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Tener un vínculo tan cercano con la enseñanza era una de las últimas cosas que pensaba Víctor Saúl Barrantes cuando ocupaba las aulas del Colegio Salesiano de Tunja, institución en la que el hoy director del Departamento de Lectura y Escrituras Académicas de La Sergio, se convenció de orientar su vida a las matemáticas y apostarle a su gusto por las lenguas.
“Tuve la fortuna de estudiar en un colegio que para mí resultó muy eficiente. Allí impartían algunas asignaturas orientadas a las humanidades con una profundidad maravillosa. Mi Dios quiso que estudiara en ese colegio, ya que aparte de las materias básicas enseñaban latín, griego, francés, inglés y español”, señaló el docente.
Su excelencia académica nunca pasó desapercibida. Víctor comenzó a estudiar Ingeniería Civil en la Universidad Nacional de Colombia, pero como no terminaba su carrera y ya estaba activo en el campo laboral, decidió hacer un cambio y culminar sus estudios de pregrado en la Universidad La Gran Colombia.
“Estudié Ingeniería Civil por mi amor a las matemáticas. A los 16 y 17 años me llamaba mucho la atención ver cómo sobre un terreno firme se iba levantando un edificio maravilloso”, precisó.
Su vida laboral inició pasados los veinte años en el Ministerio de Obras Públicas. Allí conoció a Ciro Alfonso Lobo-Serna, quien en ese entonces era miembro de la Academia Colombiana de la Lengua, director de la Biblioteca de ese ministerio y docente universitario que empezaba a dictar clase en un centro educativo que apenas daba sus primeros pasos: la Institución Universitaria Sergio Arboleda.
Ciro Alfonso Lobo-Serna marcó un antes y un después en la trayectoria de Víctor Saúl Barrantes, pues fue quien extendió su mano para que el ingeniero civil le diera una oportunidad a la academia como docente. En ese momento, Víctor viajaba de ciudad en ciudad para supervisar proyectos y se escapaba a la biblioteca del ministerio de obras para adelantar su libro sobre la historia de las matemáticas, el cual aún no culmina.
“Cuando Ciro Alfonso cumplió su primer semestre como docente en La Sergio me dijo que el rector fundador le había dicho que necesitaba a un profesor de Latín y Gramática Española. Él sabía que, además de las matemáticas, me gustaban estos asuntos pues eso es humanismo. Uno no solo debe saber sumar y restar”, dijo Barrantes.
Rodrigo Noguera Laborde y Víctor Barrantes se reunieron entonces para materializar esta oportunidad. Al culminar la conversación, el rector fundador le dijo que comenzaba dentro de ocho días y que no se preocupara por el horario de su trabajo. Días después Álvaro Gómez Hurtado le comunicó al nuevo docente Sergista que había hablado con el ministro y que todo estaba solucionado.
Así comenzarían dos etapas de Víctor Saúl en La Sergio. Gracias a él, las primeras generaciones de profesionales Sergistas aprendieron latín y gramática durante un año y medio, de lunes a viernes de 7:00 a.m. a 10:00 a.m., en las aulas prefabricadas de una joven Universidad Sergio Arboleda.
Al cumplir su aniversario 28 en el Ministerio de Obras Públicas, Barrantes se pensiona y se dedica a su hogar, pero de nuevo su viejo amigo Ciro Alfonso le informa que La Sergio lo está esperando para impartir sus clases de latín y gramática. Por supuesto, la respuesta fue sí. Ahora podía dedicarse a la enseñanza, a sus hijos Mauricio y Jairo, y a su esposa.
En un comienzo iba a retomar como profesor de latín y gramática, pero llegó el profesor Carlos Alberto Murcia. Entonces, el rector fundador Rodrigo Noguera Laborde le dijo que lo necesitaban en la Escuela de Ciencias Exactas e Ingeniería para impartir clases de cálculo integral y diferencial.
“Diez años después, el rector fundador me dijo que renunciara a las clases de matemáticas y regresara a enseñar latín y gramática, yo le dije que no renunciaba ‘a menos de que usted lo ordene’, porque las matemáticas y el arte de la gramática y el latín se complementan de alguna manera. Terminé dictando clase en la Escuela de Filosofía y Humanidades, la Escuela Mayor de Derecho y la Escuela de Ciencias Exactas e Ingeniería”, recordó el docente.
Finalmente llegó el día en que Víctor Barrantes se unió a la Escuela de Filosofía y Humanidades de La Sergio como docente de tiempo completo, en donde se hizo cargo del Departamento de Lectura y Escritura Académicas, dependencia que hoy sigue liderando, después de ser transferido a la Escuela de Educación.
Sobre su ejercicio como docente, enfatiza que enseñar no es simple como ‘comer y cantar mal’. Por eso, pone en práctica un principio elemental: “Procede de tal manera como si tu proceder pudiera servir de norma de conducta para todos los demás”.
Así es Víctor Barrantes, un humanista que siempre prepara sus clases como si fuera la primera y, sobre todas las cosas, enseña como quisiera que le enseñaran.
¿Qué recuerda de la primera clase que impartió?
Mi primera clase fue de Gramática. Faltaban tres minutos y no sabía dónde quedaba el salón, le pregunté a un señor y me acompañó. Él era ni más ni menos que el decano de Ingeniería. Ahí entendí que estaba en un mundo ideal.
Me acuerdo que me presentó al rector y dijo que yo era ingeniero civil. Ahí dije ¡por Dios! Inmediatamente expliqué por qué no podía separar las humanidades de la matemáticas.
¿Qué le ha enseñado la docencia?
A entender que un alumno no puede aprender en 5 minutos lo que un profesor no ha podido entender en 25 años.
¿Cuál es el tema que más disfruta enseñar?
No podría decir uno. Matemáticas para demostrar que es muy simple, y Latín, una asignatura que me enloquece porque es una lengua hecha para que el concepto sea eminentemente claro.
¿Cuál es la cualidad que más aprecia de un estudiante?
La dedicación. Con un muchacho interesado uno lo logra todo. Por ahí hay un adagio que dice ‘Querer es poder’.
En una palabra, cómo define el impacto de la tecnología en el ejercicio de su labor docente
Eficiencia.
En una palabra, cómo se define como docente
Me toca decir dos palabras: bien intencionado.
Qué personaje de la historia admira, ¿por qué?
Me toca decirlo, porque me asombra siempre… Tiene que ser Jesucristo.
¿Qué libro cambió su manera de pensar?
Me cambió muchísimo ‘El príncipe’ de Nicolás Maquiavelo.
¿Cómo le gustaría ser recordado?
Como el más humilde de los docentes, algo como el siervo de los siervos.
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