores es lo que lo liga a uno por siempre a la Universidad”, aseguró.

Al revivir memorias sobre su alma mater y su formación profesional afirma con convicción que lo que con más cariño recuerda de su paso por los salones de clases, son los profesores, pues en su quehacer diario pone en práctica sus enseñanzas, las estructuras mentales, las formas de pensar y los ejemplos aplicados. “Recuerdo mucho a mis profesores. En mi vida profesional a diario estoy evocando las cosas que aprendí con ellos”, indicó

Asimismo, enfatiza que lo más importante que le brindó la Universidad a su perfil profesional fue la formación integral que, desde primer semestre, le inculcaron los docentes, una ventaja para afrontar el mundo desde una perspectiva diferente. “El perfil con el que uno sale de La Sergio es lo más importante. En la Universidad se enseña y se capacita para afrontar el mundo desde diferentes puntos de vista y con diferentes posibilidades de desarrollo. Además, es de suma importancia la formación humanista que nos brindan desde que uno inicia”, comentó .

Ese mismo factor humanista, del que ella es tan apasionada, es precisamente el principio diferenciador de un profesional Sergista. Por eso aclara que: “La formación humanista de La Sergio es sin duda alguna lo que nos hace diferentes. Esa formación se da en contadas universidades y la nuestra es una de esas. No hay que olvidar que siempre trabajamos por el bienestar de las personas y eso se aprende aquí”.

Ana María señala que hay dos grandes campos en donde los filósofos podrían hacer valiosos aportes. Uno de ellos es la docencia, aunque, asegura, no es un regla que todos tengan que ser profesores, a pesar del estigma que se tiene al respecto. “La docencia es una vocación muy bonita y quien la sienta, se puede ir por ese camino sin problema alguno”. Y por otro lado, está la investigación, un campo de acción muy común entre filósofos. Al igual que la docencia, la investigación es una vocación y no todos tienen la capacidad de hacerlo satisfactoriamente. “La investigación es maravillosa y creo que quienes tengamos esa habilidad, la debemos hacer, pues es la única forma como vamos a ver un progreso en la sociedad”, concluyó.